Prólogo

430 Words
Prólogo Estábamos en la sala de abordaje quitándonos las prendas que pudieran alterar la alarma para abordar, llegó mi turno y saqué la computadora que llevaba en el bolso dejándola en la bandeja. —¿Eso es todo lo que lleva de artefactos? —me preguntó la señora. —Sí. —respondí. —¿Cremas o algo? Lo pensé y dije: —No. —Vale. —se limitó a decir y me hizo señas para que continuara, cuando de repente, voltee casi tropezando de frente con un hombre que estaba muy cerca de mí, noté que llevaba un elegante traje de color gris, zapatos lustrosos y... vaya, cuando alcé la cabeza noté unos profundos ojos azules celestes, me quedé impresionada de lo atractivo que era y también de lo alto que era, su cabello muy rubio al igual que su barba, parecía modelo. Un hombre de negocios... muy sexi. Me dijo algo en inglés que entendí como una disculpa por haberse metido por el medio, no le respondí nada, no pude, tenía cierto temor hacia los hombres increíblemente atractivos y bien vestidos. Solo lo esquivé y continué a retirar mis cosas, por un momento me sentí mal vestida con mi suéter que compré de «Yo amo Berlín» mis pantalones de yoga y mis zapatos deportivos, ni siquiera llevaba maquillaje. Siempre prefería viajar cómoda. Bueno, tampoco era como si un hombre como él que parecía sacado de una pagina de revistas de modelos sexis ejecutiva pudiera fijarse en alguien como yo. O eso pensé en ese momento, porque realmente creí que estaba muy lejos de mis posibilidades. Ya vas a empezar con tu baja autoestima, Mica. Basta, realmente ni siquiera sabía porqué pensaba en que si le podía gustar a este hombre o no, es decir, tenía pareja. Ya basta de pensar tonterías. Fui a la sala de espera buscando mi lugar cuando vi un local donde vendían café con espuma, definitivamente necesitaba beber un poco de café antes de abordar, me había levantado muy temprano y necesitaba despertarme. Agradecí cuando me dieron mi café recargado y seguí caminando a la sala de espera. Amaba el café. Iba a cruzar para pasar la puerta a la sala de espera cuando de repente alguien me empujó ocasionando que soltara el café y este voló echándoselo encima y empapara su ropa. Uh. Alcé la cabeza al ver ese familiar traje elegante. Oh, oh... Era el hombre del traje, le había empapado todo su perfecto traje elegante. Sus ojos azules celestes me miraron con fijeza mientras su rostro se volvía rojo de enojo. Mierda.
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