Capitulo 1: El hombre del aeropuerto

1116 Words
Capitulo 1: El hombre del aeropuerto —No puedo creer lo que acabas de hacer, que inepta —dijo entre dientes completamente enojado mirando el desastre en su ropa con la mancha de café en la tela. Me di cuenta de que hablaba en español, pero tenía acento de ser de España. ¿Que yo era una inepta? Pero si él me había empujado, yo venía muy tranquila, pero él parecía tener esa mala costumbre de empujar. —¿Pero que es lo que te pasa? —repliqué— Si tú tropezaste conmigo. El hombre alzó la vista hacia mí, su quijada apretada, sus ojos azules celestes pareciendo traspasarme como si quisiera partirme en dos, pero a la vez... algo en mi cuerpo tembló al notar lo sexi que lucía; intenso, como el mismo infierno ardiendo, tragué pesadamente saliva. No puedes estar pensando en lo guapo que está, es decir está enojado Mica. Pero uhm, sí, era bastante atractivo. —Estabas en todo el medio —replicó evidentemente enojado— ahora mira mi traje. Se lo señaló, en realidad sí lo había empapado por completo, sentí mi rostro entero sonrojarse de la vergüenza. —Yo te pago la tintorería —le propuse, realmente más que discutir, me gustaba llegar a un acuerdo de una solución, así era yo. Él me miró como si le pareciera aun estúpida, ya empezaba a irritarme un poco este señor. —Tengo una reunión a las 10 —me replicó— además no tienes pinta ni acento de ser de España, así que dudo mucho que puedas ir a la tintorería a llevar mi traje, mucho menos pagarlo. ¿Uh? Lo miré ofendida, ¿de verdad me había dicho pobre en mi cara? Que hijo de las mil... Ya la Mica amable se había agotado. Yo intenté ser amable, pero no iba a quedarme donde me dieran patadas. —Bueno te jodes. —dije simplemente girándole los ojos y me fui a la sala de espera, es decir, después de todo, yo no era la que tenía el traje empapado, claro, fui la causante pero no tenía toda la culpa cuando él me empujó. Ahora estaba molesta, cansada y sin café. Maldita sea. Tomé asiento en una de las sillas, si él no quería mi ayuda y solo estaba ahí hasta diciéndome que no podría pagarlo sinceramente no sabia que hacia dándole mi hospitalidad. Ya, tenía que dejar de pensar en esto. Me coloqué los audífonos y empecé a escuchar música de Spotify conectada al Wifi del aeropuerto, aun faltan como 40 minutos para abordar el avión, así que mientras tendría que esperar. De repente alguien se sentó a mi lado y me lanzó un saco y la camisa encima, olía a poderoso perfume e intenso café, voltee a verle la cara notando que era de hecho el mismo hombre al que le derramé el café, solo que estaba vez llevaba una franela blanca desencajando con el resto de su vestimenta. —¿Disculpa? —pregunté ofendida pausando la música de mis audífonos para poder escuchar mejor— ¿qué te pasa? Él saco su teléfono empezando a responder mensajes con el ceño débilmente fruncido y sin perder la concentración en la pantalla me dijo: —Llevarás mi traje a la tintorería como ofreciste —dijo simplemente. Me reí un poco con algo de ironía. —Ese cupo expiró cuando me llamaste pobre —repliqué. —No. —dijo simplemente aun sin mirarme. —¿No? —dije sin comprender. Él terminó de escribir y por fin quitó la atención de la pantalla de su teléfono para mirarme y decir: —No —dijo y tomó una tarjeta pequeña del bolsillo de su pantalón—, vas a llevar mi traje y me lo entregaras listo a esta dirección. Me dio su tarjeta, la tomé algo confundida por su tenacidad y manera de pedir las cosas, bueno, pedir no, exigir. Miré lo que decía la tarjeta; Cristian Ferrari productor y el número de contacto. Uhm ¿productor? ¿productor de qué? —¿Te arrepentiste de tu impulsividad al hablar y ser tan déspota? —repliqué en burla porque ahora sí aceptaba mi ofrecimiento de la tintorería. Él pareció ligeramente —A veces tiendo a perder la cordura cuando me molesto —dijo y agregó:— Lo siento. Uhm, una disculpa para variar su pésima actitud. Alcé una ceja y dije: —Vale, yo te lo entrego, pero dudo que este listo para las 10 en la hora que tienes la reunión. Él hizo una ligera mueca y dijo: —Yo tampoco lo creo. Le miré la franela que llevaba puesta. —¿Iras con esa franela? No combina mucho con tus pantalones y zapatos elegantes. —él miró el resto de su ropa ahora algo desaliñada porque se había puesto solo otra franela encima del resto de su outfit de ejecutivo. De repente sonrió un poco y vaya, su sonrisa era como de comercial de ventas de pasta dental, su barba enmarcaba sus labios carnosos y dientes blancos, al parecer este hombre no fumaba. —¿Has estado viéndome? —dijo alzando una ceja. Sentí mis mejillas sonrojarse y tuve que apartar la mirada de la suya, es que este hombre era muy intenso. —No es como si no resaltaras —me limité a decir y no sé por qué eso sonó como un ligero coqueteo. Uhm, ¿de verdad estaba coqueteándole? Joder, muy mal. —¿De donde eres? —preguntó con interés. —Vivo en Madrid —me limité a decir, no quería estar dándole tantas explicaciones de mi vida, por alguna extraña razón empecé a sonrojarme aun más, estaba algo nerviosa. —Me refería a que no llevas acento —comentó— ni pareces... Sus ojos azules me vieron analizando mi rostro con más detenimiento, claro, mi piel trigueña, ojos avellanas y cabello oscuro decían por todos lados la palabra “latina”, además de mi acento. —Lo sé —me limité a decir pero no le di mas detalles, contarle tu vida a un desconocido no era como que algo que yo haría... nunca. Él pareció comprender que no iba a decirle mucho y se encogió de hombros diciendo: —Vale, una mujer de pocas palabras, me gusta. ¿Le gusto...? No. Debía dejar de pensar en que él estuviera coqueteando conmigo. —¿Por que lo dices? —pregunté curiosa, atreviéndome a sostenerle la mirada. Sus labios se estiraron en esa sonrisa mostrándome su perfecta dentadura de comercial, su mira fija en la mía pareciendo peligrosa y me heló la sangre cuando susurró: —Porque entonces... sabrás seguir mis instrucciones sin replicar.
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