4#Capítulo.

860 Words
Narrador Omnisciente#. La pequeña niña de cabellera oscura miró a su alrededor con los ojos abiertos de par en par, sin querer se perder un solo detalle de la decoración que adornaba el castillo. Los candelabros de oro balanceándose ligeramente de un lado a otro con las velas encendidas mostrando su pequeña mecha de fuego, las grandes ventanas con bordes hechos de oro y en forma de flor, haciendo conjunto con las barandillas de las inmensas escaleras, las largas cortinas color rojo carmesí con bordados de oro que estaban a juego con la gigantesca alfombra que se extendía en todo el salón y las escaleras. —Hola —habló Ágata hacia la pequeña poniéndose a su altura para que no se sintiera intimidada ni nada parecido, —mi nombre es Ágata, ¿y el tuyo preciosa? —pregunta dulcemente la chica de pálida piel. —Rubí —murmuró por lo bajo la pequeña vocecita dulce de la niña viendo entre su cabello a aquella chica. —Que lindo nombre tienes —dijo sonriendo la vampiresa mostrando sus, ahora pequeños, colmillos. Rubí los miro con curiosidad inclinando su cabeza a un lado, de ser otra persona hubiese corrido pero ella no, solo sintió curiosidad. Y justo en eso se escucha un sonido extraño provenir de su barriga. La pequeña niña se sonrojo pero la chica rubia sonrió en respuesta. —Yo también tengo hambre —habló antes de ponerse de pie —¿vamos? Te prepararé algo de comida —le dijo extendiendo su mano. Rubí miró su mano un momento ante se asentir con la cabeza y enroscar su pequeña manita con la de Ágata. Llegaron a la cocina donde estaban todos los sirvientes que hicieron una reverencia al ver a Ágata. La joven Vampiresa tomó a Rubí en brazos y la sentó en una banqueta junto al mesón, la pequeña pelinegra miró hacia abajo viendo lo alta que era la silla. —¿Cuál es tu comida favorita preciosa? —pregunta Ágata abriendo las alacenas. —Espagueti —respondió tímidamente mientras juntaba sus manos sobre su regazo. —Mhm.. tienes buen gusto, la mía igual —comento la pelirubia con una sonrisa, —¿Marta podrías pasarme los tomates, por favor? —Aquí tiene señorita —dice una señora de unos 50 años. —Gracias —Ágata sonrió mostrando sus pequeños colmillos y la pequeña Rubí los pudo ver. —¿Q-Qué son esos dientes que t-tienes grandes? —pregunta curiosa. La joven de piel pálida no entiendo por un momento antes de sonreír ampliamente. —Oh.. esos son porque soy una Vampiresa Rubí, tenemos colmillos —Ágata sonrió mostrandolos brevemente —velocidad, súper fuerza y poderes como la telequinesis —alzó su mano haciendo que varias rodajas de tomate se alzarán en el aire. Rubí miró asombrada y soltó un pequeño chillido de asombro cuando la Vampiresa hizo unas cuantas maniobras asombrosas. En eso se escucha un fuerte sonido que hace que todos se sobresalten, Ágata soltó los tomates que cayeron en la olla con agua hirviendo y le salpicó un poco el brazo izquierdo, haciendo que está suelte un quejido de dolor al ver su pálida piel colocarse de color rojo en donde el agua había salpicado. —¿Qué ocurre? —pregunta Andrés llegando a la cocina junto a Luis. —¿Mejor dicho que les pasa a ustedes? —pregunta Ágata molesta mientras Marta le pone una toalla remojada en agua fría alrededor del brazo. El castaño y el pelirrojo se miraron entre sí recordando haber partido un jarrón cuando salieron corriendo al escuchar el chillido de la niña, antes de mirar de nuevo a la joven de piel pálida. —Nada —hablaron al mismo tiempo tragando saliva, Ágata los miro con los ojos entre cerrados en respuesta. Andrés no le dio mucha importancia y camino hacia su Mate tomándola en brazos. —¿Estás bien linda? —le pregunta dándole un beso en la mejilla. La niña asintió bajando su mirada mientras sus mejillas se teñian de rojo. —¿Puedo preguntar de que fue ese grito y qué te pasó en el brazo querida? ¿Estás bien? —pregunta Luis acercándose a su Mate. —No, no estoy bien, sabrá Dios que hicieron que me asustaron, solté los tomates en la olla de agua caliente y me quemé el brazo —dice Ágata fulminando con la mirada a su Tua Cantante, y esté en respuesta le sonrió seguido de dejarle un beso en la frente. La pequeña Rubí los miro recordando a sus padres, los extrañaba nunca había pasado tanto tiempo sin ellos, una lágrima se derramó por su mejilla mientras volteaba su cabeza y la colocaba sobre el hombro del castaño. —¿Qué ocurre pequeña? —pregunta abrazando la y sobando la espalda de la niña. —Extraño a mis papis —dijo en un susurro Rubí. —Y yo te prometí buscarlos y llevarte con ellos. La pequeña se separó de su hombro y lo miró. —¿Seguro? —Seguro —afirmó Andrés antes quitar las lágrimas de sus mejillas y darle un beso en la frente. ###
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