Después de aquella conversación que me hizo entrar mucho en razón, a Walter se le metió la loca idea de enseñarme a manejar, yo le dije que dejara la locura, que ahí, justo ahí, en el corazón de la ciudad, ¿dónde podríamos encontrar un lugar para que me enseñara? Pero Walter me pidió que me montara en la moto, así lo hice. Walter manejó hasta bajar el Ziruma, pero no para volver a la ciudad, no, sino que tomó la ruta que lleva a las otras playas al sur de la ciudad. Cruzó El Rodado y me llevó hasta Cavo Tortuga. Ahí comprendí que ese sería un lugar perfecto para aprender a manejar moto, ya que, en una desviación se encontraba una carretera larga, ancha y solitaria. Para ese momento las sombras de la tarde comenzaban a crear la oscuridad, sin embargo, las farolas ya comenzaban a encende