Erika subió hasta la habitación de mi abuelo, espere por ella al pie de las gradas, cuando me vio intentó volverse por donde vino pero mi voz aguda la detuvo. - ¿Huye de mí señorita, Erika Intriago?– increpe al tiempo que subí las gradas. En seco se detuvo y al llegar hasta ella solté una ráfaga de viento cálido que cayó sobre su hombro. - No… no es eso, solo que olvide algo en la habitación de su abuelo – acota tratando de ser convincente- sonrió y suspiro. Aún estando tras de ella recalcó muy cerca de su oído. - Eso no parece ser lo que yo vi – Susurré atrayendo su mirada. Sobre el hombro me observo suscitando que mi corazón se vuelva demente. - No soy mentirosa señor Rúales – impugna. Deje de sonreí y caminé en torno a ella hasta quedar delante de si. Gruesa saliva rodó por mi gargan