2. Mi pasatiempo favorito.

2417 Words
2. Mi pasatiempo favorito. Jared. Recuerdo la primera vez que vi a Lizzy Jhonson. Era una pequeña niña con desordenado cabello y una mirada demasiado astuta para su edad. A mis seis años, a unos pasos lejos de ella, observé cómo mi hermana y Lizzy conectaban en el primer instante en que se conocieron. De alguna forma, era casi ver un choque de trenes por sus personalidades tan opuestas, pero finalmente parecían complementarse como un puzzle destinado desde el principio. Mientras mi hermana vestía coloridas prendas y parecía sacada de una tarjeta de felicitaciones, Lizzy era una pequeña marimacho, como la llamaban los demás, y no precisamente porque le gustaran los deportes —cosa que no hacía— sino por su forma ancha y descomplicada de vestir. Podrías jurar que ella no conocía el cepillo para el cabello y siempre tenía barro en su cuerpo, como si viviera en una granja de lodo. Y la odié. Odié que pudiera ser el refugio de mi hermana, odié que tuviera la capacidad de ser su sonrisa en la oscuridad, odié que curara las heridas de Jade después de la muerte de mi madre, odié todo respecto a ella. Y lo peor es que no sabía si la odiaba porque me molestaba no poder ser yo el refugio de mi hermana, o si la odiaba porque deseaba que Lizzy fuera mi refugio y no el de Jade, lo que es jodido, teniendo en cuenta que a los veintitrés años aún no sé cuál de esas razones es la verídica. Cuando tuve la capacidad de entender que mi odio no era más que generado por unos profundos celos, nuestra enemistad ya estaba fuertemente establecida, con bases sólidas e inamovibles. Meternos bajo la piel del otro se volvió algo inevitable, casi como respirar. Ya no había vuelta atrás. Y maldición, yo lo disfrutaba. Disfrutaba la facilidad con que la llevaba al límite y cómo sus ojos brillaban con fuego sólo por mí. Disfrutaba recibir su atención y me encantaba cómo al entrar ella en una habitación a mí era al primero a quien buscaba, aunque claro, sólo para ir a joderme y buscarme pelea. Disfrutaba su sonrisa odiosa porque sabía que era una sonrisa sólo dedicada a mí y yo me esforzaba con esmero en obtenerla cada vez que podía, porque esa sonrisa era sólo de mi propiedad. Lizzy Jhonson era mi pasatiempo favorito. Luego empecé la universidad y los días se volvieron un poco grises. Ya no tenía un suave cabello rubio del cual tirar, no tenía un objetivo para mis travesuras, no recibía sonrisas o miradas que sólo eran mías. Mi némesis y la razón por la cual mis días eran divertidos, estaba fuera de mi alcance debido a que tenía que empezar a vivir como un adulto. Se sintió casi como perder algo e incluso siento que tuve que pasar un pequeño duelo en donde tuve que aceptar que crecimos. Ya no podía meterme con ella y, de hecho, ya debíamos empezar a actuar como los adultos que empezábamos a ser. Pasaron algunos años en donde Lizzy y yo nos comportamos como personas medianamente normales que se odiaban, pero que no hacían nada por arruinar los días del otro. Hasta que empezamos a compartir clase juntos. Y la diversión finalmente volvió a mi vida. |…| Casi se siente como un déjà vu cuando la veo entrar en la fiesta a la que perezosamente vine. Recuerdo cómo terminaron los sucesos en la fiesta en la que estuvimos juntos hace ya muchos años atrás: ella emparamada de agua y yo lleno de lodo. Siento cómo una comisura de mi boca se levanta cuando contemplo los diferentes escenarios en los que puede terminar esta noche. Apoyado contra la pared de la casa de fraternidad, mientras diferentes estudiantes me rodean y hablan, los ignoro porque toda mi atención está puesta en ella, mi presa: Lizzy Jhonson. Observo con paciencia cómo entra con su característico ceño fruncido, asiente a lo que sea que una entusiasta Jade le dice a su lado y… ahí está. Sé el momento exacto en que siente mi presencia, mis ojos en ella. Lizzy se tensiona y sus ojos brillan, luego mueve su mirada por todo el lugar hasta que se fija en mí. Le guiño un ojo y le levanto mi bebida. Ella me saca el dedo medio. Agacho la cabeza mientras una inevitable risa escapa de mi boca. Y siento la adrenalina correr por mis venas, la emoción. Se siente casi como los efectos de una droga, mi jodida droga favorita. Y es que la jodida fiesta era aburrida, hasta ahora. Embelesado, la observo. Lizzy se mueve aburridamente por todo el lugar, buscando un lugar en el cual estar cómoda, pero sin encontrar ninguno. Finalmente, se sienta en un escalón de las escaleras que llevan al segundo piso y saca su teléfono, seguro leyendo uno de esos cursis libros que siempre tiene en su ebook. Rowan, el mariscal de campo del equipo de futbol, deja pesadamente su mano en mi hombro, intentando robar mi atención de Lizzy. Gruño, sin molestarme en mirarlo. — Vamos, hermano — me trata como si fuéramos íntimos, cuando de hecho apenas y lo soporto —. ¿Sabes los beneficios que tendrás por unirte al equipo? Conejitas sexys todos los días que quieras y de nuevo en la cima, como un rey. Es patético que siga intentando convencerme que me una al equipo aun cuando sabe que yo ocuparía su lugar. Yo no me conformaría con menos. Sin embargo, no me interesa. Es mi último semestre y todo de lo que él disfruta, a mí se me hace viejo. Rowan sabe que sin mí no tienen oportunidad de ganar el campeonato, pero sinceramente me vale mierda. A lo que él ahora llama beneficios, para mí son sólo inconvenientes. No me interesa tener conejitos pegados a mí en cada oportunidad. Esa mierda ya me sabe a cobre y salir de fiesta es tan aburrido como nunca pensé que lo sería. Últimamente mi vida se sentía demasiado gris, aburrida, monótona. No sabía qué era lo que faltaba. Hasta que vi a Lizzy, mi juguete favorito. Y comprendí que lo que me hacía falta era jugar mi juego preferido. Y si ella cree que ignorar mi presencia me va a disuadir, no me conoce en absoluto. —Stacy no ha parado de mirarte en toda la fiesta — él continúa, ajeno a mi desagrado por su presencia —. Es un buen culo caliente y he escuchado que está detrás de ti desde el semestre pasado. ¿No quieres la oportunidad de morder ese buen culo? — Con su mano sobre mi hombro, señala un lugar en específico que no me molesto en mirar —. Mírala, allí está, siempre esperando por ti. Ahora imagínate en el equipo. Tendrás eso multiplicado por mil. Cada vez que viajemos a un partido fuera de casa, habrá chicas más buenas que esa esperando en tu cama. — Tentador — miento con aburrimiento —, pero paso. Me zafo de su agarre y camino lejos de él, cansado de su charla incesante que me sabe a mierda. Este hijo de puta es un pene andante lleno de hormonas y es más molesto que un adolescente cachondo que recién descubre las mamadas. Enserio, parece que piensa sólo con su p**o y ya estoy aburrido de que esté detrás de mí, intentando tentarme con propuestas que sólo hacen retroceder mi polla dentro de mis bolas. — ¡Tú te lo pierdes, Preston! Me abstengo a rodar los ojos, en cambio voy directo por otro trago, un ojo en Lizzy para asegurarme de que está en su lugar, otro ojo en busca de mi hermana para asegurarme de que no se meta en problemas. Encuentro a Jade con Thomas, ambos están hablando, o más bien Jade parlotea como una cotorra mientras Thomas mira desinteresado alrededor. Casi río cuando ella lo toma de la mano y lo arrastra a la pista de baile, en donde probablemente ella bailará y él se quedará allí, de pie, moviendo ocasionalmente un pie y luego otro. No entiendo por qué sigue sus caprichos cuando evidentemente no quiere estar aquí y tampoco quiere bailar. Pero bueno, si eso me libera de cuidar el culo de mi hermana cuando se emborrache, lo tomo. Confío en Thomas y dejarla en sus manos me permite ir directamente por mi pequeña imbécil. Como una astilla que no puede ser sacada, siento irritación al ver a un chico con ella cuando vuelvo a donde se encuentra. Lizzy aún sostiene su teléfono en mano, pero su atención está en el pequeño hijo de puta. — Mathelson — le digo cuando lo identifico, situándome a su lado —. ¿Qué tenemos por aquí? ¿Estás cortejando a mi pequeña marimacho? Lizzy me rueda los ojos tan bruscamente que temo por las cuencas de sus ojos. — ¿Es tuya? — Pregunta con astucia, el muy imbécil. — Podría tener mi nombre tatuado en su culo, pero nunca tendrás la oportunidad de saberlo. — Oh, pero creo que podría — este tipo no sabe cuándo retroceder —. De hecho, la estaba invitando a uno de los cuartos de arriba, pero tú interrumpiste su respuesta. Paso mi pulgar por mi ceja, controlando la ola de ira que empieza a rugir desde adentro. Antes de que mi ira se haga cargo de la situación, Lizzy se adelanta con su rápida boca inteligente —: El comportamiento de ustedes sólo muestra sus inseguridades de lo que probablemente sea tener una pequeña polla inservible — se pone de pie y limpiando el polvo de sus pantalones, enfrenta a Mathelson —. Y si necesitara correrme, tengo un consolador en casa que haría un mejor trabajo del que tú jamás podrías. Se aleja de nosotros con una expresión impasible en su rostro, como si no acabara de pisotear el ego de uno de los imbéciles más populares del lugar. Aunque no entiendo por qué él lo es, si tiene más sustancia y profundidad una hoja en blanco que Jeremy Mathelson. Fulmino con la mirada al pobre tonto que fue aniquilado por una boca demasiado inteligente y voy detrás de dicha boca inteligente, necesitando poner alguna otra expresión en su rostro que no sea indiferencia. — La pequeña Lizzy Jhonson ya descubrió su sexualidad, ¿debería felicitarte? — Camino detrás suyo y sé que me escucha por la tensión en sus hombros. Me encanta sacarla de quicio —. ¿Sí sabes encontrar tu pequeño clítoris caliente, bebé? ¿O necesitas ayuda para eso? Se gira de sopetón, enfrentándome, y mete su dedo en su boca en señal de arcadas, justo lo que sabía que haría. — Prefiero hundir mi rostro en acido que hablar contigo de sexo. — ¿Y por qué, compañera de clase? — Digo, a lo que sus ojos se oscurecen con rabia ya que le he recordado lo que parece querer olvidar, que estaremos juntos todo un semestre —. A mí parecer, tenemos que colaborarnos mutuamente. Ya sabes, el compañerismo y esa mierda. — Ya sabes, mi puño pica por estrellarse en tu rostro si no cierras tu puta boca — pierde el control. — Tan dama, como siempre. — Tan masoquista, como siempre. Y sin advertencia, levanta su puño y, de hecho, lo estrella en mi rostro, mi mandíbula, exactamente. No es un golpe duro, es casi juguetón, pero las personas que nos rodean lo han visto, lo que Lizzy quería. Seguramente pretendía humillarme, lo que no sabe es que sólo me motiva más. Provocarla me fascina. Y ella me da justo la excusa perfecta para llevar las cosas más lejos. — Nena — acaricio mi mandíbula, una lenta sonrisa se estira en mis labios —. Te arrepentirás de eso. Y mientras cualquier persona saldría a correr por mi advertencia, no Lizzy. Lizzy se queda de pie, su quijada levantada con orgullo mientras me observa acercarme a ella. Y me planto allí, frente a su rostro, a escasos centímetros, y le regalo mi sonrisa engreída que tanto la irrita. Entonces, de sopetón, me agacho y estrello mi hombro en su vientre y me la llevo de allí como si de un bulto de papas se tratase… directo a la piscina. — ¡A la mierda, de nuevo esto no, imbécil! — Lizzy me golpea en la espalda con fuerza, pero al no obtener reacción de mi parte, pronto sus uñas se entierran en mi carne a través de la camisa y las arrastra con rudeza por mi piel. Siseo, porque de hecho duele, pero como el masoquista que soy cuando se trata de ella, sonrío más, porque yo siempre respondo a sus golpes. Bajo en un rápido movimiento mi mano a su culo, duro, arrancándole un gruñido de irritación. — ¡Cabrón sin cerebro! — Es lo último que alcanza a gritar antes de caer al agua, pero a diferencia de la última vez, me lanzo con ella. En el agua, ella intentar salir, pero agarro su pie y jalo, arrastrándola más profundo. Lizzy me patea en el pecho, pero subo sobre ella y agarro su cintura. Aún bajo el agua, puedo ver la mirada furiosa que tiene reservada sólo para mí. Y en un rápido movimiento, llevo mi mano a su culo, en su bolsillo trasero, y saco las llaves de su carro y su teléfono, le guiño un ojo y subo a la superficie. Nado rápido, evitando que ella me agarre, aun cuando sé que es lenta en su natación y en cualquier deporte que exista. Salgo, encontrándome con la expresión divertida de Thomas y la enfadada de Jade, ambos niegan con la cabeza ante la situación. Hay más personas hablando y murmurando, pero me vale mierda. Miro sobre mi hombro y veo a Lizzy intentando salir del agua, luce como un perro mojado, y ya sé que está planeando su siguiente jugada. Mientras Jade corre a ayudarla, Thomas viene detrás de mí, diciendo —: No te cansas de esto, ¿verdad? Le sonrío, luego levanto mi mano, enseñándole las llaves y teléfono que tengo en mano. — Tú quedas a cargo de llevar a Jade a casa, de Lizzy me encargo yo. Y mirando detrás de mí, me encuentro con la mirada azulada de Lizzy, echando chispas por sus ojos. Le sonrío, luego le hago un juguetón movimiento con mi dedo índice. Ven a mí, nena. Te estaré esperando.
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