— ¡Maldición! – sonrió en grande – Eres un Diosa. — Basta – sonrió Nat sonrojándose – Tú tampoco estás nada mal mi amor. — Comparado a ti – lo tomó de las caderas y lo acercó, los dos rieron divertidos – Soy un simple mortal. — Pues simple mortal – puso sus manos sobre su nuca – Tienes una Diosa que quiere poseerte. — Eso suena magnífico – Gustavo se acercó para darle un corto y tierno beso – Mi Diosa. — Mi mortal – los dos sonrieron y se volvieron a besar. — Bien – lo tomó de la mano – Vamos a ver a Horacio, tenemos que darle la sorpresa. — Sorpresa de que mi cabello es plata, y tú con cabello corto, tu barba delineada y color blanca, pareces un viejo muy bueno – los dos rieron – Y ese piercing te queda genial – le susurro al oído antes de darle un beso en la mejilla. — No te i