―Jefe ―Mekeril fue recibido por sus hombres―, tenemos a uno. Está en el hospital. Subió al auto escuchando la información. Lo único que quería era encontrar a su mujer de una buena vez. No fue difícil para él deducir lo que pasaba, pues amenazó a un imbécil con dejarlo a la deriva si no abría su boca y, como una perra, lo soltó todo. Sabían que todo fue una distracción para poder secuestrar a su mujer, pero lo que Mekeril no sabía era para qué. Las personas miraron a los recién llegados atónitos, ya que dos de ellos estaban bastante malheridos y aun así caminaban con la mínima expresión de dolor. Lo que más los impactó era que no podían diferenciar en si era dolor o enojo lo que tenían. ―Por el amor de Dios, hay que revisarlos. ―Una doctora quiso ayudar a Alessandro, pero con solo un