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Aquella semana fue la mejor de mi vida, porque Arthur solo tenía ojos para mí, lo hacíamos casi todo juntos a excepción de algunas cosas que implicaran un riesgo para su salud. Nos fuimos de la isla de Milos hacia Santorini, disfrute del sol, la playa y la comida. Visitamos muchos lugares turísticos que seguramente a Arthur no le agradaron del todo por el exceso de gente, como el Partenón de Atenas, el templo de Zeus, entre otros lugares, pero lo mejor de aquel viaje era llegar a nuestra habitación, quedarnos uno al lado del otro, mirándonos como el tiempo estuviera a punto de acabarse, pensar en eso siempre me hacía sentirme mal, pero al mismo tiempo me daba la oportunidad de disfrutar la compañía de Arthur y apreciar cada momento, sobre todo esos momentos donde ninguno de los dos tenía