Jamás en la vida había creído que tendría el rostro de Arthur entre mis piernas, mientras movía con sus labios aquella delgada tela que le impedía tocarme. Parecía un beso, uno delicado para preparar a mis labios vaginales, pero no era un beso apasionado, sino más bien afectuoso, con devoción y cariño, como si nunca antes hubiese estado con una chica virgen.
Su respiración era constante y sus movimientos dulces y suaves, era claro que era un experto en esto, así que cerré los ojos, nerviosa con el corazón casi saliéndome del pecho, tomando la manta debajo de mí para tratar de controlar las emociones que me sobrepasaban.
De mis labios salió un pequeño gemido, estaba excitaba, bastante, aunque técnicamente aún no había pasado nada, pero sí que me sentía húmeda, tal vez eso fue una señal p
