Daniela estaba fumando sola afuera cuando sintió una presencia detrás de ella. Una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios y sacudió el residuo del cigarrillo.
—Dime que estás aquí para follarme, King —preguntó por encima del hombro, sonriendo.
Ares dio un paso adelante y se detuvo a su lado.
Ella volvió la cara para mirarlo.
Ares miraba hacia adelante con las manos en los bolsillos, erguido y confiado como siempre. Había algo muy atractivo en su forma de comportarse. Como si fuera el Dios mismo. La arrogancia le convenía.
Daniela sintió que su cuerpo se calentaba de deseo mientras miraba de reojo al dios griego que estaba a su lado. Había estado con muchos hombres hermosos, pero ninguno se acercaba a esos inescrutables ojos y esa boca firme.
—Puedes tenerme contra la pared, no
