Ares abrió la puerta y entró tranquilamente en la habitación. Fue recibido por un mar de oscuridad plagado de un profundo silencio.
Le llevó un momento adaptarse a la oscuridad y otro más encontrarla abrigada bajo la manta aterciopelada. Estaba durmiendo de lado, de espaldas. Sus ojos recorrieron con nostalgia el contorno de su cuerpo a través de la manta.
Un aire de tristeza había envuelto su delicada forma opacando su aura centelleante. Sin su luz, las sombras habían comenzado a rodearlo.
Con pasos decididos y la mirada fija en ella, se acercó a ella.
Levantando la manta, se deslizó dentro y se sentó junto a su forma dormida. Apoyando su espalda en la cabecera, la miró. Una tierna emoción se apoderó de él al observar a la mujer más testaruda con la que jamás tuvo que tratar.
Sól
