Capítulo 2|Reunión

1544 Words
VALENTINA Al volver a mi habitación cerré la puerta y me quedé por unos minutos pegada a ella, estaba tratando de recuperar la respiración, y no era por haber corrido atrás de Daniel, sino por la impactada que había quedado por ese hombre que conocí. ¿Quién era Alessandro Ferrari? No quería pensar en eso de nuevo, así que sacudí la cabeza y me fui en busca del dicho vestido que mi madre había elegido para mí. No quería estar en esa cena, pero no podía hacer nada al respecto. Las reuniones siempre eran entre familiares y amigos de la familia Cavalli. Por ser mujer no era bien visto que yo anduviera merodeando a solas con un hombre que no fuera mi padre, tío o algún primo, era algo inapropiado por nuestras tradiciones. Si mi madre se hubiera enterado, me encerraría de por vida. Continúo arreglándome mientras a mi mente vuelven esos ojos fríos y sin emociones. ¿Por qué no me puedo sacar de la cabeza? En cuanto termine me di un vistazo en el espejo, esta prenda y los tacones me hacían ver mayor, cómo de unos veinticinco. Aún no había entrado a los veinte y mi madre persistía en que me vistiera como una mujer desde que tenía quince años. Ahora que había cumplido dieciocho, era más su insistencia en que vistiera todo el tiempo con vestidos y tacones, y aunque esto me cansaba y ya se lo había hecho saber, ella me ignoraba y seguía comprándome el mismo tipo de ropa. Lo bueno de esto era que no me obligaba a maquillarme de una manera exagerada, al menos que fuera para una ocasión importante y en ese asunto siempre mandaba a su estilista a que me ayudara, ya que yo no era buena para eso. Me seguí mirando en el espejo con incertidumbre. Nunca había llevado nada tan revelador. El vestido color marfil se pegaba a mi trasero y cintura, y terminaba en lo alto de los muslos; la parte de arriba consistía en un corpiño dorado brillante con tiras de tul marfil. Era bonito, no lo voy a negar, pero no el indicado para mí. Mi estilo era otro, o más bien él que yo quería lucir, porque básicamente mi madre había creado mi estilo sin que yo hubiera opinado sobre el. En ocasiones mi padre la regañaba cuando se daba cuenta de su forma de manipular mi vida pero nomás el se descuidaba, mi madre hacía de las suyas. No sé porque se ensañaba en quererme vestir de esta manera y en hacerme ver como una mujer ante todos. Existía una rivalidad entre mi madre y mi tía, la esposa del hermano de mi padre. Como ellos también tienen una hija de casi de mi edad, mi prima Lucrezia, ella y su madre viven constantemente criticándonos y discutiendo todo el tiempo con mamá. Yo suelo ignorar a Lucrezia, ya que solo se la pasa lanzado su veneno por todos lados. Lamentablemente compartimos todo desde pequeñas, sus padres y los míos viven en la misma finca que abarca muchas hectáreas en la propiedad Cavalli. Desde décadas nuestra familia ha vivido así, compartiendo propiedades, bienes y todo lo que esté a nombre de nuestro apellido. El padre de mi abuelo así lo quiso, y ahora el abuelo lo conservaba de esa misma manera, desde que lo heredo todo. Él trataba de conservar unida la familia, pero lo que más le importaba era el apellido, así que no estaba permitido y tampoco dejaba que hablaran mal de nosotros. El abuelo era un hombre duro, lleno de soberbia y pensando solo en las críticas que podía recibir la familia sin importarle sus integrantes. De niña me rechazó varias veces cuándo me acercaba a él, jamás recibí una caricia o un buen gesto de su parte y mucho menos un abrazo. Su semblante era serio y todo el tiempo estaba callado, cómo si se la pasará pensativo. Ni con sus propios hijos era afectuoso, pero si hacía preferencias, ya sea con Lucrezia, también con Daniel y mis otros tres primos que eran hijos de su hijo menor. Solo conmigo hacía la diferencia y no entendía el porque. Suspiro después de haber recordado todo eso, no me gustaba pensar en que el abuelo nunca me ha querido, en que si no fuera por mi padre, ahorita estuviera encerrada en un convento de monjas. Mi madre aparece en la puerta minutos después. —No quiero usar esto, mamá —me queje del vestido mientras la veo por el espejo. No dijo nada, y se acercó solo para acomodar mi cabello en un peinado sencillo para que cayera mi cabello de lado. Ella llevaba un elegante vestido largo hasta el piso. Deseé que me hubiese permitido usar algo así. Pero no entendía porque tanta formalidad. —Te ves perfecta, como toda una mujer —indico. Solté un quejido. —Me veo y me siento cómo una prostituta. —Las prostitutas no tienen la solvencia económica como para adquirir un vestido como ese. Mamá puso sus manos en mi cintura detallando cada parte de mi cuerpo. —Tienes una cintura muy delgada y el vestido hace que tus piernas se vean muy largas. Estoy segura que atraerás más de una mirada está noche. Cómo si eso me importará, preferiría seguir entre las sombras, dónde nadie me viera y supiera de mí. Miré mi escote. Mis pechos no eran grandes pero tampoco tan pequeños, podía decirse que eran de un tamaño regular, pero el corpiño ayudaba a qué resaltarán un poco. Definitivamente parecía una prostituta. No entendía cómo era que la abuela había aprobado esto y ni hablemos de mi padre que si se hubiera enterado pegaría un grito en el cielo, quisiera no estar presente cuando se de cuenta de mi vestimenta. Él era muy sobreprotector conmigo, me amaba y cuidaba como si fuera su tesoro más valioso. Siempre me lo decía cómo al igual me demostraba su amor de padre hacía mí, pues yo tenía el más genial y cariñoso padre del mundo. —Es hora —anuncio mi madre — Primero iremos al salón sola. Tu padre, tus tíos y tu abuelo, y otras personas… están esperando allí. No estaba informada de eso, lo único que sabía era de la cena pero ahora iba entendiendo porque tanta formalidad e importancia por una dichosa reunión. Una vez que terminamos salimos de mi habitación para dirigirnos al gran salón dónde estaban esperando las personas que había dicho mi madre. Cuando llegamos a la puerta escuché unas voces hombres detrás de ella, mi padre, el abuelo y mis tíos ¿Pero quién más estaba allí.? La habitación estaba repleta de hombres armados y peligrosos, pero quizás no más que mi familia ya que los Cavalli eran los hombres más poderosos de la mafia en Roma. Pero yo no le tenía miedo a mi familia, a pesar de saber quiénes eran y a que se dedicaban, sabía que ellos nunca me harían daño, eran las últimas personas en el mundo que me lastimarían, si eso ocurriera. Mientras cerraba la puerta me quedé ahí parada, enfrenté de los presentes. La conversación murió. ¿Se suponía que debía decir algo? Me estremecí y esperando a que no se dieran cuenta de mi nerviosismo. Me sentí un poco aliviada cuando mi padre estiró su brazo para ofrecerme su mano y me acercará junto a él. En cuanto lo hice mis ojos se encontraron con el hombre de fría mirada. Estaba sentado frente a mi padre y mis tíos. Su penetrante mirada me dejó helada. Contuve la respiración. ¿Por qué estaba reunido con mi familia? Rápidamente escaneé las caras de mis familiares para poder entender el asunto, pero todos se mostraban serios. Este silencio me iba a matar ¿Por qué nadie decía nada? —Padre, ¿no crees que lo apropiado es que le preguntemos primero? —rompió el silencio mi padre, dirigiéndose al abuelo. Seguía sin entender de lo que se trataba está reunión. El abuelo no respondió, su frente se arrugó en un gesto molestó por la pregunta de mi padre. —Ya se ha dicho todo —anuncio el abuelo con firmeza y seriedad, como se le caracterizaba —Tu hija Valentina se casara con Alessandro Ferrari en menos de dos semanas, y ya no hay nadie que contradiga o se oponga a esta decisión que se ha tomado. Mi cabecita da vueltas con esa frase que ha pronunciado el abuelo. Ahora ya podía comprender todo, pero era demasiado tarde, tenía que seguir las tradiciones y órdenes de la familia, aunque yo estuviera en contra. ¿Pero por qué con ese hombre? Para mí era un extraño, ya que era la segunda vez que lo miraba. Quite mis ojos de inmediato de él en cuanto se dio cuenta de que lo observaba. Mis manos sudaban y las movía inquietas, le eche una mirada a mi padre para que me salvará de este horrible compromiso, pero el negó y solo me vio con una mirada afligida. Y es ahí donde me di cuenta que estaba perdida… Que nada ni nadie me iba a salvar de esto, no tenía alternativa, lo único era casarme con ese desconocido de mirada peligrosa.
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