Al caer la tarde, aquel lúgubre lugar donde los niños pernoctaban en Requena se convirtió en una alcoba infantil, los muros habían sido pintados en tonos pastel, del lado que dormían los varones resaltaba el celeste, y el de las niñas el lila. Habían dibujado animales, estrellas, planetas, la luna, el sol, todo lo que se les ocurrió, claro, todo bajo la guía de Rodrigo, para que quedara en armonía. —¿Qué te parece Lulú? —indagó Rodrigo. —Todo quedó bien bonito, ahora ya no da miedo dormir en este lugar. Rodrigo sintió que el corazón se le estrujó al escucharla. —¿Te da miedo? —A veces, sobre todo cuando hay mucho viento, y suenan esas ventanas, y mis amigos dicen que va a aparecer un monstruo, yo corro a meterme en la cama de Numa. —La voz se le cortó, y de inmediato su rostro s