Rodrigo y Giovanna recorrían parques, calles, preguntaban por los niños, daban sus descripciones, pero era como si se los hubiera tragado la tierra. Ambos no podían pensar en nada más que encontrar a los niños. Sus corazones retumbaban con violencia. Giovanna tenía el rostro lleno de lágrimas. Al notar la habladuría de la gente, se habían soltado las manos, y aunque seguían juntos, averiguaban cada uno por su lado. Agotada y con el alma pendiendo en un hilo, Giovanna dejó caer su cuerpo en la fría banca metálica del parque. Rodrigo seguía investigando, pero tampoco tenía resultados. Volteó y observó a Giovanna, su semblante mostraba profunda aflicción, se veía pálida, demacrada. «Seguro, no ha comido nada, no puede seguir así, se va a enfermar» pensó, resopló, no podía permitir e