Rodrigo sintió la garganta seca, y entonces confesó su falta, lo dijo todo, como se había burlado de la inocencia de Giovanna, como la echó semidesnuda de la habitación, como le iba a dar dinero para que abortara. Majo no se contuvo, por primera vez en su vida, abofeteó a su hijo, en ambas mejillas. Rodrigo soportó como los valientes esos golpes, eran nada comparados a la culpa y el remordimiento que sentía. —Me siento tan decepcionada. —No te criamos para que fueras un patán con las mujeres, yo no habré sido un santo, pero jamás me habría burlado así de la inocencia de una chica —rebatió Salvador, miró a su hijo a los ojos con absoluta seriedad. —Los comprendo a ambos, y yo también me siento así conmigo mismo. —Observó a sus padres a los ojos. —¿Crees que ha sido fácil