—¡Hermana Caridad, usted ha sido designada para hacerse cargo del orfanato en Requena!
La noticia fue para la religiosa, como si le inyectaran hielo en las venas, se quedó congelada, la cabeza le dio vueltas retumbando en sus oídos aquella noticia, y el corazón bombeó acelerado, de pronto dolorosos recuerdos del pasado, de cuando era una chica llena de sueños e ilusiones, vinieron a su memoria.
Siete años antes.
Una fuerte lluvia caía en ese entonces en Grazalema, un pueblo de la localidad de Andalucía en España, el convento en donde se había refugiado Giovanna estaba alejado de la ciudad.
Los fuertes vientos golpeaban los ventanales de aquel convento, Giovanna se retorcía en la cama producto del dolor, las contracciones eran cada vez más fuertes e intensas, gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas, se encontraba sola, sin nadie a su alrededor apoyándola, ella así lo había decidido, ocultó ese embarazo de toda su familia, no podía pasar por aquella vergüenza, ella siempre fue una chica centrada, que ansiaba llegar virgen al matrimonio, casarse de blanco, pero nada de eso se dio, todo gracias a la aparición de aquel demonio con nombre y apellido: Rodrigo Arismendi.
Gotas de sudor bañaban su frente, sentía que todo se le rompía por dentro, emitía fuertes gritos de dolor, percibía que no podía más.
La llovizna hizo que el doctor se retrasara y las únicas que atendían a Giovanna, eran las religiosas de la comunidad, tenían experiencia en atender partos, siempre y cuando no hubiera complicaciones. Una de ellas limpiaba con un paño el sudor de la frente de la chica.
—Respire, inhale, exhale.
—¡No puedo más! —gimoteó Giovanna—, sáqueme a este niño, cómo sea, no resisto el dolor, siento que voy a morir —gruñó apretando los dientes.
—Tranquila, no se va a morir, usted es joven y fuerte.
Giovanna se aferró a las sábanas, restregaba su cabeza en la almohada, una nueva contracción la hizo gritar, y cada que las sentía se debilitaba.
«M@ldito Rodrigo Arismendi, ojalá te pudras en el infierno»
En medio de aquel trance, lo único que hacía era maldecir e insultar en su mente al padre de aquella criatura, a ese hombre que dudó de la paternidad de aquel bebé.
Otra religiosa se acercó, se colocó unos guantes, revisó a la joven.
—Este bebé está por nacer, y el médico no llega.
—Haga algo —jadeó Giovanna, ya casi sin aliento.
Las piernas le temblaban de dolor, ya no podía ni levantarlas, lloraba, se quejaba, se retorcía.
—Bien muchacha, debes ayudar a venir a tu hijo al mundo, puja —ordenó la religiosa.
Y después de largos minutos de sentir que las entrañas se le salían junto con aquel bebé, se escuchó un llanto. Giovanna sintió alivio corporal, más su alma atormentada, no. Durante esos meses no sintió empatía con la criatura que se anidó en su vientre, no era producto del amor, sino de un tonto juego en el cual, ella salió perdiendo.
—Es…—La religiosa iba a decir el género del bebé, pero Giovanna, la silenció.
—¡No quiero saberlo! ¡Lléveselo! —jadeó casi sin aliento, el corazón le bombeaba con fuerza, tenía los ojos rojos e hinchados de tanto llorar en el parto, no deseaba mirar en el rostro del niño o niña, el del hombre que la llevó a cometer esos errores.
—Pero es tu hijo —insistió la religiosa—, y es muy lindo, ¿quieres verlo?
Giovanna se negó, no hubo forma de convencerla, meses antes ya había firmado los documentos para entregar a la criatura en un orfanato, ella ni siquiera quiso saber a cuál, ni a dónde llevarían a su hijo o hija, en medio de su inmadurez, del dolor de la humillación que le hizo Rodrigo, se desquitó con el más inocente.
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—¡Hermana Caridad! —La voz fuerte de la superiora la sacó de sus cavilaciones. Giovanna estaba pálida, no le gustaba estar cerca de los niños, en cada infante que veía, recordaba al bebé que prácticamente regaló.
—Disculpe, hermana superiora, estaba distraída. —Aclaró la garganta—, pienso que no soy la persona adecuada para hacerme cargo de ese orfanato —susurró balbuceando, entrelazaba las manos con nerviosismo.
La superiora la miró con la seriedad que la caracterizaba.
—La desobediencia es un pecado, hermana Caridad —recordó la superiora—, ese lugar se está cayendo a pedazos, hay un viejo hospital que nuestra comunidad desea sacar adelante, hemos reunido una buena cantidad de dinero de las personas de buen corazón, no les podemos fallar hermana, ni a ellos, ni a esas pobres criaturas desvalidas.
Giovanna entrecerró los ojos, sintió como si una vara de hierro caliente se incrustara en su pecho, el corazón le dolió, intentaba no pensar en el bebé que regaló, pero ese día fue inevitable no preguntarse: «¿Qué habría pasado con esa criatura?»
—Pero hermana superiora, no creo estar capacitada para algo así.
La religiosa de mayor rango la miró con esa expresión autoritaria que solía tener.
—No le estoy pidiendo un favor, es una orden que viene desde lo más alto de nuestra congregación, ¿piensa desobedecer? —recalcó, la observó con esa expresión aniquiladora, como si la estuviera condenando en las llamas del infierno—, además ya hay una empresa que se hará cargo de la remodelación, la harán por partes, debe reubicar a los niños, mientras remodelan el área del hospital y las habitaciones del ala oeste —informó—, cuando esté allá, le darán más detalles.
Giovanna soltó el aire que contenía, inclinó la cabeza, la superiora tenía razón, una virtud era la obediencia.
—Tiene razón reverenda, no voy a desobedecer —expresó, mordió su labio inferior. —¿Cuándo me iré? —indagó.
—Mañana mismo se irá en autobús, son más de seis horas de viaje, allá la recibirá la hermana Francisca, es la encargada, pero ya es mayor, debe descansar y usted ocupar su lugar.
—Bien —expresó tragando saliva, no muy convencida, parecía que la vida la estaba poniendo a propósito a cuidar a varios niños desprotegidos, como penitencia a lo que hizo en el pasado.
«¡Qué sea tu voluntad, señor, y no la mía!»
Giovanna se debatió entre su vocación religiosa de servicio al más necesitado, y lo que su corazón sentía, creyó que al entregarse a Cristo encontraría la paz que tanto le hacía falta a su atormentada alma.
Encerrada tras los fríos y altos muros de aquel antiguo monasterio religioso, era como Giovanna Rossi ahora vivía, desde hacía como seis años había decidido tomar los hábitos, luego de aquella decepción que sufrió en el pasado, renunció al lujo, a las comodidades que tenía junto a su familia, para hacer votos de pobreza, castidad, y obediencia.
Gracias a las oraciones y al valor de la fe, su corazón herido había encontrado calma, hasta aquel día, no imaginaba que su vocación se vería tentada por el mismo demonio que en el pasado le destruyó la vida.
*****
Rodrigo Arismendi salió del elevador del gran edificio de la constructora Romero- Zapata y asociados en Barcelona, España. Iba enfundado en un traje de diseñador azul que hacían juego con el color de sus ojos. Su sola presencia ponía las piernas de las chicas que trabajaban en la empresa a temblar, bastaba una sonrisa de él, para que todas se derritieran; sin embargo, su corazón no tenía dueña, con el paso de los años se había vuelto bastante exigente y quisquilloso al escoger pareja, ya tenía treinta años, era hora de sentar cabeza, pero no encontraba a la candidata ideal, a pesar de que la lista de mujeres que morían por ser su esposa era larga.
—Buenos días, chicas —saludó con las secretarias y asistentes, les brindó una sonrisa seductora a todas, agitó su mano, ese día estaba feliz, uno de sus mayores sueños estaba a casi nada de hacerse realidad.
—Ingeniero Arismendi —susurró su asistente, la chica casi no podía pronunciar palabra cuando la imponente presencia de él estaba cerca—, ya está todo listo para la junta de las diez. —Inhaló la exquisita fragancia a notas cítricas avainilladas.
—Espero que así sea, sabes bien que no admito errores, y hoy es un día especial, espero hayas solicitado el champagne más caro.
Las manos de la muchacha temblaron.
—Tranquilo, todo saldrá como pidió.
Rodrigo asintió, caminó por los relucientes y bien iluminados pasillos de la constructora, dejando una estela de su fragancia en el camino, haciendo suspirar a todas las mujeres de la oficina. Él en cambio respiraba un aroma a triunfo aquel día, miró su antigua oficina, y ladeó los labios, siguió su camino hasta entrar a la presidencia.
Siete años se había demorado en conseguir tan preciado cargo, pero lo había logrado, les demostró a sus primos de lo que estaba hecho, y ahora la constructora quedaba a su cargo.
—El nuevo CEO —susurró, y miró la oficina. Los ventanales eran amplios, la luz del sol iluminaba el ambiente, había en las esquinas hermosas plantas ornamentales, sobre el escritorio aún había cosas de su primo Joaquín, como fotos familiares—. Le haré cambios a este lugar, lo modernizaré —aclaró, y tomó asiento en el lujoso sillón presidencial, empezó a buscar la posición más cómoda—, definitivamente, debo pedir una silla nueva.
Entonces la puerta del despacho se abrió. Joaquín y Thiago, primos de Rodrigo, y dueños mayoritarios de la constructora, entraron.
—Vaya, ya estás ocupando la silla presidencial —expuso Joaquín, miró a Thiago, ambos sonrieron.
—Así es —contestó Rodrigo—, pienso hacerle varios cambios a la oficina, en especial a esta silla. —Se puso de pie, caminó por el reluciente piso de madera de bambú, se recargó en la cornisa de uno de los ventanales. —¿Por qué andan tan misteriosos?
—Porque le tenemos una misión importante al nuevo presidente —comunicó Thiago.
Rodrigo arqueó una ceja, no supo por qué sintió un escalofrío subir por su médula espinal, de sus primos se podía esperar cualquier cosa y seguramente iban a ponerlo a prueba.
—¿Cuál es esa misión?
—Hemos ganado una licitación para restaurar un antiguo puente en Requena, queremos que te movilices con el equipo hacia allá —explicó Thiago.
Rodrigo soltó el aire que contenía, esbozó una amplia sonrisa.
—¿Es todo?
Joaquín y Thiago se miraron en complicidad.
—No, hay algo más —informó Joaquín.
Rodrigo puso los ojos en blanco, sabía que no le iban a poner el camino tan sencillo.
—Ya hablen par de buitres —recriminó, empezó a impacientarse.
—Existe un antiguo y viejo monasterio que se convirtió en un orfanato, ese lugar se cae a pedazos, como sabes cada año la constructora con aportes de la gente y dinero nuestro hace una labor social, esta vez fue escogido ese sitio, debes encargarte de supervisar la remodelación —avisó Thiago, miró a Rodrigo con seriedad.
—¿Se han vuelto locos? —rebatió, frunció el ceño. —¿Desde cuándo el CEO de una constructora se mete a supervisar obras de caridad? —preguntó y caminó por la oficina, resoplando.
—Desde el momento que peleaste por el cargo de presidente —expresó con firmeza Joaquín—, sí tienes razón, no es parte de tus funciones, pero nuestros padres siempre hicieron eso, mi papá se encargó junto a mi tío Thiago de la remodelación de un hospital en Mompox, además restauraron vías para que la gente pudiera llegar a recibir atención adecuada, ellos no pensaron que eran los dueños y que se iban a ensuciar las manos, pero…
—Si el cargo te queda grande, enviaremos a otra persona —intervino Thiago.
Rodrigo soltó un resoplido, negó con la cabeza.
—Está bien, de todos modos estaré allá, me haré cargo. ¿Quién es la encargada? —preguntó refunfuñando.
—El lugar está a cargo de las religiosas de la comunidad franciscana, no tengo en la mente el nombre de la directora, pero es una persona mayor.
Rodrigo soltó un bufido.
—Y para variar me envían donde unas monjas. —Frunció el ceño—, no se les ve nada con esos hábitos —recriminó, negó con la cabeza—. claro que con tanta abstinencia de pronto alguna quiere pecar. —Carcajeó.
—No seas insolente, respeta —recriminó Joaquín.
—¡Era broma! ¡Ni loco pondría mis ojos en una monja!
No sabía que el universo estaba conspirando para ponerlo frente a la mujer que humilló en el pasado, y de la cual él ni se acordaba, no se imaginaba que el destino le daría una gran lección.
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Antes de continuar:
“Esta es una obra de ficción. Cualquier similitud con personas reales, vivas o muertas, o hechos reales, es pura coincidencia”
“Este libro toca temas sensibles, los personajes ya tuvieron su historia pasada y no fue nada agradable para Giovanna, sin embargo, a veces la vida te da segundas oportunidades, mi intención no es dar lecciones de vida, no tengo esa capacidad, simplemente mi fin es contar una historia, sin embargo aclaro que no es un libro tóxico, ni la protagonista es la típica mujer que no reacciona, aunque en el pasado fue bastante ingenua e inmadura. Si no te agradan estas historias, tengo otras en mi perfil que pueden ser de tu agrado, recomiendo que las personas que han vivido por situaciones similares y no han superado esos eventos, busquen ayuda, se los digo con todo cariño y respeto, y no se reflejen en la ficción, en personajes que no existen, insultando, atacando a los protagonistas como si fueran sus ex parejas”
No vas a necesitar leer otra historia antes, porque los sucesos que iniciaron esta historia serán narrados en los primeros capítulos, así sabrán lo que ocurrió entre los protagonistas.