La puerta de la celda donde estaba recluida Giovanna crujió, la madera era vieja, la hermana Francisca entró, su rostro mostraba profunda seriedad, y dureza. —El obispo ya se encuentra aquí —informó—. Hermana, lo que hizo el ingeniero ha traído graves consecuencias, la noticia recorre los principales diarios de Europa, dada la gravedad del asunto, tuve que llamar a sus padres. —¿Qué? —Giovanna palideció, sintió que la sangre se le fue a los pies. —¿Por qué hizo eso? Se van a angustiar en vano —balbuceó, aún no estaba lista para contar su secreto ante su familia, las piernas le temblaron. La hermana Francisca negó. —Hermana, usted puede ser sancionada, y perder los hábitos, ¿a dónde va a ir? Giovanna arrugó el ceño. —Yo no hice nada malo, yo no le pedí al ingeniero que me llevara