Decir que odiaba su vida era realmente poco para hacer justicia a lo que Chelsea realmente está sintiendo en esos momentos, una mezcla de odio, dolor y desesperación la golpeaban de frente sin contemplación alguna, aquellas palabras dichas por Emerson Chadburn la habían devastado por completo sumiéndola en la peor agonía que jamás hubiese sentido, enfrentar la propia muerte era mejor que hacer frente a lo que estaba ocurriendo. — ¡Por favor! ¡No puede quitármelo! ¡es mi hijo! — lloraba Chelsea con el corazón a punto de estallar en su pecho de dolor mientras los hombres del ojiceleste la golpeaban y arrastraban fuera de la mansión Chadburn. — ¡Mamita! ¡mamita! — gritaba el pequeño desesperado al ver que lastimaban a su madre y la alejaban de él. Emerson miraba con frialdad aquella terr