Viejas heridas

3841 Words
Un par de meses habían transcurrido desde que el semestre había comenzado, el calor sofocante finalmente había dejado de atormentar a las masas para dar paso a los frescos vientos otoñales que arrastraban tras de sí las hojas secas de las copas de los árboles, Melissa había comenzado sus prácticas en el hospital del sagrado corazón, su profesor y reconocido médico Lionel Connor, dueño del hospital, amablemente le había ofrecido realizar sus prácticas allí desde el tórrido primer día al comienzo del nuevo semestre, sus amigos aún se mantenían alertas ante la amenaza que la perseguía, Manuel, su guardaespaldas, se había vuelto un buen amigo, y aunque Jason no había estado muy conforme con la presencia del hombre, no le había vuelto a mencionar algo al respecto, tampoco le pregunto la razón por la cual el guardaespaldas la estaba cuidando, y aunque eso le pareció extraño, lo dejo pasar, no habían vuelto a saber nada de aquel hombre que la buscaba, y cada día rogaba a dios no encontrarlo en su camino, August se había mudado a la ciudad y ahora fungía como profesor de leyes en la universidad donde Stefany y Eimy asistían, se había vuelto cercano a él, el amigo y abogado seguía peleando para que su caso avanzara, había alegado de mil maneras para lograr divorciarla, pero siempre lograban estrellarse contra un muro, era lógico, su esposo tenía demasiado poder e influencias, esto no sería sencillo, aun así agradecía enormemente que su abogado no se rindiera, aunque aún seguía preguntándose ¿Porque razón su esposo fantasma le negaba el divorcio si ni siquiera se molestaba en verla?. — ¿Hermana te ocurre algo? — la dulce voz de su hermano logro sacar a Melissa de sus pensamientos. — Solo me siento un poco cansada, las prácticas y estudiar son cada vez más pesadas — dijo la chica con una sonrisa que de inmediato perdió al ver el rostro preocupado de su hermano. — Oh, pero no debes preocuparte, me va bastante bien y el profesor Lionel es bastante amable conmigo, además Jhon me ayuda bastante con los resúmenes y exámenes — dijo la azabache intentando calmar a su hermano. — Lamento causarte tantos problemas — dijo el pequeño acumulando algunas lágrimas en sus lindos ojos azules. Melissa lo abrazo y seco las lágrimas que comenzaban a formarse en el lagrimal de su pequeño hermano. — Maddox, seré un brillante médico, y lograré que tus piernas vuelvan a funcionar, entonces todo estará bien, no debes preocuparte por nada — dijo Melissa logrando calmar a su hermano. — Se que lo vas a lograr, confío en ti — respondió Maddox. — Veo que aún no pierdes tu brillo, me hace feliz verte tan animada — dijo el viejo Michael observando con dicha la imagen frente a él. — Oh padre Michael, que gusto me da finalmente verlo — dijo Melissa corriendo a abrazar a su amable padre. Hacía tiempo que la hermosa Melissa no lograba verlo en las muchas visitas que hacía constantemente a la mansión, la servidumbre y enfermeras que se encargaban de cuidar a su hermano, le habían dicho que su amo viajaba constantemente a ver al patriarca de los Black, su padre había pedido que reconsiderara la decisión de divorciarse, aunque jamás le explicó la razón de su cambio de parecer, sin embargo, su voluntad era firme y no daría marcha atrás. La tarde había transcurrido entre risas y amenas charlas con su padre y hermano, Manuel conducía de nuevo a su casa, al principio todo aquello le parecía muy incómodo, y era, además algo burdo ver al apuesto guardaespaldas conduciendo su viejo auto, pero no había nada para hacer al respecto, no le pediría un auto nuevo a su padre, sabía de los problemas financieros por los que la compañía aún atravesaba, y mucho menos tocaría el dinero de su esposo fantasma como sugería Jason todo el tiempo. Las calles no lucían tan abarrotadas como los meses pasados, la gente comenzaba a resguardarse de los cada vez más helados vientos, el otoño regalaba bonitas vistas en las calles de concreto, y podía imaginar lo hermosas que seguramente ya lucían las praderas que rodeaban a la mansión Black, sentía un enorme deseo de visitar la mansión solo para ver sus esplendorosas vistas, pero no lo haría, ya no tenía derecho a entrar a las tierras de los Black, además no quería ver ni por casualidad a su fantasmal esposo. Melissa observaba las hojas secas danzando en un vaivén lento y a ratos vigoroso siendo arrastradas por el viento, cerrando sus ojos podía ver todas aquellas memorias de tiempos felices, cuando no había nada de lo cual preocuparse...cuando era feliz. — la noto melancólica señorita White — dijo Manuel intentando sacar a la joven de sus pensamientos. — Supongo que es por la época, vienen muchos recuerdos, dentro de poco será Halloween, mi hermano y yo solíamos comer dulces hasta reventar y jugar en los viejos templos de mi familia a los fantasmas, corríamos por todos lados haciendo enojar a mi padre mientras mi mamá reía... — un nudo se formó rápidamente en su garganta haciéndola callar intentando reprimir el llanto que amenazaba con salir desesperado, recordar las sonrisas de su madre, los regaños de su padre por jugar entre los templos, Maddox corriendo de un lado a otro…aquellos eran tiempos felices…que no volverían jamás. Manuel guardo silencio avergonzado, había empeorado las cosas sin quererlo. Llegando a casa Melissa preparo café y le dejo de nuevo varias piezas de pan a su guardaespaldas, no le gustaba que el pobre se quedará afuera de su apartamento, la hacía sentir mal que tuviese que pasar la noche en vela en una silla, y, además, dormir pocas horas cuando al amanecer llegaba su hermano a cubrirlo, pero el joven se negaba a dormir en el sofá de su sala de estar ya que consideraba inapropiado dormir prácticamente en el mismo espacio de quien debía cuidar. La noche de nuevo cubría las calles, y las memorias le jugaban una mala pasada, Eimy le había dicho que había visto a aquel hombre merodeando los alrededores del campus apenas unas horas atrás, y de nuevo volvía a sentirse insegura...cubriéndose entera con la acolchada cobija deseando desaparecer por un momento, aquellos recuerdos la golpeaban una y otra vez...aquel hombre…el mayor error de su vida…y tambien el que fue su mas grande amor… —Hola, ¿Podrías indicarme donde queda la universidad de medicina? Soy nueva en el campus y no conozco bien el lugar— preguntaba Melissa al chico frente a ella, debía ser al menos 5 años mayor ya que portaba la bata de médico practicante. — Claro, justo me dirijo hacia allí, yo te llevo — le respondió aquel joven de hermosa sonrisa. No podía negarlo, era muy apuesto y su sonrisa amable, su cabello rubio y sus ojos tan peculiares la habían cautivado. — Entonces eres estudiante de nuevo ingreso, estoy seguro de que te va a encantar New York, los mejores profesores están aquí, y considero que es un sueño muy noble querer convertirse en médico, salvar la vida de las personas es la más noble de las labores — decía el apuesto joven y Melissa no podía evitar sentirse embelesada por sus palabras. — ¿Como te llamas? — finalmente pregunto el joven rubio. — Mi nombre es White, Melissa White — respondió tímidamente la azabache. — Tienes unos ojos hermosos Melissa, del mismo color del cielo – dijo aquel con una bella sonrisa. — Yo soy O´Brien, pero puedes llamarme Daryl si me permites a mi llamarte por tu nombre — dijo el joven haciendo sonrojar a la bella azabache. — por... supuesto, puedes llamarme Melissa...— Aquellos recuerdos aun dolían…y dolerían siempre….aquel tiempo en que ella creía que el amor era solo felicidad…ahora la atormentaba. — Como pude ser tan estúpida...— murmuró para sí misma Melissa entre sus sabanas recordando aquel primer momento como si hubiese sido ayer. Cerrando sus ojos, Melissa comenzaba a quedarse dormida, en medio de malos recuerdos. Johan se sentía como un maldito enjaulado, había intentado por todos los medios acercarse a la hermosa Melissa White que había conocido el primer día de clases, pero siempre se encontraba acompañada por ese extraño guardaespaldas y su séquito de amigos que parecían seguirla a todos lados, además su estúpido hermano lo había amenazado con sacarlo de la herencia familiar si no le seguía el extraño jueguito que se traía entre manos fingiendo ser otra persona, ¿Jason Black? ¿Que acaso se había sacado ese nombre directo del trasero? No le había ni siquiera explicado el porqué de su falsa identidad, pero sabía que Melissa White tenía algo que ver con ello, ya que el malnacido no despegaba su vista de la bella jovencita, la seguía a todas partes y siempre procuraba ayudarla, era obvio que estaba interesado en ella, pero viendo la actitud de la joven dedujo que la chica no había tocado su cama y esa debía ser la razón por la cual se hallaba tan obsesionado con ella, nadie resistía a los Black, y su imbécil hermanito mayor tenía una inmensa facilidad para terminan enredado en las sábanas con cualquier mujer que se le posará enfrente, sin embargo al confrontarlo con respecto a la azabache y sugerir que hacía demasiado solo para lograr que la chica abriera las piernas, se encontró con la furia de su hermano para luego ser sostenido por el cuello y lanzado a la piscina de la mansión, ahora no solo no entendía nada si no que estaba realmente confundido con lo que podía o no sentir Elric hacia la chica, todo era un maldito enredo pero se había prometido lograr llevarse a la bella azabache a su cama, sin importar las objeciones de su hermano y los molestos millonarios que solían rodearla. En sus propios aposentos, Elric encontraba fascinante el fuego, las miles de formas que podía tomar de un instante a otro con la más ligera de las brisas que lograba colarse por alguna ventana, la danza sin igual y cambiante de las llamas en la chimenea era un espectáculo de formas y tonalidades rojizas e intensas, el resplandor alumbrando cada rincón de su oscura y solitaria habitación le regalaba aires cargados de memorias y melancolía, el fuego era algo poderoso, impredecible, tal y como Melissa White lo era, meditaba sobre los últimos meses desde que recibió aquella solicitud de divorcio, lo inaudito y absurdo que eso era, una mujer que quería dejar de recibir los beneficios de estar en un matrimonio con él, Elric Black, primogénito y sucesor de su legado familiar, uno de los hombres más poderosos del mundo, considerado entre la elite como el más codiciado, filas de mujeres desfilaban por su cama, cada una de ellas intentando ser la mejor, la que finalmente lo atrapará, aquel pensamiento lo hizo sonreír con ironía, el jamás había pensado en tomar una esposa, aquello era algo innecesario, ¿Un heredero? S, por supuesto que pensaba tener uno en algún momento de su vida, pero no sería pronto, su padre, sin embargo, no pensaba así, constantemente le insistía en tomar una mujer por esposa, comenzar a formar una "hermosa" familia, aquello solamente lograba irritarlo, le parecía tan hipócrita viniendo de sus labios, el, su progenitor, quien nunca estuvo acompañando a la mujer que tomo para ser su compañera de vida, que la olvidó tan pronto como le dio al anhelado heredero que necesitaba para seguir su legado, su madre, la única mujer verdadera que él había conocido, quien no hizo lo que las damas de sociedad estaban acostumbradas a hacer, dejar a sus hijos en manos de nanas y sirvientes para correr a gastar tantos dólares como pudieran en vanas frivolidades, ella, Eleonor, estuvo con él desde el primer día hasta el último en que la vio respirar sobre está tierra, recordaba que su padre jamás estaba en casa, todos sus juegos y aventuras de tierna infancia eran solo con su madre, aquellos días felices donde corrían por los extensos jardines y praderas de las tierras de los Black, aquellas tardes en qué se escabullían hasta el parque central de la gran ciudad donde jugaban y comían sabrosos helados hasta que la noche caía y regresaban a hurtadillas a la vieja mansión, aquella sonrisa sincera, verdadera, que siempre ostentaba su madre y que el atesoraba como el mayor de los tesoros, no había necesidad de verle cargar con joyas, no había oro adornando sus muñecas o cada dedo de sus manos, aun así, era la mujer más bella del mundo ante sus ojos, Eleonor Black fue una dama de humildes orígenes, hija de una familia acomodada a base de esfuerzos y mil sacrificios, donde se le crio con amor, o al menos eso era lo que cada noche su madre le narraba, y nunca era aburrido escuchar la misma historia una y otra vez...sin embargo la salud de la matriarca comenzó a mellar, el brillo en sus ojos día a día se apagaba un poco más, comenzando a reemplazar las largas caminatas y los juegos de carreras por cuentos e historias desde la seguridad de su alcoba, siempre esperando al padre ausenté que aun sabiendo la enfermedad de su esposa jamás se aparecía en casa, los días buenos salían al jardín de Eleonor a balancearse en aquel columpio bajo el sauce...y aun así él era feliz, tan solo deseaba pasar todos y cada uno de sus días acompañándola, haciéndole saber que el estaría allí...aunque aquel accidente lo había despojado de su madre...y el columpio ahora se mecía solo con el vaivén del viento, nunca pudo volver a columpiarse en el...su padre finalmente se apareció en los funerales de su esposa, pero él no fue capaz de derramar una lágrima por la mujer que le dio su vida entera, y le prohibió a él, su hijo, hacerlo, era un Black, no podían demostrar fragilidad ante nadie, en aquel momento sintió odiarlo, odiaba a su padre, odiaba el abandono al que sometió a su madre, y más aún lo odio cuando tan solo un par de meses después se apareció en la mansión de la mano de la maldita interesada, Briana Sanders, ahora Black, se casaron cuando ella ya cargaba en su vientre al bastardo de Johan, la boda más sonada, el matrimonio perfecto, la novia más bella para el novio más apuesto, los diarios y sus torpes notas amarillistas, tuvo que soportar la presencia de la desagradable mujer que lo forzaba a llamarla madre, algo que nunca hizo a pesar de los castigos a los que lo sometía, nació Johan y la mujer lo relego a Sonia, su nana, quien a pesar de ser la nana familiar, jamás tuvo que cuidar de él, su madre, Eleonor, decía que era su hijo y por ende su amor y responsabilidad, Briana no era así, dejo en el abandono al recién nacido, no le dio de mamar a pesar de la insistencia de Sonia, siempre decía que aquello arruinaría sus pechos y estos debían ser perfectos para su marido, cada noche se escuchaba llorar al bebé y sus llantos, en un punto, comenzaban a exasperarlo, recordó aquella noche en qué harto de escuchar llorar al niño que jamás quiso conocer ni llamar su hermano, se escabullo hasta las habitaciones del recién nacido, fue la primera vez que lo vio, era muy pequeño, tenía el mismo cabello n***o de su madre, pero al abrir sus ojos pudo ver el mismo dorado que su madre y padre compartían...¿Como era posible que fuese tan idéntico a ellos si la mujerzuela de su madre no compartía ningún atributo especial con ellos? En medio de esas dudas pudo ver cómo el bebé estiraba sus bracitos hacia él, con una sonrisa sin dientes, como esperando a que él lo sostuviera en sus manos, en vez de eso tomo una pequeña almohada y estaba dispuesto a terminar con los llantos insoportables que no lo dejaban dormir...pero no pudo hacerlo, se quedó mirándolo y acaricio su mejilla, decidió sostenerlo, descubrió que de esa manera el bebé lograba quedarse dormido, y con ello el mismo también podía dormir, fue así que cada noche se colaba en las habitaciones de Johan y lo cargaba hasta dormirlo, detestaba a Briana, ella debería ser quien sostuviera a su hijo hasta calmarlo, pero nunca estaba en casa, siempre se encontraba de compras con las amistades tan frívolas como era ella, tuvo que sostener a Johan por las noches hasta que tuvo edad suficiente para dormir por el mismo, Sonia lo había descubierto arrullando a su hermano, y ambos descubrieron que solo él lograba calmarlo, su nana le decía que debía cuidarlo, que eso era lo que su madre hubiera deseado, y así lo hizo, hasta que Briana los sorprendió jugando juntos cuando él tenía 10 y Johan solo 2 años, los separó, le gritó que jamás se volviera a acercar a su hijo, que terminaría volviéndose un delincuente como lo era su madre, en respuesta ante aquella ofensa, la había empujado a la piscina, aquello le ganó un castigo por parte de su padre, entonces, encolerizado con la nueva familia de su padre, se alejó de su hermano menor, solo observando como la mujerzuela interesada lo mimaba en exceso, Johan comenzó a volverse una verdadera molestia, haciendo mil rabietas todos los días hasta conseguir todo lo que deseaba, era igual a su madre sin duda, lo dejo pasar hasta aquel día en que su infame hermanito comenzó a rabiar porque no lo dejaba usar el columpio de su madre, de ninguna manera podría dejarlo subir allí...ese lugar había sido el último donde ella estuvo...ese lugar fue el que le arrebató la vida...no quería que aquel columpio le arrebatará también al molesto hermano menor que juro proteger...pero Johan, rabioso en medio de su pataleta, se trepó a la fuerza, entonces, él lo tomo por el cuello y lo arrojó al suelo, cuando el niño se incorporó para volver a subir le soltó una bofetada, Johan lo miro con lágrimas en los ojos y corrió hasta su madre para contarle lo que había hecho, Briana armó un alboroto tremendo y ridículo, su padre lo golpeó en el rostro como un castigo por agredir a su hermano menor, días después supo que se iban, su progenitor y su nueva familia, se mudarían a España, y nunca volvió a verlos, años después, cuando él también se había marchado de la mansión Black, escucho que Johan volvió a la mansión en su pubertad para estudiar, luego, se volvió a marchar cuando entro a la universidad, siempre causando problemas a Adam, se había vuelto un estúpido y un rebelde sin remedio, siempre involucrado en pleitos volviendo insoportable para la servidumbre su estadía en la mansión...él, por otro lado, se había marchado a Inglaterra en cuanto tuvo la edad para hacerlo, quería alejarse tanto como pudiera de aquel sitio que tantas memorias le guardaba, los recuerdos de su madre, de su partida de este mundo, aquellos fantasmas que le susurraban al oído las mil culpas que guardaba celosamente en su corazón...su padre, sin embargo le insistía en casarse, en formar su legado, y con ello llegó la amenaza, no sería el quien asumiera el patriarcado si se negaba a desposar a la mujer que había escogido para él, se río de aquello, él ya había amasado su propia incalculable fortuna con sus negocios personales, pero acepto a pesar de ello, no le dejaría el patriarcado a su imbécil hermanito menor, acabaría con todo aquello sin dudar, además no le daría la satisfacción a Briana de ver a su hijo en el centro del mundo, así que firmó, estaba casado con una caza fortunas, su madrastra y aquella mujer de sus recuerdos, le habían mostrado que las mujeres solo perseguían al dinero, la única mujer especial y diferente era su madre y ya había muerto...está flamante y joven esposa no sería una excepción como lo fue la gran Eleonor Black...no volvería a la mansión, no le importaba que su esposa viviera allí, el no regresaría al lugar que tanto dolor le causaba y menos por una mocosa interesada, mando la más costosa de las tarjetas de crédito, le ordenó a Adam proveerla de todo lo necesario y lo no necesario, y se olvidó de su existencia...sin embargo todo cambio cuando llegó aquella demanda de divorcio, la molesta visita de ese abogado incompetente, August , entonces se confundió, ¿Como era posible? ¿Quién quería divorciarse de él? ¿Quién se atrevía a menospreciar al gran Elric Black? Verificando los estados de cuenta, no había nada, la tarjeta no se utilizó ni una sola vez, le causaba gracia imaginar que el plástico n***o que haría feliz a cualquier mujer, se encontraba acumulando polvo en algún cajón o estante, Melissa White, era el nombre de está esposa que planeaba dejarlo a él y a toda su fortuna, pero ¿Quién era ella? Decidió entonces volver al lugar de sus tormentos solo para ver con sus propios ojos a la esposa que lo abandonaba, condujo hasta su viejo hogar y entonces la vio, a la orilla de la carretera, la mujer más hermosa que jamás había visto, pensando en qué sería una opción para calentar su cama durante su estadía en el lugar, descendió de su lujoso auto para ver más de cerca a la bella mujer, sus ojos, eran los más hermosos que hubiese visto, del mismo celeste del más limpio cielo matutino después de una noche de lluvias...su rostro perfecto, sus labios sonrosados, las tersas mejillas manchadas de aceite de motor, era en sí misma una anomalía...ninguna mujer que él hubiese conocido se abría detenido a intentar arreglar su auto con un cepillo de dientes...la visión era tan extraña como hermosa, entonces supo su nombre...Melissa, Melissa White...la enigmática mujer era su esposa, aquella que quería dejarlo…quiso conocerla, quiso saber quién era ella en realidad, ¿Era esa chica de carretera que viajaba con un cepillo de dientes para arreglar su auto? ¿O era otra caza fortunas que usaba la más convincente máscara? Tenía que averiguar, pero entre más se acercaba a ella más descubría lo verdadera que era, comenzó a desearla, a añorarla...y decidió no dejarla ir, ella no buscaba dinero, no buscaba su cama, tenía metas, tenía objetivos reales, era terca hasta ser un dolor de cabeza, intrépida y fuerte, profesaba un amor genuino a su hermano, amigos e incluso a su sirviente, era tan única que no podría dejarla marchar...era SU esposa, y se ganaría escuchar su nombre saliendo de sus hermosos labios, le daría sus herederos, le daría todo de el para Melissa le diera todo de ella...tenía un largo camino para recorrer hasta lograr llegar a la mujer que lo despreciaba por su abandono e indiferencia…y aun así, no se rendiría. El sonido del fuego consumiendo la leña parecía arrullarlo, él era leña, y quería que Melissa fuese el fuego que lo consumiera.
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