Capítulo 3 Conociendo al líder de la mafia.

1969 Words
Capítulo 3 Conociendo al líder de la mafia. A la mañana siguiente, Clara abrió los ojos lentamente, encontrándose una gran oscuridad. Estaba acostada en la pequeña cama de una plaza, en aquel cuarto sombrío al que Marco, la había llevado, apenas ingresó a la mansión; aquel que sería su habitación. La luz filtrada por la parte interior de la puerta, apenas iluminaba el espacio, revelándole donde estaba, pues no recordaba como había terminado allí. Fue Marcos quien la llevó allí luego de dejarla inconsciente de tanto dolor. Sola la levantó de su cama, pues no dormiría con ella, la tapó con una sabana para cubrir su desnudez y la llevó hasta ese cuarto. La observó un poco antes de irse, pensando en todo lo que disfrutó de herirla de esa manera y todo lo que disfrutaría de herirla después. Ella ahora era su esposa, aunque solo en su cama, por lo que podría hacerle de todo y nadie podría detenerlo. La sonrisa en su rostro al irse demostraba que era feliz con todo lo que le hizo, que no se arrepentía en lo más mínimo. Clara intentó moverse y levantarse, cada fibra de su ser resonó con el dolor físico que recibió el día anterior, cuando Marco la había lastimado tanto en la habitación de él. Un espeluznante escalofrío recorrió su cuerpo al recordar todas las palabras hirientes que él le había dicho y los golpes que había recibido, dejando moretones visibles en su piel y cicatrices invisibles en su corazón. El dolor pulsante en su cuerpo le recordó la crueldad de aquel hombre que una vez había prometido amarla y protegerla, promesas las cuales ahora le parecían una vil broma. Clara se sentó temblorosamente en la cama, sintiendo la rigidez en sus músculos y el contante dolor entre sus piernas. Las lágrimas empezaron a caer de sus ojos mientras revivía en su mente los momentos de terror y desesperación que sintió de su primera noche como la esposa de Marco. Con un suspiro tembloroso, Clara se obligó a levantarse de la cama, sintiendo la debilidad en sus piernas, que al cabo de un paso la llevo a caer, recibiendo un golpe duro en su hombro contra el frío suelo. Como pudo, se levantó nuevamente y se acercó con pasos muy pequeños a la otra puerta que había en la habitación, intuyendo que había un baño allí. Trato de lavarse lo más que pudo todo su cuerpo tratando de sacar a Marco de ella, pero los morados todavía se quedaron en su piel. Cuando Clara dio por terminado su baño, viendo que ya no podía refregar más su piel para tratar de desaparecer los sucesos del día anterior, volvió a la habitación envuelta en una toalla, y cuando escaneo la habitación se percató que sus maletas no estaban en la habitación. Sin encontrar rastro de sus pertenencias, se acercó al armario pensando que si no estaba su ropa allí, tal vez habría algo que se pudiera poner. Al abrir las puertas del armario, Clara se encontró con muchas prendas de vestir alineadas perfectamente, pero en vez de aliviarse por encontrar ropa, se angustió al darse cuenta de que eran ropas o mejor ducho, trajes de mucama. Recordó las palabras de Marco el día anterior, diciéndole que de ahora en adelante, si quería comer, tendría que trabajar allí. Con manos temblorosas, Clara retiró la toalla y se puso con rapidez uno de los trajes para, luego de peinarse un poco y colocarse unos zapatos, salir de la habitación. No se quedaría allí un minuto más por las buenas, tenía al menos que intentar salir de allí y lo más rápido que podía. Con paso firme se dirigió por el pasillo hasta llegar a la cocina donde vio una puerta de vidrio que la llevaba al exterior. En la cocina había dos empleados, los cuales solo estaban limpiando y ordenando la cocina, ninguno la vio, pues estaban dándole la espalda. Tomando una respiración temblorosa por miedo a ser descubierta, se armó de valor y con mucho cuidado se acercó hasta ella. Así fue como Clara salió sigilosamente de la mansión, asegurándose de que nadie la viera. Cada paso que daba estaba lleno de precaución, tratando de que nadie la viera, con los sentidos en alerta máxima y el corazón latiendo con mucha fuerza dentro de su pecho. Se escabulló por el patio, manteniéndose en las sombras, escondiéndose detrás de los arbustos e incluso tirándose al suelo, mirando constantemente hacia todos lados para evitar ser descubierta y que trataran de llevarla de nuevo junto a Marco. Mientras se deslizaba entre los arbustos, Clara escuchaba el contante y fuerte sonido de sus propios latidos, mezclado con el sonido de las aves y el murmullo lejano de la mansión. Cada paso que daba la llenaba de temor, haciéndola detenerse y contener el aliento, temiendo ser descubierta en cualquier momento. Podía ver a lo lejos a varios guardias que con cualquier movimiento en falso de parte de ella la descubrirían. De repente, mientras se apresuraba en busca de un nuevo lugar seguro para esconderse por unos segundos antes de que el guardia que estaba a pocos metros de ella la viera, Clara se encontró con una escena grotesca que la dejó paralizada de horror. Ante ella, iluminado por la luz del sol, yacía el cuerpo sin vida de un hombre, su rostro estaba contorsionado en una mueca de dolor, visiblemente golpeado y su sangre manchaba el verde pasto a su alrededor. El estómago de Clara se revolvió con muchas ganas de vomitar hasta que se dio cuenta de que eso no era lo único que tenía que ver en el lugar. Más allá del cuerpo de ese hombre estaba Marco, golpeando con sus puños aun hombre que estaba sentado sobre una silla y atado a esta con unas cuerdas a su alrededor. Ellos dos no estaban solos, había más hombres alrededor de ellos, mirando toda la situación, incluso algunos se reían por lo que estaban viendo y otros le decían cosas al hombre que era golpeado para que contestara las preguntas de Marco si no este lo haría sufrir aún más. —¿Dónde está mi cargamento, imbécil? ¿Crees que tu jefe te salvará ahora que te tengo en mi poder? Déjame decirte que estás muerto si o sí, de ti depende si mueres sufriendo como un perro o hablas y solo te mueres sin más. ¿Qué va a ser? Después de un segundo de vacilación el hombre habló con vos gruesa. —¡Vete a la mierda, Bianchi! Marco, al escucharlo tener ese pequeño omento de valentía solo sonrió sin decirle nada, se giró para mirar a uno de sus hombres y le hizo una seña con la mano haciéndolo acercarse hacia ellos. El hombre se acercó a ellos con una sonrisa siniestra que a Clara le causo escalofríos. De la nada este hombre sujeto con fuerza la mano del hombre levantándola levemente para permitirle a Marcos sacar su cuchillo de la funda en su cintura y acercarse a ellos para rápidamente cortar uno de los dedos del hombre haciéndolo soltar gritos de dolor y maldiciones. Clara miraba todo esto con gran pavor, no podía ni siquiera moverse, solo observaba lo que pasaba. Desde allí vio como Marco quien siempre se mostró tierno y bueno con ella, hasta el día de ayer terminaba de cortarle a ese hombre todos los dedos de una de su mano, mientras el hombre gritaba con mucho dolor. Cuando Marco pasó a la siguiente mano, el hombre se derrumbó por fin. Ya no podía más, lo habían golpeado por varias horas y ahora lo estaban mutilando poco a poco, ya era demasiado, estaba muy adolorido y cansado. Sabía que Marco era un maldito sádico, iba a morir si o sí, nadie lo salvaría, solo le quedaba el consuelo de que dolería menos si se decidía a hablar y revelar donde estaba esa mercancía que su jefe les mando a robar para él. —Ya… Te lo diré… —Oh, eso es bueno para ti. Dime, ¿dónde está mi maldita mercancía? Preguntó Marco sonriendo por haber podido quebrar a ese hombre. —Está en la bodega número 569 del almacén de alquiler, propiedad del jefe. —Hijo de puta, mira a donde lo fueron a guardar… Dijo uno de los hombres que miraba todo lo que estaba pasando allí mientras sacudía la cabeza con incredulidad porque no se les había ocurrido a ellos ir justamente allí a revisar. —¿Por qué no pensaron en eso antes? ¡Era bastante predecible que lo guardarían en el almacén de alquiler, estamos pareciendo inexpertos! Sin dejar que ninguno de sus hombres dijera nada, Marco sacó una pistola y le disparó en la cabeza al hombre que estaba en la silla, dándole así una muerte más pacifica que ser torturado durante muchos días, que era el destino que le ocurriría si no hubiera hablado. El fuerte sonido del disparo resonó en el aire, cortando el estado de shock de Clara con su brutalidad. Sobresaltada y aterrada, por todo lo que vio y escuchó, no pudo contener un grito de miedo que salió de sus cuerdas vocales que parecían tener vida propia. Su voz se elevó en el silencio del patio, alertando a todos esos hombres y en especial a Marco de su presencia allí, quedando atrapada en medio de una situación muy peligrosa y de la que ella no tenía ningún tipo de control. Clara, al ver que todos la miraron, con el corazón latiendo, desbocado en su pecho y las piernas temblorosas, se incorporó de donde estaba oculta y corrió tan rápido como pudo para tratar de escapar de ellos. Sin embargo, pronto sintió la presión de dos manos a su alrededor sujetándola, dos hombres la habían alcanzado, agarrándola con fuerza y la llevaron hacia donde Marco se encontraba, todavía parado al lado del hombre que acababa de matar. El sonido de la brutal risa burlona de Marco llenó el aire mientras observaba cómo sus hombres llevaban a Clara hasta él arrastrándola por el suelo, incluso sus rodillas se deslizaban por el mismo. El rostro de Marco estaba iluminado por una sonrisa triunfante al verla frente a él, impotente y vulnerable no solo a todo lo que ella vivió la noche anterior, sino también por todo de lo que ahora fue testigo. Una vez que Clara estuvo frente a Marco, él no pudo evitar burlarse de ella. —No sabes el placer que me da, el verte tan pronto despierta, después de lo cansada que te dejé la noche anterior. Sus palabras eran afiladas como cuchillas, cortando profundamente a través de Clara, recordándole lo indefensa que estuvo la noche anterior en manos de este hombre tan despiadado. Atrapada en su mirada fría y cruel, Clara sintió tanto miedo inundando su ser, luchaba por mantener la compostura frente a su captor, pero eso le fue imposible cuando él la tomó del cabello y la llevó hasta donde estaba el cadáver de ese hombre atado todavía en la silla. —Esto es lo que te pasará a ti si me desobedeces. Te voy a cortar en pedazos hasta que me canse de verte llorar y te pegue un maldito tiro en la cabeza o tal vez, solo te deje desangrarte antes de darte de comer a los perros. Terminó de decir estas palabras para soltar una risa diabólica que a Clara solo la hizo llorar del miedo. Algunos de los hombres que estaban allí se incomodaron un poco al ver lo que Marco hacía con quién se supone era su esposa, pero otros iguales a Marco gozaron de la reacción de ella, incluso pensaban que esperarían a que su jefe pierda el interés en ella para poder tener un pedazo también.
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