Capítulo 2
La primera noche que compartieron como esposos.
Cuando Marco y Clara finalmente llegaron a la mansión en la que vivirían de ahora en adelante, un lugar que ella hasta ese momento no conocía, un escalofrío recorrió su espalda al ver la gran cantidad de guardias situados en los alrededores de la propiedad. La visión la dejó un tanto perpleja y un sentimiento extraño se apoderó de ella, que la hizo mirar hacia todos lados. ¿Por qué había tantos guardias allí? Se preguntaba en su cabeza, más no lo pudo manifestar.
Clara era consciente de que Marco tenía dinero y mucho de hecho, pero no entendía la cantidad excesiva de guardias y lo lejos que estaba la propiedad del mundo exterior. Estaban tan lejos de la ciudad, que era imposible salir de allí sin un vehículo que la llevara hasta lo más cercano de la civilización.
El auto se detuvo frente al gran portón de la mansión, durante un segundo, antes de que este se abra y se le permita el paso al vehículo de ellos. La propiedad parecía una maldita fortaleza. Al llegar a la puerta de entrada, Marco salió del vehículo en silencio, con una expresión estoica e indescifrable en el rostro, mientras se acercaba a unos de los guardias para hablar con él. Pareciéndole raro que no se haya acercado a abrirle la puerta, Clara decidió también salir del auto, y observó toda la escena frente a ella. Los guardias con los que Marco hablaba, con expresiones serias, no apartaban sus ojos de ella, observaban cada movimiento que hacía con mucha atención, lo que la hizo fruncir el ceño.
—Vigílenlos bien y busquen mi cargamento por todos lados. En algún lugar lo escondió para que no lo encontráramos tan fácil.
—Sí, señor. Quédese tranquilo que encontraremos alguna pista.
Dijo uno de los hombres mientras Marco miraba fijamente a Clara.
—Intenten sacarle información, si no me encargare yo mañana, por hoy estoy ocupado.
Clara sintió un nudo en el estómago mientras veía a Marco caminar hacia ella. Tenía muchas preguntas y dudas rondándole todavía por su mente, pero antes de que pudiera expresar alguna de sus preocupaciones, Marco la tomó del brazo con mucha fuerza y la guio hacia el interior de la mansión, sin dejarla reaccionar.
A medida que cruzaban la entrada de la mansión, Clara no pudo evitar mirar el lugar y quedar un poco embobada por la vista. Aunque su mano dolía por el agarre de su esposo, no podía negar que el lugar era más que hermoso.
Él, al verla admirar todo, no pudo evitar sonreír con desprecio y hablarle por primera vez desde que entraron al auto, para sacarla de su pequeño sueño en el que se encontraba.
—Deja de mirar todo como una idiota. ¿Nunca había visto una mansión?
Al escucharlo hablarle así, más el tono que este empleaba con ella, definitivamente la volvió a la realidad, haciendo que sintiera aún más el agarre de acero en su pobre y frágil muñeca.
—Cariño, me estás lastimando…
No terminó de hablar cuando nuevamente estaba siendo empujada por Marco, atreves de la sala, llevada a la cocina y luego a un pasillo pequeño y oscuro. Todo esto sucedía mientras ella le pedía que la soltara.
—Marco, suéltame… Me estás lastimando, ¿qué te pasa?
En el camino se cruzaban con varios empleados, pero estos solo apartaban la mirada al verlos pasar en frente de ellos, como si nada estuviera sucediendo.
Los dos entraron en una pequeña y tenebrosa habitación, un escalofrío recorrió la espalda de ella mientras observaba el sombrío interior de la misma, sin entender qué hacían allí. La habitación carecía de cualquier entrada de luz natural y parecía más pequeña de lo que era en realidad. Una sensación extraña se apoderó de ella, todavía sin conocer la causa, mientras Marco la seguía apretando fuertemente de la muñeca, su agarre era firme, lastimándola cada vez más, casi parecía dispuesto a rompérsela.
Con una voz que no dejaba lugar a dudas, pero aun así divertida y con burla, Marco le informó a Clara que esta sería su habitación de ahora en adelante.
—A partir de ahora esta será tu habitación, si la puedes llamar así…
Sus palabras resonaron en el silencio de la habitación, llenando a Clara de una fuerte sensación de confusión. Ella no entendía nada de lo que estaba pasando allí.
—¿De qué estás hablando Marco? ¿Como que mi habitación?
Clara, un poco enojada por todo lo que estaba escuchando más el trato que estaba recibiendo, trato de soltarse e incluso luchó por liberarse del agarre que Marco tenía en su mano, pero sus intentos fueron en vano mientras él la mantenía sujeta con una fuerza implacable. Cansado de que ella se quisiera liberar, la tomo de la otra mano también y la zamarreó bruscamente mientras le hablaba:
—¡Quédate quieta, carajo! ¿Qué pensaste? ¿Qué te habías sacado la lotería al casarte conmigo? No seas estúpida, Clara. A partir de ahora, como eres mi maldita esposa, harás lo que yo te mando.
Clara sintió un nudo en el estómago mientras escuchaba a su esposo hablar, parecía un completo desconocido y le estaba causando miedo. Atrapada en la estrecha habitación con Marco, se sintió más sola y vulnerable que nunca. Ese no era su esposo, el hombre del que se enamoró y con el que se casó. Todo le parecía una maldita broma de mal gusto.
—Por favor, Marco, ¿de qué estás hablando? Soy tu esposa, ¿por qué me hablas así? ¿Por qué me tratas de esta manera? ¡Yo no me merezco esto!
—No, no te mereces nada de esto, pero ahora eres mi esposa y como dije antes, harás lo que yo te digo. Serás mi esposa o mejor dicho mi mujer, en la cama, nada más. Luego solo serás una empleada más, eso si quieres comer decentemente.
Al escuchar la barbaridad de que salía de su boca, Clara abrió los ojos de manera descomunal, solo unos segundos después, al razonar lo que él le dijo quiso irse de allí.
—No, esto fue un error. Quiero irme ahora mismo, yo no voy a soportar que me trates así. No me importa si es una broma o que carajos sea esto, pero me iré de inmediato, ¡así que suéltame!
Al escucharla decir que se quería ir a Marcos le causo gracia, por lo que soltó una severa carcajada, pero nada en ella le causó buena espina a Clara, quien solo pudo sentir un escalofrío recorrer su cuerpo.
—Eres más idiota de lo que pensaba si todavía no lo has entendido…
Dijo Marcos antes de soltar las muñecas de Clara y darle una cachetada que la tumbo al suelo.
Por un segundo Clara quedo en shock. Marco la había golpeado y no sabía como reaccionar o mejor dicho, no podía.
—¿Marco...
Aunque Clara intentó preguntarle a Marco que había sido eso y porque la había golpeado, este no la dejó hablar y la sujetó fuertemente del cabello, enredando sus dedos en el peinado que ella se había hecho más temprano para la boda, dejándolo hecho un desastre.
Entre el fuerte grito de ella, se vio siendo levantada del suelo y jalada del cabello, sacándola de la pequeña habitación y llevándola de regreso hasta llegar a las escaleras. Lo mismo de antes ocurrió, los empleados solo miraban hacia otro lado mientras él llevaba a su esposa de los cabellos lastimándola y ella lloraba del dolor.
—¡Ayúdenme, por favor!
Decía a los gritos Clara mientras pasaba al lado de un hombre y este solo le sonrió con burla en sus ojos viendo la escena. Obviamente, no la ayudó en lo más mínimo.
—¡Marco, sueltame! ¡Qué me sueltes!
Escalón por escalón, Clara fue jalada para subir hasta llegar a la cima, donde Marco, cansado de los gritos de ella, la volvió a golpear, esta vez con un puñetazo, dejándola en un estado casi inconsciente, logrando su cometido, que ella hiciera silencio. Como a Clara las piernas le fallaron no pudiendo sostenerse, este la levantó como si de un costal se tratara y la llevó hasta la habitación de él.
Nada más entrar, la arrojó sobre la cama sin importarle mucho tener cuidado, haciendo que la mano de ella golpeara la pequeña mesa de luz colocada al lado de la cama. La dejó allí y se dirigió a la puerta para poder cerrarla y tener intimidad con ella.
Con la puerta cerrada, se acercó a ella, quien movía la cabeza de un lado al otro tratando de dejar un poco su mente. Clara sintió el toque en uno de sus tobillos, por lo que miró hacia allí y al ver a Marco tocándola, quiso levantarse de inmediato para salir de allí. No pudo ir a ningún lado, Marco no se lo permitió.
Tomando a Clara del cuello con fuerza, le habló en el oído.
—No sabes las ganas que tenía de quebrarte en todos los sentidos.
Una pequeña risa siniestra salió de sus labios luego de decirle eso, haciendo que ella volviera a llorar.
—Por favor... Por favor, no hagas esto...
Le decía ella mientras en medio de su llanto veía a Marco rompiéndole la falda de su vestido de boda.
—Mira lo que tenías guardado, pequeña puta... ¡Hoy por fin vas a ser mía, cariño!
Le dijo él antes de romperle la pequeña pieza de ropa interior que ella había comprado para su primera noche juntos. Luego, sin muchas contemplaciones, se liberó de sus pantalones solo lo necesario y se introdujo en ella con mucha fuerza, haciéndola gritar con una intensidad abrumadora. El sonido de su dolor parecía que fuera capaz de romper el aire, llegando a hasta lo más profundo del alma de cualquiera, excepto de su causante.
—Vamos, si... Grita más. Muestrame como lo sientes dentro de ti.
Marco siguió y siguió lastimando a Clara. Parecía que no le importaba la sangre que había sacado de ella, los golpes que le había dado en diferentes oportunidades, los gritos agonizantes que en los primeros momentos ella había liberado y luego la calma desgarradora que la hacía parecer medio muerta sobre la cama mientras él permanecía entrando y saliendo de ella.
Para Clara, su primera vez juntos fue devastadora y muy diferente a lo que había imaginado con anterioridad. Después de tanto esperar, había soñado que su encuentro iba a ser tierno y lleno de amor como él se había mostrado con ella. Sin embargo, lo que encontró fue todo lo contrario: una experiencia por demás horrible, que dejó su cuerpo y su corazón heridos de formas inimaginables. La primera noche que compartieron como esposos fue un completo desastre, marcada por la crueldad de él, dejándola con un vacío abrumador en el corazón y en su alma, además de una profunda gana de querer morir para no volver a experimentar lo que había pasado.