Adrik dejó la habitación sin creer que por vez primera en toda su experiencia con mujeres pudo dejar a medias todo el deseo alocado que se había alborotado en su ser. Al haber salido se recostó sobre la puerta, reposando la espalda contra lo frío y liso de la madera. Resoplaba centrando la vista hacia lo alto de la techumbre. Respiraba hondo tratando de no arrebatarse y disipar el terco deseo de apretarla la garganta y tomarla hasta que ella pidiera suplicando que se detuviera.
«Ni así creo que me detendría, empujaría con más violencia»
Pero recordó de inmediato la manera en qué había muerto Alysa. Eso lo ayudó a distraerse un poco, meditando.
«La mujer que está adentro desconoce que tanto puede disfrutar si me deja desvestirla, ella no tiene la mentalidad abierta de Alysa tampoco su
