¡Cuánto amaba a Rosario! Sus palabras me inyectaron una adrenalina de amor imparable, no podía creer que ella sintiera esa sensación que se quedaba grabada en mis entrañas. Tras sus pablaras me acerqué de nuevo y acariciando su rostro y ella dejando un beso en la palma de mi mano, le susurré. —Nunca podría arrancarme tu esencia de mi piel, aunque me arranquen la vida. Rosario se sonrojó y me dio un abrazo tan fuerte que aun siento sus brazos pegados a mi espalda. Una hora más tarde y preparados para salir de compras decidí pasar al lugar de trabajo de Rubidia acompañado de Rosario para confirmar la invitación, cuando de pronto entra una llamada y en efecto era Rubidia. Con voz fuerte y seria habló en ese momento de posible molestia de su parte. —Solo dime la hora para llegar a tu reuni