Ciudad del Río

2376 Words
—¿Qué es lo que tienes en la maleta? Después de un rato de caminata, se empezaba a escuchar el sonido del río fluyendo. El bosque ganó un aroma más cálido y el ambiente era más húmedo, las hojas caían con lentitud y los pájaros brindaban tranquilidad con su armonioso canto. El camino que antes estaba marcado firme  apartando hierba y hojas, ahora se empezaba a desvanecer. —Tengo lo necesario, sólo eso —respondió Bartolomeo—. Planeaba dejar las dos maletas, pero esta en especial tiene algo importante. —Supongo que está bien —dijo Olot—. Hablando de ti, ¿por qué te has ofrecido como si nada a acompañarme? Hiciste las maletas demasiado rápido. —Lo has notado —Hizo una pausa antes de responder—. Verás, he esperado a encontrar a alguien como tú por mucho tiempo. —¿A qué te refieres? —Bueno, escuchaste la historia del señor Faulkner, te imaginarás que no siempre podemos estar en las mejores condiciones ahí en el pueblo. Estamos abandonados por nuestro rey y necesito ir a la capital a conseguir ayuda de parte de la corona. —Entonces, ¿No te importa guiar a un extraño? —Hice mis maletas hace meses, aunque seas el sujeto más peligroso que he conocido estoy dispuesto a ayudarte. Después de todo eres una esperanza más gracias a tu sed de venganza. —En ese caso déjame presentarme de mejor manera. Mi nombre es Olot, soy hijo de la muerte. —Parece que el anciano que te intentó asesinar te ha contagiado la locura. —Seguro no me vas a creer, pero no recuerdo casi nada antes de llegar a este país. Me siento como si acabara de nacer sabiendo lo más vital. Lo que tengo claro es que soy inmortal y que soy hijo de algo así como un semidiós. —No es el momento correcto para ser incrédulo, pero aun así procura no tentar a la muerte, es decir, a tu padre —espetó como respuesta mientras intentaba aguantar la risa. —Nadie me cree —dijo serio—. Como sea, ¿Es seguro tomar agua del río que suena por allá? —El agua es de hecho una delicia, pero cerca de aquí suelen salir bandidos así que bebamos rápido. Se desviaron del camino y siguieron el sonido del agua, en cuánto llegaron notaron que la anchura del río era más bien pequeña, estaban separados del otro lado aproximadamente por cuatro metros.  —Suena bastante fuerte como para ser tan pequeño —dijo Olot. —A esta altura todavía no se puede apreciar, pero este río es enorme, pocos saben de donde viene. Olot se acercó a la orilla, lo analizó un momento y se dio cuenta de que no fluía de manera normal, al sumergir su mano no podía describir una dirección exacta que siguiera la corriente, si se le ponía suficiente atención se posaba estática ante los ojos. Justo antes de que terminaran de beber agua, se escucharon sonidos de entre los árboles y los arbustos, una flecha rozó la mejilla de Olot. —¡Corre! —gritó Bart mientras se levantaba. Giraron hacia el sendero, pero dieron media vuelta en cuanto se percataron que los empezaban a rodear. El camino que tenían disponible era el que seguía con el río, corrieron esquivando flechas y cubriéndose con los brazos. A lo lejos se escuchó a uno de los arqueros decir "¡Debe ser alguno de esos dos, que no huyan!" —Las flechas vienen detrás, adelántate —gritó Olot a Bartolomeo. —¿Estás loco, cierto? —¡Te dije que soy inmortal, corre! —Le dio un empujón antes de que pudiera responder y recibió dos flechas en la espalda. Siguieron corriendo hasta que el ruido de las hojas dejó de sonar y las flechas dejaron de silbar contra el aire. Se escondieron detrás de un gran árbol. Olot tiró de ambas flechas sin pensarlo y ahogó su grito de dolor cerrando su boca y apretando los dientes unos contra otros. —Maldita sea, llevamos dos horas de viaje y ya nos metimos en problemas —maldijo Bartolomeo— ¿Qué haces? te vas a desangrar. —Estaba a punto de empezar un sermón acerca del porqué no es buena idea sacar dos flechas de tu cuerpo como si nada cuando se pasmó de sorpresa al ver que la herida de la mejilla de Olot comenzaba a curarse de manera acelerada y la piel se reunía de nuevo en su lugar— ¿A esto te referías con inmortalidad? Porque en ese caso creo que ha valido la pena creer en los dioses todo este tiempo. —Será mejor movernos, mis heridas no pueden ser mortales, pero las más grandes tardan más en curar. Vamos, estoy seguro de que nos perseguirán hasta obtener nuestras pertenencias, tal vez hasta nuestra ropa. —¿Y qué nos querrían quitar a parte de eso? —Pues, tu maleta no luce nada fea... —Buscó la maleta con la mirada para señalarla, pero no la encontró— ¿¡Bart, dónde perras mierdas está tu maleta!? —Esto nos costará tiempo —suspiró Bartolomeo— parece que la dejé junto al río mientras bebíamos. —¡Y tan tranquilo lo dices! ¿En verdad es necesario recuperarla? —Bueno, te dije que tenía lo necesario, y cuando digo necesario en verdad es necesario, no la puedo perder. —¿Cómo regresaremos? Pueden seguir cerca. —¡Si la quieren de vuelta crucen el río! —gritó un bandido a lo lejos. —Parece que ya no necesitan perseguirnos —dijo Bart. —Pero ahora nosotros tenemos que perseguirlos a ellos. —Dijeron que crucemos el río. —¿Y si nos están tendiendo una trampa? podrían estar esperando escondidos del otro lado con sus arcos apuntando a nuestras cabezas. —No tenemos otra opción, si es una trampa les das con tu pala y listo —dijo Bart. —Ya veo que empiezas a creerme, pero no es tan fácil, aunque no muera me duele tal como a ti. —Hay muchos árboles, seguro tenemos oportunidad de cubrirnos, no puede salir tan mal. —Como sea, saltemos al otro lado de una vez. —¿Saltar? —preguntó Bart incrédulo— ¿No buscaremos un tronco o algún árbol que se incline hacia allá? —Creí que ambos estábamos de acuerdo en que no tenemos tiempo. —Claro, pero como yo soy el cuerdo aquí debo decirte que hacer un salto así de largo no es tan fácil de lograr. —Tal vez tú puedas 'impulsarte', yo saltaré. —¿Impulsarme? ¿Cómo se supone que yo...? —Fue interrumpido por Olot, que se agachó y posó sus manos a un lado de su bota formando una especie de escalón— ¿Qué estás haciendo? —Sube un pie a mis manos y prepárate para aferrarte a la orilla, cuando te levante intenta dar un empujón extra con la otra pierna. —¿Qué es lo que planeas? —¡Si quieres tu maleta deja de hacer preguntas y haz lo que digo!  Bart obedeció sin ganas pensando que Olot haría alguna estupidez, pero fue tomado por sorpresa cuando la fuerza descomunal de su compañero lo alzó por los aires hacia el otro lado del río, no tuvo tiempo de pensar en su aterrizaje cuando ya se encontraba tendido sobre la tierra mojada y aferrándose a la hierba que crecía junto a los árboles. Un momento después Olot dobló las rodillas y se concentró por un momento, se apoyó sobre sus manos y salió disparado con la misma fuerza con la que arrojó a Bart gracias a sus piernas sobrehumanas. Su aterrizaje fue más afortunado, cayó sobre sus manos y pies. —Ahora no me cabe la menor duda —dijo Bartolomeo con la respiración agitada— no eres normal. ¡Pudiste haberme matado! —Calla y agradece que todavía no estamos llenos de agujeros —dijo Olot mientras se estiraba— sigamos, no deben estar lejos. Se adentraron con cautela, atentos hasta del más mínimo ruido, el ambiente se humedecía con cada árbol superado por sus pasos. "¡Por acá!" dijeron de repente gritos de distintas voces provenientes de la misma dirección. —De verdad quieren que los sigamos, no puede ser seguro algo así —dijo Bart. —Ya estamos del otro lado, muy tarde para preocuparnos. Siguieron el camino por donde escucharon las voces hasta que los árboles se separaron lo suficiente para marcar un sendero, minutos de caminata después pudieron ver a lo lejos como se erguía una cabaña de madera, por las ventanas y del techo había colgados trozos de tela y de piel sucios y ensangrentados. Entraron con desconfianza, la puerta estaba astillada, desgastada y pesada. Al entrar no encontraron nada, el silencio y la humedad gobernaban dentro. Pensaron que se habían equivocado, Olot estaba a punto de dar media vuelta y continuar, pero Bart lo detuvo. —Espera, escucho algo —Apuntó con su dedo hacia un rincón que parecía estar cubierto por una alfombra. Se acercaron, y escucharon ecos que les indicaban como seguir "¡Bajen, queda poco!" —¿Si se tratara de una trampa no sería este lugar el indicado para atacar? —murmuró Olot. —De todos modos no es buena idea bajar la guardia todavía. Al levantar la alfombra se revelaba una especie de compuerta cuadrada que daba acceso a una sala subterránea de piedra que a su vez continuaba con amplias escaleras en forma de caracol que parecían rodear un gran pilar cilíndrico. Había antorchas cada ciertos metros. Cada mínimo movimiento sobre los escalones reproducía un eco que parecía no tener fin y al hablar la voz se intensificaba rebotando en cada rincón del lugar. Después de varios minutos bajando esperaban recibir más instrucciones, pero siguieron sin tener más que reverberaciones de sus propios pasos. —Parece que no era una cabaña cualquiera. —Y más vale que tu maleta sea igual de sorprendente o esto no valdrá la pena. Después de esas últimas palabras llegaron al final de las escaleras, a una sala igual a la del principio pero más amplia, fría y húmeda, con antorchas en cada esquina y un gran portón de madera enfrente. —Ahora sí que debe haber una trampa aquí, ya lo verás —dijo Bart— saca tu pala para ganar ventaja. —¡Hemos llegado! —gritó Olot llenando la sala de eco e ignorando la instrucción de su compañero— ¿Ahora qué es lo quieren a cambio de la maleta? El portón se abrió con lentitud y la luz exterior entró como una ráfaga iluminando toda la sala. Una sombra se proyectó desde la entrada hasta los primeros escalones, la luz apenas dejaba diferenciar pocos detalles de su ropa como la piel de la que estaba hecha su chaleco o la calurosa capa que llevaba encima. —Bienvenido, señor muerte —dijo el extraño sin moverse de lugar— no debe alarmarse, lo estábamos esperando, su compañero también puede pasar. —¿Qué está pasando aquí? —gritó Olot— ¿Qué clase de broma es esta? Yo no soy el señor muerte, lo es mi padre. —Permítame presentarme —Dio un paso y extendió su brazo derecho—. Soy Tander, hijo del rey Polus. Al moverse, la luz se escabulló por el costado y pudieron observarlo mejor, llevaba una delgada cadena rodeando su brazo de manera parecida a la que las escaleras detrás de ellos rodeaban el pilar de piedra, al llegar a su muñeca cadenas más pequeñas se alargaban para colocar anillos en cada uno de sus dedos. En la parte superior la cadena seguía por encima de sus hombros y por detrás de su espalda pero debajo de su capa. —¿Rey Polus? ¿Así es como se llama el gobernante de este reino? Tander rio, su sonrisa era amplia y mostraba orgullosamente su dentadura. —No sé cuál sea el nombre del rey de Marfil, yo me refería al líder de esta ciudad. —¿Ciudad? —dijo Bart— he recorrido desde Roko hasta la capital y jamás había visto esta supuesta ciudad. —Por supuesto que no la habías visto, Bartolomeo, no necesitábamos que la vieras. —¿Por qué sabes mi nombre? —balbució Bart. —Reconocimos la maleta, chico —Siguió riendo con malicia— ¿Tú no me recuerdas? Bueno, éramos muy pequeños, pero tu cara de susto sigue grabada en mi mente. De no haber estado con Faraler habrías muerto. —¡Ustedes son los bandidos que atacaron el pueblo hace años! —Se acercó furioso a Tander. —¿Quieres tu maleta, no es así? Será mejor que te calmes un poco, después de todo sigues vivo solo por ser quien acompaña al invitado de honor. —¿Por qué motivo sería yo su invitado? —Verá, su padre y mi padre eran buenos amigos, por lo que nos complacería ayudarle obsequiándole un interesante objeto y celebrando su trono en el mundo vacío. Olot lo pensó por un momento, no tenía la exacta idea de lo que estaba diciendo Tander, pero sabía que le podría ayudar a descubrir más de su memoria y seguir con su camino. Tendió la mano al bandido. Bart no replicó. —Está bien, te acompañaremos. —Síganme, por favor. Salieron del lugar, pero antes de seguir su camino dieron media vuelta y pudieron ver lo bien escondido que estaba el lugar también por la salida. La habitación en la que estaban era por fuera una gran roca y la puerta que cruzaron era casi invisible después de ser cerrada, pues una capa de musgo la ocultaba y se acoplaba a ella como si hubiera crecido en la misma naturaleza. Voltearon arriba para ver si podían ver el rastro de alguna edificación, pero de nuevo todo estaba escondido, pues por fuera no parecía más que un montón de tierra y plantas que escalaban lo que parecía una formación rocosa. Llenos de sorpresa volvieron a voltear y siguieron a Tander preguntándose lo que se encontrarían más adelante.
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