"Incómoda realidad"

3133 Words
Me hace pensar que cuando Dios tiene un día malo, se sirve de mí para reírse un rato. Pude haber no perdido mi celular, pude esperar, o si quiera darlo por perdido, pero ¡no! Tenía que ir a buscarlo justamente cuando Cristóbal hablaba con su madre, ¡Eso, señores! ¡Esa es la suerte que alguien como yo suele tener! —Es una maldita comedia. —Murmuré mirando la ventana en clase de geometría. —Por lo menos no ha quedado en nuestro salón. —Me alentó Sofía, ella ha estado intentando ponerme de buenas todo el día, y son esas clases cosas me alientan a tener amistades duraderas. —Gracias, Sofía, por verle el lado bueno a la situación. —Ella sonrió con sus ojos más que con su boca. —Pero ¿Cómo es que llegaste a encerrarte en el audiovisual con él? Es decir, justo antes de la junta de alumnos dé inicio de año. Un mocoso dijo que fue a propósito para llamar la atención. —Rodé los ojos. Les encanta hablar —Es que, Dios. —Cerré los ojos para calmarme un poco. Suspiré, y finalmente continué viendo a Sofía. —Yo ni siquiera recordaba que teníamos esa junta. —Dije —Todos deben pensar que sucede algo entre nosotros. —Bueno, en parte eso es bueno. —Se encogió en hombros. —De pronto Cris se ha vuelto de fama aquí. —¿Cómo que de fama? —Pregunté. —Tú sabes, es decir, no popular, pero sí de fama. He escuchado hablar de él como diez veces sólo hoy. —Sofía está en la misma academia de danza que Luisa y yo, es una pequeña bronceada con cabellera castaña y ojos caídos golpeándole a miel, pero cafés de todas formas. —Hablando de cosas menos terroríficas ¿Saliendo hoy vamos a mi casa? De ahí podríamos irnos a la clase de danza con la señorita Flor. —Suena bien. —Respondí esbozando una sonrisa que apenas me nació. Ir a la casa de Sofía es como ir al paraíso de los bienes raíces. Su casa es hermosa, y el trato que te dan dentro de ella aún mejor, además siempre huele a galletas ahí. —Oh, ¡Quieres llorar! ¿Verdad? —Sofía y yo nos giramos a ver a un grupo de chicos de último grado al igual que nosotras, están dentro de nuestro salón y al parecer están sólo para molestar a Marieta, la chica foránea. —¡Deberías volverte a tu pueblo! Es decir, ¿Sabes leer? ¿Les enseñan a leer en dónde vives? —¿Quién es? —Pregunté a Sofía en voz baja, ella observando la escena con desaprobación. —Francisco Yescas. —Bufó. —Pero le apodan la cólera. —No me imagino el por qué. —Fruncí el ceño cuando vi como Francisco tomó el cuaderno de Marieta y arrancó páginas. Eso es demasiado, hasta para alguien tan miedosa como yo. —¡Hey! —Grité y me levanté de mi asiento. El profesor de la pasada clase se fue hace un par de minutos así que solo puedo defender a Marieta yo. —¡Heaven! —Medio me susurró, medio me gritó Sofía. —No lo hagas, por tu propio bien. —¿Cuál es tu problema, Cólera? —Pregunté ignorando la sugerencia de Sofía, y cruzada en brazos, la mirada de Francisco y un par de sus amigos descerebrados se giraron a mí. Francisco es rubio casi albino, su piel es blanca, no distingo correctamente el color de sus ojos, pero es intimidante hasta la medula, y de pronto su apodo toma forma. A la cólera no hay que tenerle miedo... Hay que tenerle cuidado. —¿Cómo me llamaste? —Él dejó el cuaderno de Marieta en el suelo y dio dos pasos directos a mí con sus ojos indistinguibles por lo pequeños que son, clavados en mí. —¿Cómo me llamaste? —Có-le-ra. —Mi voz ya tembló cuando dije la última silaba. Aún con los brazos cruzados mis piernas flaquearon porque una pequeña sonrisa perversa se fue formando en sus labios rosados. —¡Cólera! —Asintió con la cabeza. —Así me has llamado, y respóndeme algo más. —¿Crees que tengo la obligación de hacerlo? O más aún, ¿Tú el derecho de preguntarme algo? —Alcé la voz provocando un par de miradas. Sólo tengo que sostenerle la mirada, y no notará el miedo que logro sentir. —Bueno, tal vez no tengo derecho a preguntarte algo... Pero sí puedo asegurarte de que puedo obligarte a hacerlo, así que respóndeme, ¿Cuántas personas crees que me han dicho "Cólera" A la cara? —No me interesa. —Chasqueé mirándolo de pies a cabeza, por los músculos contraídos que tiene y la dimensión de estos me imaginé a mí misma saliendo volando hacia el pizarrón con un golpe suyo. —No te interesa. —Repitió mis palabras asintiendo con la cabeza. —Bueno, para tu información, han sido solo dos. Ahora pregúntame ¿Cuántas personas se han cambiado de la preparatoria en este último año? —¿Cuántas? —Esta vez sí soné con voz temerosa. Él lo notó, parece que huele el miedo, y eso me pone más de nervios. —Dos. —Sonrió. —Próximamente tres, si no me pides una disculpa. De rodillas. —¿Ahorita ya o más tarde? —Sonreí sarcástica. Así señores, así se cava una tumba. —¿Detecto sarcasmo? A todo esto ¿Cómo te llamas? —Me encogí en hombros. —Te importa un pepino. Ahora más te vale dejar en paz a Marieta si no quieres tener problemas conmigo, brabucones como tú sólo son niños infantiles con ganas de atención. —No eres muy brillante, ¿Verdad? —Se giró a ver a todo el salón, ¿Dónde demonios está el profesor? —Tú. —Señalo a Sofía —¿Cómo se llama tu amiga? No se lo digas, Sofía, por favor No. Se. Lo. Digas. —Ella es... —Sofía me miró suplicante. —Ella es... —No querrás que te haga la vida imposible a ti también, ¿O sí? —Dijo en voz baja. —Soy Heaven. —Terminé yo antes de comprometer más a mi amiga. Un destello de brillo se filtró en los ojos de Francisco, él carraspeó volviendo su vista a mí, dando dos pasos para acercarse a mí. —Heaven Zarcos. —Bien, Heaven Zarcos, no sabes lo que te espera. —Me giñó el ojo y finalmente optó por irse con sus amigos dando pasos pausados y dedicándoles a las demás miradas intimidadoras. —Debiste preguntarme quién demonios es Francisco antes de hacer tal estupidez. —No ha sido tan malo. —Murmuré aunque en realidad mis rodillas no dejan de temblar —Ahora dices eso, pero Francisco no es un brabucón cualquiera, él literalmente está en cosas ilegales, inclusive se droga, ¿Te das cuenta de que tiene suficientes malos contactos? —Honestamente no le tengo miedo, Sofía. —Respondí intentando dejar a un lado aquel tema — ¿Entonces a la salida nos vamos juntas? —Pregunté. De lejos vi a Marieta sonreírme en forma de agradecimiento, yo le sonreí de vuelta. —Si tú lo dices... —Me murmuró. El resto del día lo pasé conociendo nueva gente y reencontrándome con viejos compañeros, este año escolar pinta para ser uno interesante, principalmente con la llegada de Cristóbal. Más tarde, antes de la ultima hora y acompañada de Miguel, llame a mamá para avisarle que me iré con Sofía a su casa y luego a la academia, también le recordé que llevo ropa para la clase guardada en mi casillero de la academia de danza. —Así que en solo un día has retado a Francis y has elogiado a Cristóbal, siendo que los dos lucen como un par de asesinos, y siendo en realidad uno, uno ellos. —Lo primero es cierto, y lo segundo no es nada más que un malentendido. —Le dije a Miguel quien no ha parado de reírse de mis desgracias. —Y... —Éste alzó una ceja y volvió su vista a mí. —¿En verdad te atrae? —¿Quién? ¡¿Francisco?! —Mis ojos quedaron como platos, esa pregunta fue casi ofensiva para mí. Alguien como él con alguien como yo es algo que ni en sueños o más bien pesadillas, podría suceder. —¡No! ¡Dios! Claro que Francisco no. —Rodó los ojos. —Digo... ¿Te gusta Cristóbal? ¿Qué clase de pregunta es esa? —No. —Afirmé. —Es sólo que las situaciones no se han visto favorables para mí, y simplemente estoy destinada a la mala suerte. —Claro, de seguro que Cristóbal justamente se encontró contigo y te forzó a ir con él. —¡Literalmente es lo que sucedió! —Me burlé ante la ironía. Él hizo una mueca y sonrió lentamente. —Es bueno saberlo, —Miguel se detuvo y miró su reloj de mano. —Oye, tengo clase de historia, te esperare en la puerta a la salida. —No es necesario, me iré con Sofía. —Sonreí pero él no lució muy satisfecho con mi respuesta a lo que dijo: —No lo sé, Heaven, últimamente te tengo en peligro constante. —Rodé los ojos y él me imitó. —Esa mirada pizpireta. —Miguel presiono mi nariz con su dedo índice y pulgar. —Yo igual voy a esperarte a la salida, no tengo nada mejor que hacer. —Adiós. —Sonreí haciendo mi mejor intento por callarlo, y comencé a caminar a mi siguiente clase. De vez en cuando me hago la idea de que tal vez Miguel siente una clase de lejana atracción hacia mí como en primer año, pero la duda es mayor que la respuesta puesto que algunas veces más que a una chica que le gusta me trata como si fuera su hermana menor. Tomé mi clase de literatura a la última hora junto a Sofía, otras amigas y par que otro de amigos, todos sin salir del tema de Cristóbal quien está un piso arriba del de nosotros. —¿Quiénes van a quedarse a limpiar el salón? —Preguntó la maestra de literatura. Oh no, no voy a hacer eso. Así inician las películas de terror. —¿Qué tal Sofía y Gabriel? Gracias a Dios no fui yo. Salí acompañada de un par de compañeros de la clase y de pronto recordé como tengo que esperar por Sofía ya que para nuestra mala suerte, nos vamos juntas. —¡Heaven, por aquí! —Me gritó Miguel quien está acompañado por la muchacha alta, Alexa. Oh no, Alexa me odia. Negué con la cabeza y éste frunció el ceño. —¡Heaven! ¡Ven con nosotros! —Gritó Alexa al igual que Miguel con obvia hipocresía. Sonreí con los ojos entrecerrados diciéndole con las manos que no. Ella alzó una ceja y se encogió en hombros volviendo su vista a la de Miguel. —¡No, estoy ocupada! —Grité a lo lejos, ellos dos están entre la puerta de entrada y salida y yo estoy frente a mi edificio. —¿Necesitas que te salven? —Tranquilamente giré mi cuello un par de grados, Cristóbal cruzado en brazos y apoyado sobre el marco de la puerta de uno de los salones de la planta baja del edificio. —¿Cómo se supone que lo harás? —Murmuré imitando su posición cruzada en brazos. —¡Vamos, Heaven! ¡¿Qué tan ocupada se puede estar?! —Gritó Alexa. Detesto a Alexa. —No es tan difícil. —Susurró y tomó mi brazo, pronto me jaló a adentro del salón vacío por ser la hora de salida. De pronto me di cuenta de lo cercanos que estamos, aún tiene su mano sobre mi brazo, aun mi pecho está cercano al suyo, y nuestras respiraciones en colisión al igual que nuestros cuerpos. —Lo siento. —Murmuró y me soltó. —Había estado pensando en cortar mi cabello. —Dijo naturalmente y comenzó por cerrar las cortinas color vino del salón, para finalmente llegar a la puerta y cerrar con botón. Oh no, ¿Por qué tuvo que salvarme de Alexa? ¿Por qué no sólo afronté e ignoré a esa niña mimada y gigante? ¿Por qué siempre que nos encontramos tenemos que estar encerrados? —¿Por qué cerraste? —Carraspeé cuando mi voz falló. —No queremos otro accidente como el de hace unas horas, ¿O sí? —Preguntó regalándome una sonrisa incomoda. —Bueno, sólo se trataba de que me ayudaras a escaparme de Alexa y Miguel, no es para que nos encierres como en el elevador. —Su ceño se frunció considerablemente, pero pronto volvió a su postura impasible. —Lo del elevador fue divertido ¿Verdad? —Alzó una ceja. —No voy a terminar de agradecerte lo que hiciste ahí por mí. Me tranquilizaste como nadie había podido desde Estela. —Ni lo menciones. —Se me pusieron los pelos de punta cuando mencionó el nombre de la difunta, pero decidí disimular caminando lentamente a la puerta. —Creo que si tú no te hubieras asustado tal vez yo jamás me hubiera calmado u olvidado que estábamos solos en un elevador descompuesto. —Entonces es reciproco. Te devolví tanto como recibí de ti, ¿Cierto mii cielo? —No debería admitirlo, pero hablar con él es de alguna manera, confortable. —¿Por qué no querías encontrarte con ese tal Miguel? —No se trata de Miguel, yo a él lo adoro —Cristóbal asintió lentamente con la cabeza para pronto morder ligeramente el interior de su mejilla —Es más bien sobre Alexa. —¿Ella está intimidándote? —Sí, bueno algo así. —No, la verdad sólo no me agrada. —Cristóbal ladeó la cabeza y entrecerró los ojos. —No lo sé, yo no estaría tan seguro, ¿Te ha hecho algo? —Preguntó y parte de su tono de voz escondía curiosidad. —No, nunca. —Sólo me empuja cada vez que pasa por mi lado, y me encerró en los baños un día. Aunque yo no podría decir que soy mucho mejor, cuando en la hora de receso tomé su botella de agua sin que se diese cuenta y la cambié por agua del retrete. Pero... Ella es la mala, obviamente. —¿Segura? —Preguntó más seriamente. —Podría hablar con ella, si eso te parece. —No, en lo absoluto, tú olvida el tema de Alexa, te debo una. —Cris cambió su rostro serio a uno tranquilo y sonriente. —Está bien, cielo, yo te debo el que me hagas sentir como una persona normal. —Estoy segura de que sabrás reincorporarte a la sociedad. —Después de haber pasado un par años en un lugar así... —Cristóbal negó con la cabeza. Sé que se refiere a la correccional —No quiero imaginarte a ti ahí. —No lo hagas, sólo olvídalo y sal adelante, recuerda que estas aquí. —Pero todos me tratan como si aún estuviese allá. —Me acerqué dos pasos a él y reaccionó de manera instantánea con su labio inferior temblando ligeramente. —No estás allá —Golpeé su hombro izquierdo suavemente. Él curveó aún más sus hombros ya de por sí encogidos por la inseguridad. —¿Sabes... Sabes que es lo más extraño de ti? —Preguntó en un tono nervioso, pero a la vez con un toque de diversión. Me quedé intrigada, así que decidí preguntar: —¿Qué es? —Que nadie, desde que salí de la correccional, me ha dado miedo, pero tú, desde el día en el que apareciste en ese elevador me aterraste en el buen sentido... Como si mi objetivo fuese... Agradarte. —No lo intentes, ya me agradas. —Sonreí. —Ahora. —Ay, cielo. —Murmuró lentamente —¿Qué vamos a hacerle? —Comencemos con dejar de temblar. —Dije —No voy a morderte, honestamente no estoy interesada en el canibalismo. —No estoy temblando. —Tu labio inferior lo hace. —indiqué y entonces entendió mi juego. —Yo nunca tiemblo. —Murmuró mirando mis ojos, Dios, sus ojos son tan azules, tan auténticos y.... Tristes. —Mentiroso. —Mala perdedora. —Enojón. —Su sonrisa baila en diversión una vez más. Parece un chiste del destino al azar la forma en la que de pronto aparece el fantasma de un Cristóbal completo, no roto. —Mi cielo —Me dijo finalmente, me cruce en brazos, al parecer Cristóbal ha encontrado un apodo para mí. —¿Analizamos lo que dijiste o tu humillación es suficiente insulto? —Detrás de él abrí la puerta después de quitar el botón y salí, ahí está Sofía esperando por mí. —¡Heaven! —Su sorpresa es tan evidente, pero de pronto al ver a Cristóbal siento el miedo en su mirada, él tomó al momento mi mano y me puso detrás de él —¿Quién es ella? —Me susurró asustado. Me solté de su mano y di un paso adelante, la sorpresa de Sofía se convirtió en una mirada curiosa, seguro se pregunta por qué toma mi mano de esa manera cada vez que nos encontramos con otra persona, me lo pregunto yo también. —Es Sofía, una amiga. —Sonreí —Sofía, él es Cristóbal. —Hola Cris —Sofía dio un paso, pero Cris se quedó dudoso de saludarla, frunció el ceño, pero finalmente cambió su mirada a una tranquila y besó la mejilla de mi amiga. —Vámonos, se hizo tarde, nos iremos directo a la compañía. —¿Qué? —Preguntó Cristóbal —¿Compañía de qué? ¿Clases de qué? —¿Heaven no te lo ha dicho? —Preguntó mi amiga. —Somos bailarinas de Ballet. El rostro de por sí ya pálido de Cris se puso aún más claro como la nieve, sus ojos me miraron de pies a cabeza. —Heaven.... Yo...Yo...No quiero volver a verte cerca de mí. —Murmuró —Te lo advierto. ¿Qué? ¿Qué ha sido eso? Cristóbal se dio media vuelta y caminó hacia la salida del instituto a puños cerrados, con su grande espalda dándonos vista a Sofía a mí. No lo conozco, entonces ¿Por qué se siente tan mal? —Mejor para ti, ¿Verdad, amiga? —Me dijo Sofía, pero de pronto me sentí fuera de lugar. Obviamente esa iba a ser la reacción de Cristóbal. Estela era bailarina, ... Yo lo soy también.
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