"Tú"

4298 Words
Las mañanas en la casa de los Zarcos siempre son iguales: Luis, mi hermano mayor sale primero que todos los demás a eso de las cinco y media de la mañana a su trabajo, mamá se sirve un desayuno y nos ofrece a Mariana, (mi cuñada) y a mí. Siempre lo declinamos y más tarde nos preparamos algo nosotras, o en su caso, Mariana me prepara algo a mí o yo a ella. —Tienes que salir de mi cuerpo ya, ya, ya, bebé —Dijo Mariana observando su vientre hinchado, luego dedicándome una mirada rápida. —Dile, Heaven, dile a tu sobrino que ya es hora. Culpo de esto a tu hermano. —Tu barriga parece una pelota de basquetbol. —Dije sin verla; Mariana, tiene ocho meses de embarazo y está impaciente porque ese pequeño esté fuera. Ahora está viviendo en nuestra casa en lo que mi hermano encuentra en dónde vivir. —Ja, ja, ja. —Me miró molesta. Mariana es pelirroja hasta el pecho y su piel es blanca, tiene labios generosos y circulares, según Luis. Es muy delgada por lo que ese bebé sobresale de más de su cuerpo considerablemente. —Por lo menos no soy amiga de un asesino ¡Y fes bailarinas! —Soltó una risotada ruidosa. —Grosera. —Dije mirando la televisión, la relación que Mariana y yo tenemos es bastante cómoda, desde el principio ella jamás intentó quedar bien conmigo a pesar de ser su cuñada, por eso quizá me agradó más que las demás novias de Luis. —Ya van a dar las siete con cincuenta. —Dijo viendo el noticiero en la pequeña caja de televisión de la cocina. —Fuera de esta casa. —Tienes suerte de no tener que salir de esta casa porque no cabes en la puerta. —Respondí y mientras tomé mi mochila y la colgué sobre mi hombro. —Ya quiero que nazca este bebé para que dejes de ser la favorita de Luis. —Respondió Mariana en un tono celoso, siempre ha dicho que Luis me prefiere por encima del mundo, incluida ella aun cuando yo creo que él la ama más que a nadie. Finalmente salí de casa. Ha sido un tiempo...no muy fácil para mi familia: cuatro personas y media en una casa con tres habitaciones, un baño y medio, además de gastos previos del parto de Mariana y teniendo sólo un auto en casa, he tenido que batallar, es decir, limitarme en gustos y salidas, además de lo único que me resulta realmente difícil ir en transporte público. Jamás me ha gustado, por el peligro que vivimos hoy en día, sin embargo al vivir lejos no tengo a nadie que me pueda llevar. Hace tan sólo dos semanas fue el baile de graduación de la generación anterior de la mía, María, quien es mayor que yo, finalmente se ha graduado, pero la idea de tener que ir sola sin todos esos amigos mayores que adquirí con el tiempo me hace sentir vulnerable. Me paré frente a la parada de autobuses junto con otro par de personas que esperan lo mismo. Como referencia, ni uno de ellos sonriendo. La calle está mojada, el clima húmedo es el perfecto indicador de que toda la noche de ayer estuvo lloviendo, en las esquinas se comienzan a asomar los puestos de comida donde varias personas en traje que comenzaron ya su día desayunan rápidamente. —¿Es tu primer año? —Seguí viendo mi celular un par de segundos hasta que me percaté que la señora a la esquina posterior a la mía me habla a mí. —¿El mío? —Me señalé a mí misma y ella asintió naturalmente. Es una mujer de mediana edad con piel gruesa en su amable rostro rosada y ojos castaños con un cabello blanquecino. —Sí, mi niña, mi hijo Emmanuel recién entra este año —El tal Emmanuel que no parece de primer ingreso y que usa el mismo uniforme que yo, me vio. Tiene las facciones totalmente opuestas a su madre, su cabello un color castaño oscuro, una quijada marcada y una mirada parecida a algo temerario. —Y le estoy ayudando a hacer amiguitos. —Y te lo agradezco infinitamente. —Su voz no suena como la de un niño de primero, solamente puedo notar como su madre lo agobia. —Oh... —Ella acarició el cabello de su hijo y dirigió su vista a mí. —Emmanuel es muy tímido, así que me tomé la molestia de acompañarlo hasta la parada de autobús, con suerte, pensé que encontraría a un muchacho, o muchacha que pueda acompañarlo. —Oh, bueno, no soy de nuevo ingreso. —Sonreí. —Pero puedo acompañarlo. —¡Sería un alivio! —La voz emocionada de la mujer me reventó el tímpano. —¡Bien! Me voy, tengo cita para ponerme uñas, yo, ¡Adiós, bonita! Y no te despegues de mi hijo. —Como diga, señora. —Me quedé viendo al chico bronceado, está hecho una furia, y la señora no se da cuenta en lo absoluto. —Cuídate, Emmanuel, y verás cómo este año sí se logra. —Adiós, mamá. —Finalmente, y después de darle un beso chillón en la mejilla, la señora finalmente se fue, quiero creer, a ponerse sus dichosas uñas. El camión llegó minutos después, y tanto Emmanuel, un par de personas más y yo, entramos. Me senté en la esquina hasta el final junto a la ventana luego de pagar un par de monedas. —¿Puedo? —Me giré y vi al moreno con una sonrisa avergonzada. Lo miré de pies a cabeza y terminé por encogerme en hombros y asentir. —Tu madre me regañará si no te sientas, de todas formas. —Me mofé de su desgracia, éste rodó los ojos y se sentó a mi lado. —Y a todo esto, de lo que por cierto, no vas a hablar con nadie. —dijo en tono de advertencia con una sonrisa suave, y seguido de ello preguntó: —¿Cómo te llamas? —Soy Heaven. —Me reí en voz alta. —Lo primero que haré al entrar será que hiciste a tu primera amiga gracias a tu madre, pequeño niño sociable. —¡Pequeño niño sociable! —Se burló de mi chiste, bueno, más bien, algo gracioso vio en lo que dije. Tiene una risa burlona, no de esas agradables, sino de esas que te bajan tu autoestima. — ¿Qué tiene de gracioso? —Lo vi sintiéndome curiosa. —Nada, nada... —Emmanuel apretó sus labios. ¿Qué dije? —Es solo que no soy pequeño, Heaven. —¿Entonces? —Apoyé mi mochila sobre mi pecho y puse atención a sus movimientos, tiene el cuerpo formado y adulto al igual que su rostro, su piel tiene un par de imperfecciones comunes en un adolescente, sus ojos son un par de tonos más claros que su cabello café. —Bueno, hace dos años reprobé el primer año de preparatoria, y hace un año decidí salir y ahora estoy repitiendo por casi tercera vez. —¡Vaya! —No procesé bien lo que dijo. —Quieres decir que tienes mi edad, pero por pereza estás con los pequeños niños. —Mi mala conducta es mi mayor problema, no mis calificaciones. —Se encogió en hombros. —Soy inteligente, pero siempre me sacan porque soy el rey de la guerra. Así me apodó el director de mi última escuela. —Se burló. —¿Peleas? —Pregunté en voz baja sintiendo poco a poco más interés en la plática. Usualmente las conversaciones que tengo se deben a una extraña sensación de obligación, más cuando una persona muestra una personalidad más allá de lo usual, es cuando me detengo en cada detalle. —Sí, por razones muy ilógicas, en realidad. —Lo dijo con una naturalidad terrible —La última fue porque un muchacho sonreía con más encías que dientes. —Oye a mí sí me parece lógico. —Me burlé aunque por dentro me sentí ligeramente asustada. Supe ahí que tenía que medir qué decía frente a él, o en dado caso, alejarme. —Aparentemente. —Asintió —Así que no te metas conmigo. —¿O me matas? —El asintió con falsa naturalidad y golpeé su hombro. Recordé brevemente mi situación con Cristóbal, tragué saliva y miré mis pies. Volví mi vista a Emmanuel y él estaba observándome con curiosidad. —De todas maneras aun no tengo expectativas de esta ciudad. —Miró a la ventana. Pasábamos por una calle concurrida, las personas caminaban con rapidez, y había demasiado vandalismo por todas partes. —¿No eres de aquí? —Pregunté atrayendo su vista hacia mí nuevamente. Él sonrió con simpleza y suspiró, sus parpados fueron bajándose poco a poco hasta quedar dormilones, o tristes. —No. —Respondió. —Viví en el extranjero con papá por un largo tiempo —Continuó —Pero mamá exigió mi custodia hace no mucho, y al tener menoría de edad, Bueno, ya sabes el resto. — Debe ser duro. —Hice una mueca, tratando de entenderlo. Él frunció el ceño, sé que parte de él quería decir "sí, es duro", o eso sentí, pero su mirada volvió a ser tranquila y despreocupada. —Creo que es lo mejor ¿Sabes? —Se encogió en hombros tranquilamente —Además papá jamás se interesó mucho por mí, es decir, me quiere y todo, pero con Karla y su disque bebe en camino... Salí sobrando. —Esta ciudad te gustará, harás amigos muy pronto. —Le di unas palmadas el hombro. Él asintió mordiendo su labio superior alzando las cejas, expectante. —Heaven, no te ofendas, pero me gustan más las rubias. —Dijo viendo mi mano sobre su hombro, en menos de un segundo me alejé totalmente de él. —¡Ahg! —Emití el primer sonido que me vino a la mente, completamente molesta, es decir, no lo hice en ese sentido. Quería darle quizá un apoyo, que supiera que las personas pasan por eso, o cosas peores y el mundo sigue moviéndose. –Lo malinterpretaste todo. —Bueno. —Él se encogió en hombros con desinterés y prosiguió. —Tenía que ser honesto antes de ilusionarte. —Emmanuel, tú... —¡Dios! Creo que es la primera vez que me siento rechazada, a pesar de que ni siquiera tenía algún interés en él, y mi ego está herido. — No me entendiste nada. —Bueno, entonces está bien si somos amigos, ¿Verdad? —Se apresuró en decir con una expresión poco a poco más consternada. —Ya veremos, novato. —Sonreí y mi respiración comenzó a tranquilizarse. Lo mejor que una persona puede hacer siempre, es controlar lo que dice de lo que piensa. —Y aparte eres orgullosa. —Dijo con desagrado. —Odio a las chicas orgullosas como novias, contentarlas sí que es una lata. —Sí, Don Juan. —Dije queriendo reírme. —Ya vi por qué tu mamá te consigue los amigos. —Y das golpes bajos con las debilidades, anda, sigue, soy bueno analizando a las personas. —Cuando dijo eso ya habíamos llegado a la calle que está a un par de manzanas del instituto, aquí es la parada, y me sentí bien de poder salir de ahí. —Nos vemos en algún lugar del infierno ¿De acuerdo? —Me levanté y golpeé su cuerpo con mis rodillas a lo que él respondió con una risa ligera y tranquila. Salí del bus y comencé a caminar a un lado de la calle, Emmanuel al otro. Yo con mis manos aferradas a mi mochila y los ojos enfrente, aun así de reojo podía sentir su mirada desvergonzada. —Vamos, no te enojes, Heaven. —Rodé los ojos y aceleré mi paso. —¡Así soy yo! Bueno, soy honesto de más. ¡Es una enfermedad! —No. —Afirmé decidida. —Y tampoco me gustas. —¡Sí, sí! Ya lo sé. —Éste suspiró y cruzo la calle, seguí caminando con mi vista al frente. —Yo... Creí que sentiste lástima de mí... Ya sabes, por lo de mi papá y quise cambiar el tema. —No me gusta la lastima tampoco, y en verdad existen buenos cambios de tema que son más relevantes que rechazar una propuesta jamás hecha. —Lo miré. Luce agobiado. —Además... No te lo decía con lástima, más bien como algo en lo que te puedas sentir identificado.  Tampoco tengo un padre cercano. —¿Ah no? —Preguntó, su mirada le cambió de inmediato. Yo no respondí y alcé mi barbilla para señalar. —No, ahí está tu nueva preparatoria. —Dije, dándole el ejemplo perfecto del modo en que se cambia de tema sin ofender el ego de las personas. —No es muy grande —Ladeó la cabeza con una mueca. —No, pero hay más diversidad de personas de lo que crees. —Me burlé guiñándole el ojo, pero mi reacción de contenta y nerviosa por el primer día cambió a inmutada al ver camionetas con el logotipo de diferentes cadenas televisivas. —¿Con diversidad te refieres a que una súper estrella estudia aquí? —Negué con la cabeza analizando la situación. Las personas se conglomeraban en la entrada, tanto reporteros como jóvenes que se sentían protagonistas, haciéndoles caras a las cámaras y riendo entre ellos, unos hablando con uno u otro periodista viéndoles la cara. —No es necesariamente una súper estrella. —Murmuré y lo tomé del brazo para apurar nuestros pasos. Él me miró, pero no dijo nada, comprendió que lo hice con una razón justificable. Una reportera con el logotipo de la cadena nacional del país se acercó a mí, apoyé mi celular en una barandilla cercana a mí, y volví mi vista a la reportera. —¡Señorita Zarcos! ¿De que la convenció Cristóbal en el elevador? ¿Es él quien lo detuvo? —Fruncí el ceño y contesté al micrófono: — ¿No tienen noticias más importantes de las que deberían estar hablando? —Seguí caminando y me llevé a Emmanuel de corbata. —¿Y quién es Cristóbal? —Me susurró el muchacho muy bajito. — Y ya que estamos en esas, ¿Quién eres tú? —Ah, ya te enterarás. —¿Qué quiere decir que todos estos camarógrafos y reporteros estén aquí? Solo podría significar una cosa. Cerré los ojos sintiendo el miedo filtrarse por mis venas y mis ojos tornarse vidriosos, no de esas veces en las que quieres llorar, sino como una sensación que toca cada fibra de ti poniendo tu piel de gallina. — Heaven, busqué tu horario. —Me giré y vi a Gabriela y Miguel parados detrás de mí y de Emmanuel. Noté de inmediato que mi nuevo amigo sonrió de una forma diferente al ver a Gabriela. Gaby es una castaña clara de ojos grandes y cafés, sólo que su tono de piel es escalofriantemente claro, además tiene pecas en todo el rostro y unas pestañas larguísimas. —Sí, creo que ese tal Cristóbal ya tiene algo contigo. —La voz inocente de Gabriela me puso los pelos de punta. Entonces mis sospechas fueron acertadas. —Soy Emmanuel. —Sin perder el tiempo, este chico le extendió la mano a la delgada rubia castaña. —Gabriela. —Se presentó de manera cortante volviendo si vista a mí — ¿Es amigo tuyo? —Me preguntó al momento, ignorándolo por completo. —Algo así. Verás...—Sonreí e intenté entablar una conversación pero los nervios sobreprotectores de Miguel se hicieron presentes. —Vámonos de aquí. —Me murmuró, el rostro de Miguel últimamente no ha sido tan tranquilo y pacífico, constantemente se torna preocupado o molesto, y eso está provocando que mi actitud con él también cambie. —Gabriela, puedes quedarte con el nuevo y darle instrucciones, si te parece. —Será un placer. —Dijo Emmanuel en un tono de voz pícaro, Gabriela lo miró extrañada, me dio risa, ella ignorándolo por completo comenzó a caminar delante del moreno-enamoradizo-de-rubias. Comencé a caminar, y Miguel me siguió rápidamente. —Después me cuentas cómo conoces a Emmanuel. —Dijo en voz baja. Lo miré, Miguel tenía su vista fija al frente y comenzó a caminar más rápido. Tomó mi mano para que le siguiese el paso, pero tan pronto como lo hizo me solté riendo. —¿Lo conoces tú? —Pregunté con una sonrisa extrañada. —¿Recuerdas cuando me fui un semestre a Estados Unidos? —Asentí con la cabeza intentando seguirle el paso rápido que lleva apresuradamente. —Bueno, somos amigos de ese entonces y me platicó de su llegada a la ciudad hace un par de semanas. —¿Podríamos caminar como gente civilizada? —Murmuré con la respiración agitada. Éste me hizo caso después de una mirada apenada. —Cristóbal volvió aquí, Heaven, estoy aún más asustado que cuando supe que estabas encerrada con él. —Nada va a sucederme, Miguel. —Me solté de su agarre y este suspiró. Se paró en media explanada y tomó mis hombros. —Estela era bailarina, él la mató. Tú eres bailarina, no quiero que la historia se repita. —Retrocedí un par de pasos dejando sus manos al aire. —Independientemente de que yo fuese o no bailarina, no soy Estela, además fue tan sólo una experiencia en el elevador que de hecho fue accidental, no me hace su presa. —De nuevo justificándolo, ¿Qué sucede contigo? —Rodé los ojos. —¡No! No estoy justificando nada, Miguel. Solo digo que el hecho de que yo sea bailarina no tiene nada que ver con Cristóbal. —Me encogí en hombros, y detuvimos nuestros pasos llegando a un edificio de tres plantas. —Y se está volviendo agotador que todo el mundo me hable de él como si fuéramos cercanos. Miguel me miró desesperado, como si no tuviera remedio. —Tu salón es el del segundo piso, el tercero a la derecha, te esperaré ahí a la hora del almuerzo, el mío está en el edificio de en frente. —Ladeé la cabeza, últimamente Gabriel actúa de manera peculiar, me atrevería a llamarlo controlador. —Ya es tarde...Será mejor que vaya a mi salón. —Él me miró dudoso y con una mueca. Finalmente se despidió y se fue. Comencé a subir las escaleras completamente sola, con un pensamiento de extrañeza de saber que esta sería la última vez que volvería.... Mierda, ¡Mi celular! Había olvidado que lo dejé en la barandilla en la entrada, por Dios santo que aun este ahí, no poder conseguir otro de cualquier modo si pierdo este. Corrí lo más rápido que pude afuera de la preparatoria, hace demasiado calor hasta para ser agosto, sin embargo no me detiene, mis pasos aunque rápidos, se sienten lentos. Miré a la barandilla donde lo dejé, pero me encontré con que no hay nada, obviamente algún imbécil lo ha tomado. Cerré los ojos enojada y me quedé ahí unos minutos pensando en qué hacer. ¿Reclamarlo a dirección? ¡Como si haciendo eso alguien lo fuese a devolver! —Ya he hablado con el director, Cristóbal. —Giré mi cabeza casi como un búho y mi sangre se heló por completo. Todo parecía irreal, me sentí de nuevo como dentro de una pesadilla, ahí estaba, posado casi frente a mí, Cristóbal y una mujer delgada, de edad mediana. —Me ha dicho que estás en periodo de prueba. Tú sabes que este es tu boleto de salida, arruínalo y no meteré de nuevo las manos al fuego por ti. Ya debo suficientes favores para que estés libre. —Me portaré bien. —Le escuche decir, no pueden verme ya que estoy fuera y ellos dentro, estoy viéndolos a través de un espacio que hay entre la puerta y su soporte. —Estarás orgullosa. —Le agregó en un tono desesperado, como un perro hambriento. —¿Otra vez? ¿Crees que eso sería posible? Llamarte hijo ya es difícil. —Se burló, Cristóbal la miró herido, con un rostro perdido. —Intenta...Ser bueno esta vez. —Te juro que así será —No pude evitar escuchar un tono de urgencia cada vez que era su turno de hablar, como si le urgiera la aprobación de una mujer que parece ida, él la estrujó con fuerza sobre sus brazos, ella no correspondió. —Adiós, Cristóbal. —Dijo lentamente con un tono sutil, pero hiriente y salió. Escuché el timbre, aunque ya todo está desierto, por ser el primer día, es costumbre que todos lleguen temprano para estar listos. Cristóbal sigue parado justo en el lugar en el que su madre lo dejó, tiene la vista al frente y hace unos intentos de respiración tranquila. Camina lentamente, no hagas contacto visual y no se dará cuenta de que estas aquí. —Tú. —Maldita sea. Cristóbal me señaló con el dedo índice y comenzó a caminar en pasos acelerados a mí. —Yo. —Mi voz salió en un patético fallo tembloroso, en lo que me seguía, yo retrocedía. —Ven. —Maldición, maldición, maldición. —No. —decidida comencé a caminar apurada, aunque mi tono de voz intentó sonar severo más bien salió rudo, de todos modos agradecía ese hecho, si tenía suerte eso lo ahuyentaría. Él me tomó del brazo y me llevó sin soltarme hasta el salón de audiovisual que está completamente solo. —¿Qué necesitas? —Mi plan era sonar tranquila, impasible, y quizá hasta un fría, a ver si de ese modo detenía el interés que aparentemente estaba mostrando. Lucía...No quiero decir que bien, pero sí mejor que aquella vez en el elevador, sus ojeras habían disminuido considerablemente y su piel blanca y pálida había adquirido un poco de rubor sobre las mejillas. Noté por primera vez que es alto. —Yo sé quién eres. —Me volvió a señalar con el dedo índice después de soltarme. Tiene un poco de perturbación en sus ojos azules. —¿Y quién soy? —Carraspeé acomodándome con "Tranquilidad". —Tú eres mi cielo. —Me sonrió con dientes blancos, asintiendo. —Quise decir, cielo, tu nombre en inglés. —Así es, yo me llamo cielo, ¿Me acosas o como lo supiste? —Pregunté intentando dejarle claro que no lo recuerdo, a pesar de que es todo en lo que he pensado últimamente, en el miedo. —No vas a engañarme, mi cielo, sé que eras la chica del elevador, pero creí que ya te habías graduado. —Bueno, ahí fue mi intento fallido de fingir que jamás nos conocimos. —Sólo fui a acompañar a mis amigos mayores, lo cierto es que inicio recién el último año. —Cristóbal suspiró y apoyó su cuerpo sobre la puerta de salida. Eso es, empeóralo poquito más. —Ay, cielo. —Suspiró. —Quisiera que fuera como antes. —Tenemos clases. —Murmuré con un mechón de cabello tras mi oreja. —Le solía agradar a la gente, a mi madre, por ejemplo —Frunció el ceño fundido en un pensamiento y volvió a mirarme. —Cielo, ella no me quiere más. —¿Qué haces? ¿Son clases de dar lastima o algo? —Pregunté armándome de valor. Normalmente, cuando lidio personas que no asesinaron bailarinas, suelo darle consejos duros, no sobarles golpes que no tienen, sino intentar que solos se levanten y crezcan. —No quiero darte lastima. —Frunció el ceño. —Pero siento que puedo ser honesto contigo. Después de mi abogado y mamá, tú fuiste la primera persona con la que hablé desde que salí. —Pero saliste poco tiempo antes de que nos viéramos tú y yo. —Dije cruzada en brazos pensando en que estaba intentando mentirme. — ¿Cómo es posible que sea la única persona con la que hablaste? —Bueno, sí, pero no salí de casa en ningún momento. —Dijo en tono apenado y con el ceño livianamente fruncido. —Yo mismo sé que no merezco estar aquí, de todos modos. —¿Y tu padre? —Pregunté sin querer, quizá ese tema también es delicado al igual que todo con él. Al mencionar eso Cristóbal se encogió en hombros. —Mi padre. —Él soltó un resoplido y volvió su vista a mí. —Mi padre jamás supo nada de nada. —¿Te refieres a.…? —Pregunté sin terminar la oración cuidando cada movimiento para no morir. —A Estela, sí. —Tragó saliva. —Pero esa es otra historia. Cielo, no voy a hacerte nada, ¿Puedes dejar de temblar? —No estoy temblando. —Tu labio inferior lo hace. —Siempre lo hace. —Mentirosa. —Doble moral. —Respondí sabiendo que él tiembla también. —Mentirosa. —Su sonrisa baila en diversión y sus labios brillan ligeramente al igual que sus ojos. —Sexy. —Oh ¿Dije eso? ¿YO dije eso? Trague saliva y él se quedó alzando una ceja de sorpresa —¿Analizamos lo que dijiste o la vergüenza es suficiente insulto? —Golpeé su pecho con mi cuerpo y salí del audiovisual, Cristóbal detrás de mí. Y delante de nosotros, profesores, alumnos, e intendentes viéndonos a Cristóbal y a mí. —¡Heaven Zarcos piensa que el asesino es Sexy! —Gritó un muchacho y entonces el silencio se propagó. Cristóbal me miró nervioso, y como la vez anterior, tomó mi mano y me puso detrás de él de manera sobreprotectora. —¡Y se han tomado de las manos! —Gritó alguien más. Oh maldita sea. Tienes que estar bromeando.  
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD