¿Disculparme yo contigo?

2616 Words
No es por auto adularme, pero el número de cosas buenas que he hecho por Cristóbal es notablemente superior a las cosas que él ha hecho por mí. Es más, si pones en una balanza lo bueno que he hecho por él, y las cosas malas que él me hizo, ahí, solo ahí sí estaríamos equilibrados, porque es un desquiciado engreído que apoya a los bully. — Te convenía, pero no me pongas atención si no quieres. — Escuché al principio la voz de mi mamá lejana, pero finalmente enfoqué mi atención a ella. Su sonrisa con un toque de enojo disfrazado me miró inertes, sonreí apenada y dije: — ¿Qué? — Cerré los ojos y los abrí al momento. — ¿Decías? — Conseguí un celular para ti. — Sonreí apenada porque no debió hacerlo, principalmente porque ahora mismo no estamos como para esos lujos que francamente me parecen innecesarios. — No debiste. Tenemos muchos gastos. — Respondí seriamente. Siempre fui mala para dar las gracias, así que mi forma de expresarlo es dándole una señal de interés ante sus preocupaciones. — Sí, sí y no creas que daré uno de esos modernos. — Sonrió. Mamá es una mujer muy vivaz y siempre intenta verles lo mejor a las personas, además intenta dar lo mejor de sí misma. A veces me sucede que la siento ingenua de más, por lo que intento protegerla, en lugar de lo contrario. Jamás me importó, de hecho me hizo crecer más. — Eso espero. — Me burlé mirando sus ojos cafés y dormilones. Me extendió un celular de aquellos que se tienen que se abren y tienen dividida la pantalla y el teclado de botones planos, es color rojo. — Lo conseguí con una amiga del trabajo. — Noté la emoción que esto le provocó, por lo que me dio aún más gusto. — Ella vende de vez en cuando un par de cosas viejas, y fue en realidad una ganga. Ojalá no sea de los que fallan por todo. — ¿En serio? — Alcé una ceja preocupada de que lo haya comprado nuevo, pero ella asintió, puedo decir que está diciendo la verdad ya que sé perfectamente cuando miente. Me levanté y besé su frente. — No era necesario, pero muchas gracias de todas maneras. — El número esta apuntado en tus contactos como "Yo" — Me reí entre dientes y me levanté del sillón. — De nada, mi bailarina. Subí las escaleras hacia mi habitación, y al momento miré a Ana Beth haciendo esos desagradables ejercicios junto con mi hermano mayor, no pude evitar hacer una cara de asco. — Hay tres habitaciones además de la mía. — Dije. — ¿En verdad es completamente necesario que lo hagan aquí? — Sí, niño — Dijo Luis, mi hermano, quien no encontró un mejor apodo que "niño" para mí, luego de un incidente que tuve a los siete años, en el que por urgencia entré al baño de hombres. — Tu habitación es la única con televisión para ver los videos de entrenamiento pre— parto que nos regaló la mamá de Ana, en la sala es incómodo. — De todas maneras... — Ella frunció el ceño cuando Luis flexionó las piernas de Ana Beth — De todas maneras se supone que este bebé no tarda en salir. — ¡Sí! — Dije sobreactuando emoción. — Llevamos pensando en que el bebé no tarda en salir desde hace como dos semanas. — Sé paciente, de todas maneras ya acabamos, ¿No es verdad, bolita? — Preguntó mi hermano a Ana, ella sonrió abiertamente. Definitivamente Luis no es bueno con los apodos. ¿Niño y bolita? Siempre le he admirado a Ana el inmenso amor que le tiene a Luis a pesar de que nuestra situación económica ahora mismo no es la mejor, Luis tiende a ser un tanto torpe y eso a Ana le encanta; Desde el momento en que nos conocimos ella y yo, nos caímos estupendo, y mi madre no ha seguido el cliché de las suegras malvadas, pues de verdad quiere a Ana al igual que toda la familia. — Es cierto, Luisito. — Dijo ella, se levantó con la ayuda de mi hermano y apagó mi televisor. — Bien, niño, tu hermano y yo pasamos a retirarnos. — Finalmente. — Luis tomó con cuidado a Ana y me dejaron sola en mi habitación. No vivimos en una casa muy grande, mi madre trabaja de costurera en una importante empresa textil, mi hermano recién egresado de la facultad de odontología y Ana hasta hace un par de meses había estado trabajando como maestra de preescolar, sin embargo de un tiempo a acá su estado la incapacitó. Desde el embarazo de Ana hemos tenido que economizar mucho para poder pagar sin problemas los gastos del hospital del parto. Ha pasado un mes desde que le dirigí por última vez la palabra a Francisco, sus secuaces y a Cristóbal. Extrañamente... Las cosas mejoraron después de que le dije "Poco hombre" a Cris, tal vez es ayuda divina, los brabucones huyeron de la escena del crimen de mis maltratos y a Cristóbal lo he visto muy pocas veces. Péseme lo que me pese, Cristóbal realmente ha seguido mi consejo — De cuando solíamos ser casi amigos— Y se ha reformado muchísimo, crecido como persona y lo más lamentable es que el único sentimiento que me provoca es... Orgullo. Sí, debe de ser tan patético como estúpido que sienta una inmensa alegría de ver cómo la gente poco a poco deja de ver el hablarle a Cristóbal como un tabú, y finalmente lo ven como una persona. Yo intento mantener mis notas, aunque he de admitir que en geometría no he librado la materia. Supongo que fuera de esa, me irá excelente en las demás. Con respecto a lo social, mi cercanía amistosa con Emmanuel se ha fortificado, y aunque siempre está coqueteando con dos amigas mías, puedo decir que Emmanuel me agrada casi tanto como para ser un mejor amigo mío. A la hora del almuerzo no encontré a ni una de mis amigas, por lo que tuve que caminar sola a la cafetería. A mis espaldas al momento sentí una mirada que simplemente no pude ignorar, pero de todas maneras disimulé. Saqué mi teléfono, y marqué al número de Gabriela. No me respondió. Pronto me adelanté a buscar el de Sofía. — Te estamos buscando ¿Dónde estás? — Preguntó tras el teléfono Sofí. Sentí a mi espalda ser tocada por la suave yema de los dedos de alguien, pasándose de mis omoplatos, así hasta mi cintura. Mi respiración tembló con eso, y la fila avanzó, aun con miedo atroz empujé con mi codo a ese brazo. Aún quedan tres personas delante de mí. — Estoy comprando, ¿Dónde van a estar? Ahí las busco. — Respondí con mi voz en un tono muy bajito. Sentí su respiración muy cercana a mi oído, al igual que su cuerpo, grande, temerario, escalofriante, todo al mismo tiempo. Tragué saliva y fruncí los labios. Intente adelantarme más sobre la fila, pero mi intento fue nulo. — Es inútil. — Susurró una voz ronca y varonil tras mí. — Estas acorralada aquí. — Estaremos en la explanada. — Dijo Sofía. — ¿Estas bien? Suenas alterada. — Yo... — Tragué saliva. De pronto me quede sin palabras. — Yo... Sofía, yo... — Estás en todo tu derecho de tener miedo de mí. — Susurró, e inhaló absorbiendo casi consigo mi cuello, olfateándome. — Yo lo tendría si fuera tú. Ahí mi cuerpo razonó, y llena de rabia tiré mi teléfono dejando a Sofía colgada. El espacio entre una persona y otra en esta fila es muy estrecho, por lo que al girarme me quedé casi pecho contra pecho con Cristóbal. — ¿En serio? — Pregunté. — ¿Tu plan es supuestamente asustarme? — No lo sé, ¿Estoy lográndolo? — Su mirada me observó a detalle, desde mis ojos hasta mis labios, me miró sin censura alguna, pero estoy segura de que en miradas la que hace espectáculo aquí soy yo. — No. — Dije mintiendo valientemente. Cristóbal miró detrás de mí, tomó mi brazo y nos hizo avanzar a ambos sobre la fila a la vez que dijo: — Oh, ¿Segura? — Preguntó agachando su rostro cada vez más al mío. — Muy segura. — Salí de la fila, y Cristóbal tardó unos segundos en seguirme el paso, pero pronto y como es nuestra nueva costumbre, quedamos aislados de la civilización. Percatada de que me siguió hasta aquí, en un área llena de árboles y plantas, me giré para encararlo. ¿Quién se cree que es? Sus ojos azules me miran como tormentas impasibles, pero a la vez divertido y sin censura. — Tal vez de no ser consiente de tus actos podrías hacerme daño. Podrías inclusive matarme. ¿No es así? — Susurré. Ahora mismo parece como si sólo existiéramos Cristóbal y yo. — Es natural que tengas miedo. — Sus parpados temblaron y quitó esa careta de "Rudo-pervertido" que tenía hace tan solo unos segundos. — Soy un asesino, al fin. — La manera en la que te expresas de ti mismo, la naturalidad con la que me recuerdas lo que hiciste debería darte vergüenza. — Escupí con desprecio. — Te diré una cosa. Eso que hiciste ahí podría fácilmente decírselo a mi tutor. Se llama acoso, aunque creo que ya estas familiarizado con la palabra. Cristóbal me miró severamente. — No acosaría a nadie nunca, y mucho menos a alguien como tú. — Di lo que se te antojé. — Fruncí el ceño. — Pero te vuelves a acercar a mí de esa manera y me encargaré de que te arrepientas toda la vida. — A la última persona a la que le tendría miedo es a ti, cielo. — Se burló. — Tú no podrías hacerme daño nunca, ¿No lo entiendes? — Te lo advierto, Cristóbal. — Yo no temería de ti, más bien temería por ti. — Murmuró. Relámpagos desordenados golpearon con fuerza a mi estómago cuando dijo aquello último ¿Es acaso una especie de amenaza? –Me gustaría que estuvieras a salvo. — ¿Ahora resulta que me proteges tú a mí? — Solté una risa sin humor. — ¡Por favor, Cristóbal! Aquí la única que ha ayudado he sido yo. Pudiste haber sido acusado de algo que no hiciste. — ¡Ah, sí! tu lástima se encargó de que eso no sucediera, ¿Verdad? — En ese momento, la razón era la que me hacía pensar en ti, sin embargo, ahora lástima es lo que me provocas, pues es una pena que de avanzar tanto con el resto, conmigo tengas tantos retrocesos y tengas la necesidad de ser un imbécil solo porque no tienes idea de cómo reaccionar a alguien ayudándote. — Todo eso, y sin soltar aire ninguna vez, señores. Él no respondió nada, sólo me dedicó una mirada que parecía querer algo más de mí. — No tienes nada para argumentarme, ¿Verdad? — Sonreí carente de humor. — Disculparte es un inicio. — ¿Disculparme yo contigo? — Movió su cuello un par de grados a la derecha, como evitando verme a los ojos. — Por el amor de Dios. — Bien, entonces aquí terminamos. — Dije eso y lo único que me vino a la cabeza fue que me quedare con hambre todo el día. Comencé a caminar contracorriente de las personas, no falta mucho para que pueda llegar a la explanada. — ¡Heaven! — Gritó Cristóbal. Fruncí los labios y el ceño al mismo tiempo. ¿Qué es lo que quiere ahora? Pronto me alcanzó y tomó mi mano. — ¿Así es como terminas tus discusiones? — No sabía que estábamos discutiendo. — Pero claro que lo sabía. — Solo quiero que te alejes de mí, cielo, que me odies, que me desees lejos. — Me murmuró más seriamente. — Es mi plan, ahora si me disculpas... — Antes de continuar, me distrajo detrás Cris el ver a Emmanuel acercarse. — Sí, y entiendo que estés de acuerdo conmigo, pero antes yo quisiera... — Antes de que Cristóbal terminase cualquier cosa que estuviera a punto de decir, Emmanuel saltó hacia mí detrás de Cris y yo miré el rostro de este cambiar por completo de serio a asustado. — Gabriela y yo vamos a saltarnos una clase. ¿Vienes? — Antes de que me diese permiso de responder "No", sucedió algo que alarmó a Emmanuel, pues tal como sucedió la vez en la que nos conocimos en el elevador, como cuando nos vimos en el audiovisual, y también como cuando salimos del salón y Sofía nos encontró, Cris tomó mi muñeca con su rostro asustado y me puso detrás de él de manera protectora. — Si no te molesta, ella y yo estábamos teniendo una conversación privada. — Comentó en un tono nervioso. — De hecho tú dijiste que no hay nada que discutir. — Alcé una ceja y me solté con dificultad de su mano, éste me miró molesto. — Así que tenemos un acuerdo. En tanto no te metas en mi camino me mantendré fuera del tuyo. — Sentí su mirada como la de un depredador a punto de devorar a su presa. — Emmanuel, ¿Nos das un momento? — Mi amigo nos miró a ambos expectante. Detrás de Cristóbal, negué con la cabeza muy despacito. — Es que... —En un tono asustado finalmente Emmanuel suspiró. –Amigo, la dama quiere irse. — Dijo entre dientes como si estuvieran forzándolo. — Parece que no entiendes. — Dijo Cristóbal. — Te estoy pidiendo sólo un momento del tiempo de la dama. Si no me das ese momento del tiempo de la dama, entonces tendré que encontrar una manera de convencerte — Emmanuel, no te molestes, de todas maneras el que tiene la decisión final aquí soy yo. No faltes a clases. — Murmuré con mis puños cerrados. — ¿Sabes, Cris? Esa mirada que está haciendo Heaven ahora mismo es la decisiva, esta como diciéndome que va a matarte. — Sobreviviré. — Respondió Cristóbal sonriendo un poco más relajado. — Bien... Heaven, ¿Estás segura? — Me preguntó Emmanuel. — Sobreviviré. — Contesté al igual que Cristóbal. Emmanuel vio la escena, dudoso, pero finalmente al echarle una vista a los ojos cristalinos y escalofriantes de Cristóbal se fue. — ¿Qué más quieres? — Como decía antes de ser interrumpido... — Murmuró suspirando. — Yo quisiera platicar contigo sobre el día en el que tú me defendiste. — No hay nada que decir. — Respondí. — Tú por lo menos ya me dijiste que piensas respecto a mi ayuda y en verdad lo entiendo. — Cielo, yo... — Cristóbal tragó saliva, cerró los ojos — Cielo, yo... — ¿Tú qué? — Pregunté. De pronto el Cristóbal nervioso, asustadizo y tímido volvió. — Yo... De verdad siento haberte causado tantos problemas desde el primer día, en verdad las circunstancias me hacen pensar que el destino me favorece y a ti te odia. — ¿Es eso lo que querías decirme? — Cristóbal pasó sus ojos por mi rostro, obviamente eso no es lo que quiere decir, sé que hay algo más, pero finalmente me respondió de manera monótona: — Yo... — Éste frunció los labios. — Me agradó hablar contigo, Heaven. — Bien — Percibí su tristeza sin dificultad. Tuve un momento de locura en el que me dieron deseos de preguntarle sobre su madre, pero prefiero ahorrarme la molestia con alguien como él.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD