"Fugitiva"

4124 Words
Pasé perfectamente una semana después de esa conversación que en realidad no fue nada más que una discusión. No le encuentro la lógica a su comportamiento, pero honestamente personas como yo, pronto nos cansamos de personalidades como la que tiene Cristóbal. Estamos Emmanuel y yo cercanos a la explanada puesto que mi profesor de historia no ha asistido hoy, y bueno, a Emmanuel poco le importa su clase de inglés, a pesar de mis grandes intentos de persuadirlo a entrar a su aula. -Necesito que me consigas una cita con Gabriela. –Escuché de repente como me habló seriamente Emmanuel. -Tal vez debería. –La verdad no estoy poniéndole la atención merecida a mi amigo, pero el clima de hoy está un tanto extraño. Nublado y con neblina. Se pronosticó que esta semana habrá posible granizo, y la verdad, a pesar de que soy fanática de la lluvia, eso del granizo no me va. -Háblale bien de mí –Respondió ahogado en su propia agonía, exagerando como le es costumbre –Gabriela esta hermosa de la cara y ese cuerpo ¡uff! -Además de su personalidad e inteligencia, que por supuesto te importa un sorbete. –Agregué. -No, hablando en serio, ¿A ella no se supone que le gusta Miguel? –Me preguntó más seriamente. –Los rumores corren, y me pone muy nervioso. - ¿Qué piensas sobre Sofía? –Cambié de tema. Gabriela de ninguna manera pondría poner su atención en Emmanuel, además ya tengo mi ojo clavado en crear la pareja de Miguel y Gaby, entonces Emmanuel no entra en el cuadro. -No. Sofí no, ella es como tú, las dos son como…Como si yo fuera Esmeralda y ustedes el Jorobado de Notre dame –Solté una risotada. –Entre ser Esmeralda y el Jorobado Dios sabe quién es el Jorobado de Notre Dame.  –Por algún motivo, eso que dijo me causó mucha gracia, y continué: —Además, recuérdame la mamá de quién lo ayudó a hacer amigo. -Supéralo, ¿Quieres? –bufó molesto. –Aquí la que se mete con asesinos eres tú. —No he visto a Cristóbal en toda esta semana. –Se me escapó decir en un tono de voz distante, viendo a nada en específico. -Ni yo. –Respondió –Mejor para ti, mejor para mí. Mejor para el mundo, vaya. Aunque la verdad, de no ser por ti yo podría tal vez ser amigo de él. - ¿Y qué tengo yo de culpa de que no sean amigos? –Alcé una ceja y me crucé en brazos frunciéndole los labios. Él puso los ojos en blanco y dijo: -Bueno, te recuerdo que tuve que, supuestamente, defenderte de él. –Ah, sí, eso. -Ah, pues esa fue su decisión señor. Ya están por dar el timbre. –Dije mirando mi reloj de muñeca. –Ya veré que le digo a Gaby de ti. No prometo nada. - ¡Oh, te amo mi jorobada! –Contestó con alegría. Subí los dos pisos para llegar a mi salón, y después de un rato el profesor de literatura se dio paso con su par de libros con epopeyas como casi siempre. Poniendo atención a cada una de las palabras sobre la epopeya "La odisea", el prefecto, Dónovan, tocó suavemente la puerta. -Disculpe la intromisión. –Mi profesor no respondió, pero asintió con la cabeza. –Vengo buscando a...  La señorita Heaven. Existimos dos Heaven en este salón. Heaven Orozco, y yo, Heaven Zarcos Iturbide, por lo que la chica de piel color tostada y yo nos vimos divertidas. Un par de muchachos no tardaron en preguntar a cuál se refería. -Hum, Zarcos, Heaven. –Respondió el señor Dónovan. Todos hicieron rostros   de burla, así que opté por reírme con ellos de la situación para disimular mis manos palpitantes por los nervios ¿Ahora qué? Salí junto con el prefecto quien me llevó a la dirección casi, casi escoltada. Dentro de su oficina, la directora me observó con su mirada fría en su serio intento de profesionalismo. —Tome asiento, señorita Zarcos. —¡Formal! ¡Vaya! Eso es nuevo. -Buenos días. –Dije mirándola recelosa, pero con una pequeña sonrisa llena de nervios plasmada en mis labios. -Supongo que debes preguntarte que estás haciendo aquí. –Me sonrió. –Hoy el policía Chávez no está, por lo que puedes relajar esos hombros. –Y así lo hice. - ¿A qué se debe que me esté llamando? -Antes que cualquier cosa, supongo que es mi deber profesional y como ejemplo para ti, disculparme por mi actitud con respecto a Cristóbal el otro día. -Supongo que hoy estoy aquí por él –Dije sin responder sus disculpas. -Seré del todo honesta contigo, Heaven. - ¿Y las "formalidades"? Me burlé mentalmente. –Cristóbal no ha asistido a la preparatoria en tres días. –Fruncí el ceño cuando se supone que no debería importarme. - ¿Ah sí? –Intenté sonar desinteresada, pero fallé terriblemente. -Sí, y no podemos levantar un acta, puesto que él ya cumplió hace rato su mayoría de edad. –Mordí mi labio, entonces no pueden hacer nada al respecto por él. –Después de tu... Charla conmigo y el señor Chávez, supuse que tú tienes alguna clase de amistad con él -Lo hubiera hecho por cualquiera. –Respondí casi como si me estuviese acusando de complicidad de un asesinato. -Como sea, tuviste razón en algo. –murmuró, mirando su pluma negra. –Debería interesarme por mis alumnos más de lo que les temo. –Asentí sin entender. –Pero necesito que lo que estamos hablando aquí se quede aquí. - ¿Qué quiere pedirme? –Pregunté. -En verdad piensas que Cristóbal se reformará, y está cambiando, ¿O no? -Es lo que me gusta suponer –Dije. —Aunque uno nunca está seguro de esa clase de cosas, y menos en una situación como esta. -Necesito que hables con él. —Dijo frunciendo los labios y moviendo la pluma en sus manos de una manera nerviosa. - ¿Y por qué yo? –Respondí tan asustada como sobresaltada. -Seamos claras, Heaven, él solo te escucha a ti. –Dijo ella. –Cuando te fuiste después de apelar a favor de Cristóbal, él se acercó al señor Chávez y a mí y nos platicó cómo sucedieron las cosas con su madre después de que salió de la correccional. Cuando le hablamos antes, sólo guardó silencio, y nos pidió que nos fuéramos al infierno. Cuando te fuiste y Cristóbal habló, le dio un poco más de objetividad al policía Chávez. Todo eso no habría sucedido si tú no hubieras intervenido. ¿En verdad él hizo eso? -No conozco su dirección. –Dije encogiéndome en hombros. -Yo sí. –Apurada la directora apuntó en un post it rosado y me lo entregó con su mano temblorosa. –Podrías pedirle permiso a tu madre de ir, así irías con supervisión, espero que yo no esté involucrada en esta idea. -No, no lo estará. –Porque ni siquiera voy a ir. -Estoy alegre de que vayas, Heaven. –Respondió honestamente. –Cristóbal, como tú me dijiste, es una persona que necesita apoyo, y él realmente estaba mejorando antes de que sucediera el incidente con su madre. Ahí va la punzada de culpa. No iré a la casa del asesino de Estela. -Y ¿Heaven? –Me giré a mirarla cuando ya iba de salida. –Si Cristóbal no viene, y el señor Chávez se entera... Entonces podrá abrir una investigación en contra de él. No me importa, de todas maneras no iré ni por todo el oro del mundo. - ¿Segura que es seguro? –Me preguntó Gaby nerviosa con sus manos sobre el volante. -Si no lo es por lo menos sabes que la culpa de mi muerte recaerá sobre tus hombros. -Te detesto. –Respondió –Será mejor que nos vayamos. - ¡No, no! Se lo he prometido a la directora. –No hubo promesa de por medio, pero por su forma de pedírmelo casi así fue. - ¿Cuál dices que era el número de casa? –Preguntó, vi el post it. -3113 –Dije mirando a mis lados. Es un fraccionamiento privado. 3110, ... 3111, ... 3112 3113, y ahí está, color marrón oscuro con detalles blancos, una casa de dos plantas, con ventanas por todo el frente con marcos blancos, más un ático, un patio en frente, portón para cuatro autos; es una casa inmensa, imponente como Cristóbal y también en parte podría agregar que hasta cierto grado a provocar miedo y más con este clima. -Espérame. –Murmuró desbloqueando su celular. - ¿Mamá? –En ese silencio supongo que su madre respondió, Gabriela frunció el ceño molesto –Sí, mamá. Si, ¡ya sé! ¡Sí!  -Gritoneó, me sentí como cuando regañan a un amigo tuyo frente a uno. Gabriela colgó el teléfono. –Será otro día. - ¿Qué? No, tengo que hablar con él. -Mi mamá está furiosa porque me llevé su auto. –Explicó –Tengo que ir “Ahoritita" mismo o me las veré con ella. -Entonces déjame aquí. –Me encogí en hombros. Me asusta lo confiada que llego a ser, sí puede ser posible que algo me suceda. -Heaven, está bien que a veces parece que te odio, pero es amor apache, jamás te mandaría a la jaula del león.  –Suspiré. -Por favor, estoy a salvo, te lo aseguro. –Respondí –Además si me hace algo te tengo a ti. -Es más, iré a hablar con mamá sobre esto, no se va a negar a que venga yo por ti de nuevo. –Asentí entusiasmada. –Entonces.... Te llamaré, ¿Bien? -Perfecto. –Sonreí. -Y si no, tendré que llamar a Miguel, ni modo. –Se encogió en hombros. - ¡Que ni se te ocurra!, me mataría –Respondí. -Heaven... –besé la mejilla de Gaby y me salí antes de que me regañase. Me despedí con la mano en la puerta de la casa escalofriante, y respirando frío. Sonreí para no alarmarla. Gabriela se fue junto con su auto, por lo que mi respiración se tornó más densa. Era mi respaldo, sentía que así nada malo podía pasarme pero ahora... Cerré los ojos, eché una respiración larga y caminé lentamente por el jardín, hasta la puerta grande y blanca de entrada. Toqué suavemente esta. Nadie abrió durante por lo menos cinco minutos. Me senté en los escalones unos minutos pensando en sí valía la pena quedarme a esperar, o si debía salir de ahí como favor propio. Pensé en que en sí, yo no le debo nada a Cristóbal, siento que ya ni siquiera lo recuerdo, ni sus ojos, ni su forma de sonreír, ni siquiera la forma en la que sus labios suena "cielo". Suspiré y me levanté para irme, pero la puerta sonó, me di media vuelta de regreso. Ahí vi su expresión con ojos tristes como ya es costumbre para mí. Su mirada esconde la expresión de un poema triste. -Heaven ¿Qué estás haciendo aquí? -Su voz sonó apagada y ligeramente mormada. Tiene la piel reseca por lo que luce como un niño enfermo, sus ojeras lucen terriblemente largas sobre sus ojos hasta sus pómulos, no usa camisa y tiene unos pantalones de mezclilla negros. -Cristóbal, yo... - ¿Yo que? ¿Qué estoy haciendo aquí? —¿Cómo estás? - ¿Qué estás haciendo en mi casa, Heaven? –Preguntó más gravemente dando un paso fuera de su casa con los pies descalzos. -Faltaste algunos días, ¿Verdad? –Él me miró un par de segundos, de pies a cabeza como si no pudiese creerme ahí. Suspiró temblorosamente, ¿Qué no se ha dado cuenta de que no está usando camisa? Después de mirarme cuan alíen, Cristóbal retrocedió dos pasos para darme entrada a su casa, apreté mis puños sobre el pastel de zarzamoras que compré previamente en el supermercado, entré y él esperó a tenerme completamente dentro para cerrar. -Heaven ¿Qué estás haciendo aquí? –Volvió a preguntar roncamente esta vez. - ¿Qué sucede? ¿Estás bien? ¿Por qué faltaste tanto? -Sucede que estoy aprendiendo a vivir solo. -Se burló, me le quedé viendo con cara de pocos amigos, y seguido de eso respondió: –Sí, Heaven, me encuentro bien y he faltado porque estoy enfermándome. - ¿Y tu madre? –Me atreví a preguntar. Él sorbió su nariz y se encogió en hombros restándole importancia. -Supongo que está rehaciendo su vida, tal vez adopte a un hijo y lo llame Cristóbal para ver si esta vez lo hace bien. –Bromeó mal. –Pero ya en serio, mi cielo, no debiste venir. Yo estoy bien. -No luces bien, ¿Cómo estás manteniéndote a ti mismo? –Él se burló en voz alta mostrándome sus dientes, creo que esta es tal vez la primera sonrisa genuina que le veo y no es nada fea. - ¿Estás bromeando? –Preguntó. Me crucé en brazos molesta –Resulta que yo trabajo, mi cielo, puedo mantenerme a mí mismo perfectamente. -Bueno, tampoco está para que te burles. –Dije, pensando en que él ve el trabajo como algo que todos ya deberíamos hacer a nuestra edad. -No, no estoy... -Su voz se apagó repentinamente, luce agotado. —No me burlaría de ti. - ¿Ya comiste? –Pregunté, el me miró culposo y negó con la cabeza lentamente. Casi quise abofetear su rostro.  - ¿Cuándo comiste por última vez? -Hace dos días. –Contestó. –Pero es que la comida instantánea se ha acabado y no puedo ir al supermercado sin sentir... Todas esas miradas. - ¡Pero si serás! –Dije molesta. - ¡Por eso luces así! ¿Dónde está tu cocina? -Te advierto que no podrás cocinar nada, todo ahí es como un universo paralelo. —Dijo haciendo arrugas de desagrado en su rostro. -Llévame. –Respondí en un tono cansado. Él caminó delante de mí durante un par de segundos y llegamos, ahí dejé lo que compré. ¡Universo paralelo! Todo ahí es lo que hay en una cocina común, espaguetis, carnes, mucha variedad comparada con la de mi cocina, Cristóbal y yo tenemos diferentes estilos de vida económicamente hablando Preparé para él espagueti con salsa de tomate y un guiso con patatas, para beber él se encargó de preparar una limonada. Sentados los dos y después de yo haberle servido, comenzó a comer como devorando todo, pareciendo una bestia; Al verme, Cristóbal tragó esa combinación entre patata-carne-espagueti, y me miró avergonzado -Es que... -Intentó excusarse. Lo miré con una sonrisa burlona. –Cocinas muy bien, en realidad. -Ya lo creo, honestamente no estoy molesta. –Me burlé de él. –Me sorprende ver a alguien que dentro de la preparatoria es como "invencible" y aquí es como un pequeño niño. -Que no sabe usar los cubiertos. –Prosiguió por mí. –Un pequeño niño que no sabe usar cubiertos, lo sé, lo siento de verdad, es de muy mala educación. -Tres días sin comer, tal vez yo estaría peor. –Me reí y él intentó reírse, pero falló y aunque sus mejillas ya adoptaron un ligero rosa, aun luce agotado.  –Siempre estás triste. -Sí, lo notaste. –Murmuró –Pero no te sientas mal por mí. Por eso no te quería cerca de mí, mi cielo. Tú me haces sentir... Feliz, seguro, y yo no merezco eso. -Deja de torturarte tanto Cristóbal, cumpliste tu condena. Eres libre de decidir tu destino. Además... Nadie, ni siquiera tú saben lo que sucedió esa noche. Sé que te redujeron la condena porque... aparentemente no fue culposo tu delito, sino accidental. ¿Qué pasó realmente? –El me miró muy seriamente como si realmente considerara decírmelo. -Ven. –Me dijo después de un silencio en el que me observó detenidamente. Asustada en parte, pero a la vez intrigada fui detrás de su torso desnudo. La casa luce realmente oscura, como sacada de la película "El resplandor", hay muy pocas luces prendidas alrededor y están pegadas a las paredes. Es una gran casa rustica con chimenea gigante, paredes guindas con líneas doradas haciéndola lucir vieja y hasta cierto punto abarcable a la idea de la extraña elección de color. - ¿Es una casa antigua? –Él me miró desde su hombro y comenzó a subir las largas escaleras de metro y medio de ancho, forradas por un tapete de terciopelo azul. -Sí, una de las fundadoras, tengo entendido. –Dijo –No te sorprendas si ves algunas almas en pena rondando por aquí. - ¿Es tu intención ponerme los pelos de punta, tonto? –Dije con mi voz temblando levemente. - ¿En verdad crees en esas cosas? –Esta vez se paró en mitad de la planta baja y alta, me miró suavemente y puso su brazo. –Tómame si tienes miedo. Dudosa puse mi mano suavemente sobre su bíceps, el cual se tensó a mi tacto como por arte de magia. -Lo siento si me tomaste por sorpresa. –sonrió nerviosamente. –Es sólo que... -Su voz se apagó un momento. -Olvídalo. –Terminamos de subir las escaleras en silencio, algo pareció incomodarlo en mí, así que opté por soltarlo. Cristóbal me miró nervioso unos segundos, pasó su mano por su rostro, con el dedo pulgar de un lado y el resto de los dedos al otro lado. -Yo... Tengo algo para ti. –Dijo –Iré a mi habitación un segundo ¿Puedes esperar aquí sin curiosear? –Asentí débilmente. –Bien, mi cielo. - ¿Seguro que no hay fantasmas aquí? –Pregunté, él sonrió cálidamente. -Lo máximo que puedes escuchar son voces, tal vez; pero sólo es el sonido encerrado de las personas que han vivido aquí antes, al igual que los pasos. - ¿Y planeas dejarme aquí en medio de un pasillo encerrado en voces y pasos de personas que posiblemente murieron hace dos siglos? -Sólo tardare un segundo. No temas, aquí estoy yo. –Entrecerré los ojos. Tengo que persuadir a Cristóbal de volver a la preparatoria o será acusado si Chávez se da cuenta que ha faltado, sería sospechoso. –Y ¿Heaven? - ¿Sí? –Alcé una ceja volviendo al presente. -Yo.... No sabes lo contento que estoy de que estés aquí. –Murmuró, sonreí abrazadoramente y él me sonrió de vuelta de una manera más tímida. Miré a mi alrededor cuando Cristóbal siguió un largo pasillo oscuro hasta la habitación de al fondo. Hay puertas por todos lados, del izquierdo al derecho, Cristóbal se fue por el lado derecho, así que después de mirarlo irse dediqué mi vista a un par de cuadros antiguos, todos escalofriantes, las luces son spots por arriba de cada cuadro, estas son tenues, todo luce muy sombrío.  En el techo frente a las escaleras hay un candelabro inmenso como esos que ves en una película. Miré al techo y vi una cuerda para abrir la puerta del ático. Interesada, lentamente, muy lentamente comencé a abrirla, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, como preparándose para algo. Sin previo aviso y antes de que pudiese abrir por completo la vista al ático, alguien me tomó por detrás por la cintura y puso su barbilla sobre mi hombro abrazándome posesivamente. - ¿Qué se supone que estás haciendo? Te he dicho que no curiosearas. –Susurró roncamente, pero sentí su sonrisa al hablarme. —Aunque pensándolo bien, yo no hubiera encontrado un mejor pretexto para tenerte de esta manera en mis brazos. –Respiró hondo sobre mi oído. –Significa tanto que estés aquí aventurándote a que yo pueda hacerte daño.... Y tú de todas maneras... Mi cielo, eres valiente. - ¡Suéltame, Cristóbal! –Grité. Cris presionó un poco más mi cintura sobre sus puños y sentí como negó débilmente con la cabeza. - ¿Por qué? –Susurró. –Te tomaste la molestia de venir a mi casa, de entrar, cocinarme algo, subir las escaleras y tocarme. - ¡Cristóbal! –Grité más alarmada, intentando soltarme. Todo el pánico comenzó a latir sobre mi cuerpo en alerta. -Viniste a la boca del lobo. –Acarició su mejilla suavemente con la mía desde atrás. - ¿Por qué? - ¿Por qué, que? –Susurré al borde de un colapso nervioso, intentando aún soltarme. - ¿Por qué haces esto? ¿No te das cuenta de que estoy luchando débilmente contra mi propio juicio para alejarte de mí? No voy a poder ya. - ¡Suéltame! ¡Cristóbal! –Esa voz, sin censura, escalofriante. ¿Qué pensaba? ¿Por qué vine aquí? Luché con todo mi cuerpo para soltarme y lo logré cuando golpeé su pie con fuerza. - ¡Heaven! –Gritó. Corrí lo más rápido que pude lejos de él, pero cuando llegué a la gran puerta, me percaté de que está cerrada con llave.  –Heaven, espera un momento. –Dijo sin aliento. -Cristóbal si no dejas que me vaya te juro que... -Él me interrumpió. - ¿Qué? ¿Llamarás a la policía? –Se burló. –Lo que te iba a dar es esto. –Cristóbal me entregó mi celular. Lo perdí la semana pasada, y hasta ahora recuerdo cómo. Cuando Cristóbal y yo nos encontramos en la cafetería aquel día, tiré mi celular cuando él comenzó a molestarme. -Fugitiva. -Se burló. –He tenido tu celular toda una semana, ahora es tuyo, ¿Quieres que abra la puerta? -Hazlo. –Dije seriamente luego de tomar mi celular, cruzada en brazos, aun temblando un poco. Él me miró seriamente y comenzó a maniobrar para abrir, cuando avancé para salir, él hizo una mueca y volvió a cerrar. -Primero quiero explicarte. —Exigió. -No necesito excusas, por favor ábreme la puerta, de todas maneras ya tengo mi celular, y puedo llamar a la policía. -Déjame explicarte, mi cielo. –Su voz sonó angustiada por un momento. –Ha pasado cierto tiempo desde que estoy en libertad. ¿Lo sabes, cierto? -Por supuesto. –Respondí golpeando mi pie con el suelo repetidas veces -En todo ese tiempo... -Cristóbal tragó saliva.  –Bueno, Heaven, primero que nada duré años lejos del contacto... Femenino. Oh, no, no quiero tener esta conversación, una sensación de vertiginosa llenó mi cuerpo. -Heaven, en realidad y técnicamente hablando eres la primera mujer que me toca intencionalmente. –Suspiró avergonzado. Oh, es tan humillante. –Solo... No iba a hacer...Nada inapropiado, solo me emocioné y quise abrazarte y estuvo mal...  Es incomodo explicar esto. - ¡Te perdono! ¡So sólo ya por favor deja de hablar de eso! –Grité alzando mis manos para detenerlo. –Es tan vergonzoso. -Imagínate para mí. –Murmuró rascando su antebrazo suavemente y mirando sus pies. -Simplemente... Dime que mañana irás. –Dije ya más tranquila. -No quiero ir ahí, Heaven, ya trabajo, puedo sustentarme perfectamente. –Respondió tranquilamente, pero alarmado posiblemente por mi reacción, cuidando cada facción que pueda tener mi rostro. -Cristóbal... -Susurré. Él negó con la cabeza. - ¿Por qué quieres que vaya? –Porque si no vas pueden acusarte de posible homicidio. Por segunda ocasión. -Porque me agrada tenerte ahí. –Su rostro se suavizo. -Hagamos un trato. –Dijo. –Iré si vienes a mi casa a dar luz un par de días por semana, solo las que puedas. -No, Cristóbal. No tengo como ir ni como regresar, además de que detesto mentirle a mi mamá y por supuesto ella no sabe de esto. –Dije rotundamente. -No estoy pidiendo que vengas todas las tardes, es sólo uno o dos días a la semana. Yo puedo llevarte y traerte sin problemas todos los días que vengas. Por favor. -Susurró. –Hoy me sacaste de la sombra en la que me encerré. Él puso su mano derecha por detrás de mí, por un momento creí que iba a acorralarme, pero solo abrió la puerta. -No te encerré aquí, yo... no te haría eso. La puerta tiene su truco para abrirse, es una casa antigua y tiene sus mañas. –Dijo. –Te veré mañana en la preparatoria. - ¿En serio? –Dije con una sonrisa -En serio, pero si prometes venir a veces. -Cuando yo pueda. –Dije después de un silencio. - ¡Cuando tú puedas, mi cielo!  -Cristóbal besó mi mejilla con fuerza. –Yo te llevaré a tu casa. -No, vino una amiga por mí. –Cristóbal frunció el ceño suavemente formando dos líneas de venas sobre sus sienes. -Perfecto. –Murmuró roncamente. –Te veo mañana, cielo. ¿Qué acaba de suceder ahí dentro?
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