Me acuesto boca arriba, con mis brazos debajo de mi nuca. Miro el techo metido en mis pensamientos, mientras el sonido de la lluvia va aminorando y observo a Leilah profundamente dormida, completamente desnuda a mi lado. Vuelvo mi mirada al techo sin ver nada en particular y una pequeña sonrisa de satisfacción se abre paso en mi boca casi sin darme cuenta, al rememorar lo vivido con ella esta noche. Intuía que era virgen y no me equivoqué; al ver su timidez, los nervios a flor de piel por cada roce de mis dedos sobre su suave piel y luego la tensión entre sus piernas cuando la iba penetrando lentamente… Dicen que los hombres tenemos el ego subido muchas veces y en este caso, saber que soy su primer hombre me da una satisfacción extraña, pero refrescante. Aunque claro, ella sería de alg