Capitulo 25 - Gabriel

3835 Words
Respira Gabriel no cometas homicidio, no le des el gusto a esta descarada, yo preocupado ella de lo más tranquila jugando a la turista. Veo cómo se va el argentinito y ella entra al departamento, paso tratando de calmar mi rabia. - Nadie te invito a pasar. - No necesito invitación para pasar, ¿se puede saber a qué estas jugando? - No te entiendo, explícate. - Llegas invadiendo mi espacio, exigiendo clausulas en el divorcio, ahora coqueteas con mis clientes ¿Qué quieres? ¿Desde cuando te volviste tan descarada? - No fuiste tu quien dijo que me parecía a la locas y zorras de tus ex, quizás tengas razón además es un hombre guapo, inteligente, tenemos mucho en común y esos ojos azules como el mar que enloquecen a cualquiera. - ¡¿Quieres colmar mi paciencia? Meller! - Modera tu tono de voz Ziegermman. - ¡Te encanta tener la atención de ese tipo!, ¿Qué paso con tu otro amiguito Giuseppe? ¿Se te olvido o es que ya no te importa saltar de uno al otro? - ¡Ya cálmate! No me gusta ese tono y mucho menos lo que insinúas y yo no tengo porque darte explicaciones de lo que hago con mi vida así que no me hables de esa manera – la rabia esta que me consume. – ve a exigirle a tus mujercitas no a mí, yo soy libre de hacer lo que quiera. Se da media vuelta y a mí no me da la espalda, la agarro del brazo y la empujo a la pared, encerrándola en mis brazos. - ¡¿Cómo que libre?! - Gabriel suéltame, me lastimas. - se trata de soltar y la agarro más duro, la miro y solo puedo ver a esos desgraciados tocando lo que es mío. - Tú no eres libre, tu no haces lo que se te da la gana, y si crees que voy a permitir que los hombres se te acerquen estas muy mal, tú eres mía y es hora de que lo recuerdes. - Gabriel… Es lo último que escucho antes de taparle la boca con un beso, esos labios que extrañaba tanto, ese sabor a fresa tan exquisito, siento como pelea para que la suelte hasta que su cuerpo empieza a relajarse y empieza a responderme como siempre lo ha hecho cuando la reclamo. Empiezo a invadir su boca y ella meda acceso, la beso como llevo dos años deseándolo y me responde de la misma manera, deseándome como yo a ella, siento como sus brazos rodean mi cabeza y sus manos invaden mi cabellera como siempre lo hace, la pego mucho más y mis manos pasan a recorrer su cuerpo, la extrañaba, la necesito. Ella es mía, solo mía y está aquí junto a mí. De repente siento que me empuja y me cachetea. - En tu vida me vuelvas a tocar Ziegermman o juro que te dejo sin manos. - Correré el riesgo – la vuelvo a tomar en mis brazos y la beso, y siento un dolor en el labio. - ¿me mordiste? - Te dije que no me vuelvas a tocar. - Eso no lo pensabas hace un minuto porque bien que me respondiste. - Eso fue por debilidad porque tenía que hacer que me soltaras, solo por eso, tú a mí ya no me levantas ni la inspiración. – miro todos sus movimientos y sigue siendo pésima mentirosa. - Eres pésima mintiendo, sirena, me deseas y está bien ese es tu deber como mi esposa – me voy acercando hasta dejarla acorralada nuevamente en la pared, pero cuando la voy a besar se me escabulle. - No seas tan presumido y egocéntrico, ya he probado mejores y si eres bueno, pero hay mejores. – no explotes Gabriel. - Voy a ignorar lo que acabas de decir porque no me vas a arruinar el momento, y si lo que dices es verdad empieza a rezar porque no conozca los nombres de esos tipos porque la próxima vez que los veas será en el cementerio. - Sabes que eso es ser egoísta, no es justo que tu estes con todas las mujeres que se te dé la gana y yo no tenga derecho a lo mismo. - Diré esto una vez más a ver si lo terminas de entender, no te he sido infiel, no tienes por qué reprocharme nada. - ¿A no tengo porque reprocharte? Tú de verdad… - me lanza un jarrón – debería matarte Gabo. - No me digas Gabo. - No me digas Sirena. – me quedo callado - Vamos a calmarnos y hablar como dos personas razonables. - ¿Razonable? Empieza por aceptar la realidad, me engañaste Gabriel, me mentiste. - Ya te dije que sí, que cometí un error en no decirte lo del niño, pero… - Yo no hablo del niño, es decir, claro que estuvo mal que no me lo dijeras, fueron meses que te enteraste y no me contaste y que lo supiera por otro lado me dolió. - Lucia apenas estaba asimilando la noticia, y tratándose de Lucrecia debía cerciorarme que no me mentía y que el niño fuera mío, me costó entender que, si había una posibilidad y cuando lo verifique, fue un golpe. No supe como decírtelo sin lastimarte se que deseabas tener un bebé, pero no podías y Lucrecia me lo había dado, y podías ponerte mal – hablar de esto me molesta. – lo siento, lamento no habértelo dicho. - Yo puedo entender que no me quisieras lastimar y que la noticia te agarro de sorpresa y no supiste manejar la situación, no eres bueno manejando las cosas que no puedes controlar, pero cuando me entere debiste hablarlo conmigo no salir corriendo y humillarme como lo hiciste. - Lo siento. - ¿Lo sientes? Ese es tu problema Gabriel que siempre actúas sin pensar cuando te molestas, me lastimas y después pides perdón y yo tengo que perdonarte porque a ti te da la gana y no es así. - ¡Tienes razón, pero tampoco debiste irte de esa manera Lucia! Casi me vuelvo loco pensando que habías hecho, ¿si estarías viva? ¿dónde estabas? ¿si estabas bien? Busqué a tus amigos y no sabían nada de ti, pensaban que te habías ido conmigo, ¿sabes la crisis de nervios que tuve al saber que ni siquiera Santiago sabía dónde estabas? No lo sabes, si yo te lastime tú también lo hiciste. - Fue tu culpa, ¿quién te mando a subir a ese avión? Además, porque debía creerte, si te fuiste con tu amante y bien me dijiste que no te importaba. - ¡Estaba molesto contigo! Yo no estaba bien Lucia, estaba al punto del colapso y tu no lo podías ver. - ¿Y cómo lo iba ver si no me dabas oportunidad de nada? Me acercaba a ti y me huías, trataba de hablar y me ignorabas, pasabas más en tu oficina, en donde tus padres o en cualquier otro lugar antes que en la casa. - Porque no quería discutir contigo, cada vez que hablábamos sacabas el tema del embarazo Lucia y estaba cansado de hacerte entender que no podíamos tenerlos, que podrías morir. - ¡Yo sé que podía morir Gabriel! No soy tonta, pero si insistía era porque…- la veo respirar profundo. - ¡¿Por qué?! Yo solo quería poner todo en orden, pero tú te pusiste pesada con el tema del bebé en los últimos meses, estaba Lucrecia y el niño, los problemas de la empresa, y tu enfermedad. - ¿Mi enfermedad? Otra vez, ¿cómo te hacia entender que estaba bien Gabriel?, era más tu miedo que lo que tenía. - ¡¿Mi miedo?! Lucia estabas mal, ¿crees que no medaba cuenta?, en los últimos meses estabas cansada, aborrecías la comida, tu humor era irritante, vivías con malestar y no me decías nada porque sabias que algo no estaba bien, y aun así insistías con el embarazo. Me estabas volviendo loco. - Espera ¿creías que mi malestar era por que el tratamiento no estaba haciendo efecto? ¿que había recaído? ¿Por eso te volviste maniático en controlarme hasta las horas de dormir? - No creía Lucia fue así, tenías todos los síntomas de cuando el cuerpo rechaza un trasplante y le pregunte a Ricardo y me dijo que tus valores en el último mes habían cambiado que tu corazón por alguna razón se estaba forzando más de lo debido ¿Qué se supone que debía ser? - Hablar conmigo yo te hubiera explicado… ¡demonios! - No había nada que explicar, tú nunca medias el peligro a nada aun lo haces, yo te tenía que cuidar, y si me daba miedo dormir porque pensaba que no despertarías, estaba mal Lucia. - Por eso terminaste en brazos de otra – susurra, pero la escuche. - Se que me distancié, que te mantuve al margen de mis problemas y que me desahogaba con Emilia, pero jamás te he faltado y no sé cómo hacértelo entender. - Yo te vi Gabriel - ¿me vio? - ¿De qué hablas Lucia? - No importa. - Si importa, háblame ¿por qué aseguras que te fui infiel? ¿que viste? - Te vi con Emilia, estabas con ella – no entiendo – estaban dormidos después de lo que me imagino fue un buen encuentro. - ¿De qué hablas? - ¡Ya Gabriel, no me lo niegues más! – la veo respirar y yo no entiendo de lo que habla – mi error fue no desfigurarle el rostro a esa zorra con una buena paliza y a ti haberte castrado en ese momento. - ¿Qué momento? No tengo idea de lo que me hablas – me mira con rabia sin creerme – Lucia mírame, te juro que no sé de qué me hablas, yo jamás he tocado a Emilia de esa manera. - Gabriel no me creas idiota, yo te vi y no fui la única, y no me digas que no me has hecho infiel porque te conozco y tu no resistirías ni un mes sin sexo, y la prensa habla. ¿Te vas a atrever a decirme que en este tiempo no te has acostado con ella o con otras? - No lo he hecho – dame paciencia porque me volveré loco – seré sincero, si lo intenté una vez hace unas semanas me dije que tenía que seguir con mi vida y Emilia estaba ahí, lo intenté, pero no pude, tu no me dejaste. - ¿Yo? - Si tú – me siento en el mueble – no tengo idea de lo que hablas y estoy siendo sincero. - Pues es bueno que empieces a recordar, porque no entiendo como haces las cosas y luego no te acuerdas, hasta lo que se, problemas psiquiátricos no tienes. - Lo he considerado no lo creas. Nos quedamos en silencio un buen rato mientras que analizo lo que me ha dicho hasta que la siento moverse, abro mis ojos y miro a todos lados, solo veo sus cosas. - ¿Mi suegra donde esta? - Es exsuegra y no vino, está ocupada haciendo otras cosas. - ¿Cómo qué? Si tú no te puedes despegar de tu mamá. - ¿Te molesta que sea unida a mi mamá? - Por supuesto que no, adoro a mi suegra solo me extraña que no haya venido contigo. - No tendría por qué venir, solo vine a resolver los papeles y regreso a casa – la miro ¿ella no habla en serio? - ¿Piensas regresar a donde sea que has estado? - Si, tengo una vida Gabriel. - En tu nueva vida hay algo que vale más que lo que teníamos. - Lo hay. - ¿Giuseppe? ¿Él sabe que eres una mujer casada? - Tienes que irte Gabriel. - me molesta saber que está enamorada de otro, que ha estado con otro. - ¿Sabes que es algo hipócrita de tu parte que me reclames infidelidad cuando tu si me has engañado? ¿Con cuántos te has metido desde que estamos separados? - Con los suficientes para saber que ya no eres el único hombre que puede hacerme feliz. - Voy a ignorar ese comentario y te digo de una vez, olvídate de regresar donde sea que has estado, tu casa está aquí. Suena su teléfono, lo va a contestar y escucho el mío y es Nicandro. - ¿Qué sucede? - Disculpe que lo moleste, solo quería informarle que ya estoy esperándolo aquí abajo y que deje al señor en su hotel. - Bien, ¿algo más que deba saber además que mi mujer paso todo el día con él? - Si señor hay algo más, pero la señora me pidió que no le dijera. - Dime…- la observo mientras esta al teléfono. - La lleve al Golden Teen Z esta mañana y cuando iba saliendo, estaba acompañada del doctor la llevamos al médico porque se puso muy mal. - ¡¿Qué?! ¿Por qué no me dijiste eso antes? - Intente comunicarme con usted varias veces, pero no me respondió, el doctor Ricardo la vio. - ¿Qué dijo? - Dijo que no había llevado sus medicamentos y que ya estaba bien. - Debiste llamarme Nicandro. - Señor lo intente luego cuando la vi mejor no me le aparte ningún momento ni siquiera cuando paseaba con el doctor. - Gracias por decirme eso, ya hablaremos. Cuelgo y después de unos minutos cuelga ella, parece enojada. - ¿Por qué eres tan inconsciente? – le digo y se voltea molesta. – Nicandro te tuvo que llevar a urgencias porque no tenías tu medicamento y cuando te dieron de alta en vez de venir a descansar te pusiste a pasear por todo el país ¿desde cuando eres guía de turismo? - No voy a discutir mi salud contigo, ya te ibas. - Me iba acostumbrando porque no creas que te dejare sola después de una crisis, es evidente que aún no sabes cuidarte. - No entiendes que no te quiero ver, que eres un mentiroso y aun me miras a los ojos y me mientes. - parece irritada mucho más que antes. - Me importa muy poco si no me quieres ver, de aquí no me muevo y no soy ningún mentiroso. - Claro, porque soy yo la que se sigue imaginando cosas donde no las hay, me quieres enloquecer, pero no lo vas a lograr ahora sal de mi casa o te saco. - A ver sácame, la última vez que lo intentas recuerda como termino. – ojalá termine igual, pero sé que no será el caso. - Juro que estás haciendo que te odie Gabriel. - Yo llevo odiándote dos años así que descuida – me mira molesto - ¿Tengo que llamar a alguien para que te saque de mi casa? - ¿A quién vas a llamar? ¿Los vecinos que saben que eres mi esposa?, ¿la policía que me respeta?, ¿tus amigos que están ocupado en sus cosas para ocuparse de las nuestras? Deja la niñería mejor voy ve a tomarte tus medicamentos mientras preparo algo de comer. - Ya cené – la miro sin creerle – fui con Benjamín. - El doctorcito tan buen samaritano, entonces me preparare algo para mí y ve a tomarte tus medicamentos. Se va a su habitación y es frustrante esta situación, volver otra vez a sus crisis, sus medicamentos, su rutina de ejercicios ¿Por qué no se cuida? Bueno, hace ejercicios porque se nota en su cuerpo, pero dudo como lleva su alimentación y su tratamiento. Entro a la cocina y me pongo hacer algo de cenar, algo sencillo porque tampoco tengo hambre y mientras cocino pienso en lo que hablamos, ¿me vio con Emilia durmiendo? ¿No fue la única? Sus ganas de volver a su nueva vida con su Giuseppe, pero si lo amara no estaría coqueteando con otro y me hubiera respondido el beso como lo hizo. - ¡¿Qué haces?! se está quemando la comida – la escucho decir mientras apaga el fogon. - Me distraje, ¿te tomaste los medicamentos? - Me vas a quemar la cocina, ¿para eso te quedaste? - Cocino muy bien y lo sabes. - Bueno es evidente que no te comerás eso quemado. - No, no tengo hambre tampoco. - Que bien vienes agestarte mi mercado. - ¿Qué hacías en el club hoy? ¿fuiste a buscarme o a verte con Benjamín? - Me provoca ponerte el sartén en la cabeza, lo juro. - No te alteres, si hubiera sabido que terminaste en el hospital ni siquiera me hubiera atrevido hablarte de algo. - No empieces a tratarme como muñeca de porcelana que lo odio, y no tuve ninguna crisis simplemente se me subió la tensión y taquicardia así que me dolía el pecho y no tenía los medicamentos. - ¿Y eso no es una crisis? - No Gabriel no lo es, a cualquiera cuando tienen rabia y estrés se le sube la tensión, estas paranoico con mi enfermedad. Ya deja de preocuparte, ya no tienes por qué hacerlo tu obligación conmigo acabo hace mucho. - Para mí no es una obligación – le digo molesto - ¿por qué tenías rabia? - Por tu culpa, me haces enojar; porque tu familia me hace enojar, por que tus amigos me enojan porque tus amantes me enojan. - Yo no tengo amantes, ¿qué tiene que ver mi familia y amigos? Discutiste con ellos. - Solo que este país me pone mal. - ¿el país o yo? – toma come eso. Veo que sirve un sándwich como me gusta, por lo menos lo recuerda. - Gracias. - Ya que, pero comes y te vas. - Dijiste que alguien me vio con Emilia aparte de ti, pero no me dijiste donde, cuando y quien te acompañaba cuando me vistes. ¿me lo puedes decir? – me mira analizando mis palabras. - Me confundes Gabriel, juro que a veces creo que no tienes idea de lo que hablo y me preocupas. - Lucia, me conoces si te hubiera engañado te lo digo, no tengo porque ocultarlo mucho más si me dices que me vistes. - Pero me lo dijiste, el día que discutimos en la casa te dije que me habías engañado y dijiste que sí, cuando subiste al avión con esa mujer te dije que te ibas con tu amante y no lo negaste – maldigo ese día, todo esto es un error. - Lucia yo hablaba de ocultarte lo del niño no de una infidelidad, y lo del avión si sé que te hice creer eso, pero fue un asunto de negocios. - Claro negocios. - lo dice con sarcasmo, estos malentendidos - Me vas a decir. - Te vi el día anterior a que discutiéramos, no llegaste a dormir a casa. - Lo recuerdo me quede en casa de mis padres, estaba buscando una solución a todos mis problemas, tenía días sin dormir y no se en qué momento me quede dormido y cuando desperté ya era pasada la madrugada te quise llamar, pero era tarde te escribí y no contestaste. ¿en qué momento me vistes con Emilia? ¿en el restaurante cuando hablábamos del viaje? - No, no importa ya, come. - A mi si me importa, me estás diciendo que te fui infiel y que me vistes con ella en la cama así que necesito saber cuándo fue eso. - ¿De verdad no sabes? - No Lucia, no lo sé, como tampoco se quien mando a redactar el divorcio, quien te los hizo llegar y tampoco se quien demonios solicito la anulación del matrimonio y sé que no me vas a creer. - Es difícil creerte, pero no importa eso; ya los dos tenemos una vida y solo debemos firmar los papeles para que volvamos a ellas. - ¿De verdad te quieres divorciar de mí? – la miro a los ojos y puedo ver su duda, me acerco a ella, me muero por volver a besarla, cuando estoy por hacerlo se levanta. - Cierra la puerta al salir, no te quiero aquí Gabriel. - Huyes de mí. - No huyo, pero no quieres entender que esto se acabó, independientemente si me fuiste o no infiel, yo sigo siendo una mujer enferma con los días contado, sigo siendo una bomba, un defecto y tú no puedes volver a esa vida asfixiante y yo no quiero estar con alguien que siente que soy una obligación. - Yo no siento eso. - Vete Gabriel, estoy en paz, tranquila y tú también, lo nuestro termino. - Habla por ti no por mí. Agarro mis cosas y me voy, cuando creo que aclaro las cosas resulta que empeoran más. Por dios de que se trata todo este enredo. - Mi niño por fin llegas me tenías preocupada. - ¿Por qué Nana? Ni que fuera la primera vez que llegó tarde. - Bueno es que, pensé que habías tenido algún encuentro desafortunado el día de hoy. - ¿Que? Además de Benjamín besando a mi mujer, Salvador que no me da respuesta ninguna. - ¿De dónde sacas esa idea? - Nada, tu madre te estaba llamando quería hablar contigo. - seguro ya se enteró que Lucia está en el país. - Después la llamo, deberías irte a casa, aunque ya es tarde mejor te quedas. - No pensaba irme, ¿te sientes bien? Tienes una cara de que has tenido mal día. - Podría decirse - camino al despacho - Nana, ¿te acuerdas de que unos días antes de irme a Grecia y que Lucia se fuera me quedé en casa de mis padres? - Si mi niño me acuerdo ¿Por qué? - si Lucia dice que nos vio ese es el único lugar que se me ocurre que nos haya visto. - ¿No pasó nada extraño ese día que yo deba saber? - ¿Cómo que exactamente? - No lo sé, Nana cualquier cosa, Lucia no fue a buscarme o alguien más. - No que yo recuerde, pero pregúntele a la señora, su madre debe saber. - Si lo haré gracias Nana. ¿Las muchachas tampoco te han comentado nada? - No ¿quieres comer algo? - Ya cené, descansa. Entro a mi despacho y necesito ordenar mis ideas porque estoy metido en un enredo de telarañas y no me gusta, ¿De dónde saco Lucia que me vio con Emilia? Me pongo a dibujar el boceto de lo que nos pidieron los argentinos y no puedo evitar pensar que ese idiota del doctorcito le gusta mi mujer y a ella no le es indiferente, pero entre más rápido termine más rápido se ira y se alejara de mis cosas.
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