La quería de vuelta y ahora que la tengo aquí no se cómo tratarla, está más desafiante que antes y tiene a alguien. Yo amándola y ella divirtiéndose por ahí con ese tal Giuseppe, qué coraje.
¿No tiene nada que perder con nuestra anulación? Esa bendita anulación que salió de la nada, ay Lucia si crees que puedes verme cara de idiota estas muy equivocado. Este tipo ¿Quién demonios es? ¿Cómo se conocieron? ¿desde cuándo están juntos? ¿Por eso le urge que le dé el divorcio para irse con ese tipo?; recordar sus palabras me provoca…
“…me haces falta” “…nadie me hace reír como tú” “me hacía falta escucharte…” “te amo y quisiera estar con ustedes…” ¿Por qué habla en plural?, me voy a volver loco.
Después de dar vueltas por horas en la cama decido salir a ver si el aire me calma un poco, se supone que vine a descansar para despejar mi mente y me encuentro con la mayor de mis distracciones, yo que iba a darle las gracias por su ayuda con los japoneses y ella en una llamada romántica.
Escuchó una tos en el aire, busco de donde proviene y la encuentro a ella, acostada en la silla cerca de la piscina.
- Te vas a resfriar ahí, ve a una de las habitaciones.
- Gabo, estoy admirando la noche así que no me molestes.
- Una gripe es lo que estás buscando, ¿Por qué eres tan terca? Y te dije que no me digas Gabo.
- Porque nací terca, además dijiste que no nos cruzáramos en lo que queda de viaje, ignórame y sigue caminando- me mira - ¿Qué haces despierto?
- No puedo dormir, tengo demasiadas cosas dándome vueltas en la cabeza. ¿tú por qué no estás durmiendo?
- Me cuesta dormir mucho más por el cambio de horario, es normal sufrir de insomnio – cambio de horario, significa que donde sea que haya estado es de día. - ¿lograste conseguir una solución para los japoneses?
- Algo, debo hablar con Sebastián.
- Mm, ¿cómo están los niños?
- Bien, estudiando, creciendo.
- ¿Y cómo van en la escuela? Si es que sabes y no estás muy ocupado para preocuparte por tus sobrinos.
- Sabes bien que amo a mis sobrinos, respondiendo a tu pregunta: van bien, aunque la princesa está rebelde, no quiere hacer sus tareas y ahora está castigada.
- ¿Por qué?
- Se metió en problemas en la escuela, según Sebastián se agarró a golpes con unas niñas y la maestra cuando la fue a castigar se negó a disculparse con las niñas y también arremetió con ella, insultándola.
- ¿insultarla?
- Al parecer dijo que era una bruja mentirosa que siempre se ponía del lado de las niñas e insistía que no hizo nada, discusiones de niños. La maestra la castigó y llamó a sus padres.
- Esa bruja… Debí darle un par de golpes, la maestra sabe perfectamente que pasa en la escuela y se lo dije.
- ¿Se lo dijiste? – me evade la mirada, recuerdo lo que mi princesa me dijo. – ¿has visto a mis sobrinos? – no me dice nada – Lucia…
- Bueno si, quería ver como estaban y llegue justo a tiempo porque la niña tenía una presentación y fue muy linda y conmovedora, estaba enojada porque su tío dijo que no lo molestarán cuando lo llamo.
- ¿Qué yo dije, que? No recordaba esa presentación. Espera… ¿Qué sabes tú de la niña y la escuela?
- Eso es algo entre ella y yo, no puedo decir nada porque es una promesa. - me rio ante eso - ¿por qué la risa?
- Por nada, me sorprende que hables de promesa cuando rompiste todas las que me hiciste.
- Tú las rompiste primero y no vamos a discutir por eso, esa docente debería botarla de esa escuela, no les brinda seguridad a esos niños.
- A ver Lucia, dime que sucede en la escuela.
- No te puedo decir, pero voy a arreglar ese asunto, si te pido que no le digas nada a Sabrina y a Sebastián ¿lo harías?
- ¿Por qué debería hacerlo? Son sus hijos Lucia.
- Gabriel la niña me confió algo, si Sebastián o Sabrina se enteran debe ser por ella.
- Yo no diré nada si me dices que sucede y ¿cómo lograste acercarte a los niños?
- Soy su tía, en la escuela me conocen y ellos me adoran como yo a ellos y eso es chantaje.
- Te aprovechas del cariño que te tienen.
- Gabriel, no quiero discutir ¿no podemos hablar cordialmente?
- Entonces tendré que decirle a mi hermana lo que sucede y te prohíbo volver acercarte a ellos.
- A mí no me prohíbes nada, no lo hiciste antes mucho menos ahora, si quieres decirle hazlo a ver como haces para que tu sobrina se contente porque bien molesta la tienes.
Nos quedamos en silencio un buen rato hasta que la escucho.
- ¿Cómo se llevan con su primo?
- No lo conocen – es raro hablar de Lewin con Lucia.
- ¿Por qué? Están en la edad de compartir y no creo que la descerebrada se niegue a eso. Es más, ¿por qué la prensa no sabe del niño? Si se puede saber.
- Conoces la prensa, no quiero que lo atosiguen; solo mis padres, mi hermana Sebastián y Petter saben del niño
- Si, la prensa puede ser horrible en ocasiones, está bien que protejas al niño ¿te llevas bien con él?
- ¿De verdad te interesa?
- Si eres con tu hijo como eres con tus sobrinos, debes ser un padre grandioso. - la observo melancólica como si pensara en otra cosa.
- Es un niño muy inteligente, avispado, pero aún no se siente cómodo conmigo, es extraño.
- Dale tiempo, los niños son así, ya se acostumbrará a ti. – sonríe y luego escucho - La familia feliz – no me gustó ese comentario o mejor dicho el tono.
- ¿Eso qué significa? Sé más clara con lo que quieres decir, siempre lo has hecho.
- Quiero decir que los niños son cambiantes, un día te quieren y el otro no, luego lloran sin sentido sobre todo en el primer año, lo quieren todo.
- Me refiero al comentario de “la familia feliz”, ¿te burlas de mí?
- ¿Por qué me burlaría? Son tu familia, solo que me imagino a Lucrecia, Emilia, tú y el niño en el medio, ¿mi querida suegra a quien le va?
- No te burles de esa situación Lucia.
- No me burlo, es un hecho, con el carácter de Lucrecia me sorprende que no haya gritado a los cuatro vientos que tienes un hijo con ella ¿no te parece raro?, sobre todo si estás saliendo con Emilia. - la veo tan relajada y tranquila hablado de mi vida.
- ¿No te importa en absoluto que salga con ella? - que le va a importar si tiene alguien esperando por ella.
- Es tu vida Gabriel, tienes derecho a tener algo que yo no podía darte, tu bien lo dijiste “yo no soy la mujer para ti”
- ¿Cuándo dije eso? – me mira y no puedo leer su pensamiento, niega y asoma una sonrisa, me desespera.
- A veces creo que lo haces para molestarme. El día que te fuiste, dijiste muchas cosas; uno debe buscar su felicidad y si ya no lo eras conmigo quien soy yo para negarte que lo buscaras por otro lado, pero hubiera estado bien que me lo dijeras, siempre te dije que el día que ya no quisieras estar conmigo te sintieras en libertad de contármelo y rompiste esa promesa, no habríamos ahorrado final tan caótico.
- Lucia… mal entendiste todo.
- ¿Qué parte entendí mal? ¿La parte que te sentías asfixiado conmigo, que yo era una obligación, que era un defecto y no querías hijos conmigo porque mis hijos también serían defectuosos? ¿que mi estado te sobrepaso y te habías perdido? ¿Qué querías tu vida de vuelta antes de conocerme? – yo y mi maldita boca cuando me enojo.
- Sabes cómo me pongo cuando estoy de mal humor, esa semana no la estaba llevando bien y tu…- me sentía explotar. - no me di cuenta de lo que decía, no recuerdo algunas cosas de lo que dije esa noche de la rabia que tenía, me cegué, pero sé que no manejamos bien la situación y te lastime.
- Yo si me acuerdo de cada palabra, la tengo grabada como si hubiera pasado hace un minuto – maldito día.
- No debiste haberte ido de esa forma, podíamos…no importa ya. Las cosas han cambiado, yo tengo una vida y no puedes estar en ella. – Dios eso dolió decirlo.
- Deje de estar en ella incluso antes de irme.
- Eso no es cierto.
- Me engañaste con Emilia, claramente me sacaste de tu vida sin avisarme. - insiste con eso.
- Ya te expliqué…¿ por que insiste que te fui infiel con ella?
- Querías irte, pero te daba miedo matarme, al final te fuiste y sigo viva ¿te das cuenta lo irónico de la situación?
- Yo no me fui, era un viaje de negocios tu fuiste quien se fue.
- No fue eso lo que dijiste cuando te pregunté por qué viajabas.
- ¡Ya te dije…! - que frustración - No puedo estar repitiendo esto a cada momento, lo sucedido ese día… tampoco cambiará nada.
- Es cierto, yo sigo siendo una bomba defectuosa y mi …, - se queda callada – dijiste que no sabías cuanto tiempo te ibas a tardar, unos días, una semana, un mes, un año y que yo hiciera lo que quisiera, te dije que me iba y me dijiste “haz lo que quieras”- idiotez del momento y ella tenía que hacer caso de eso. – ¿Se supone que debía quedarme hasta que el señor se le diera la gana de volver?
- Cometí un error, un grave error y yo no pensé que tu… ¿Para qué hablar de eso ahora? Tu tomaste una decisión.
- Igual que tú, una mujer con un mínimo de dignidad que sabe darse su lugar no se hubiera quedado.
- No se trataba de dignidad, querías que decidiera entre tu y mi hijo.
- Quería una explicación Gabriel, la merecía solo te pedí que te quedaras para hablar, y sí que hablaste, dijiste lo que sentías.
- No lo sentía, se supone que me conoces mejor que nadie, debías saber que no sentía nada de lo que dije.
- ¿Debía? ¿Es que yo soy el genio de la lámpara o la bruja que lee el futuro? Creí que te conocía, pero el hombre que amo jamás me diría cosas tan hirientes.
- Y no soy capaz de hacerlo, exploté y lo hice muy mal.
- No sería la primera vez que me dices cosas hirientes.
- ¿Por qué hablamos de esto?
- ¿Te molesta que te recuerde lo que dijiste e hiciste?
- Parecía que me reclamabas por algo más que por mi hijo.
- Yo no me iba quedar como idiota llorando y esperando a que el señor terminara de pasear con su amante en su luna de miel para ver qué hacer con nuestras vidas.
- ¡No era mi amante! ¡no es mi amante! No te hecho infiel cosa que obviamente tú sí.
- ¡Todavía tienes el descaro de negarlo! ¿Y, cómo te atreves a decir que yo te he faltado?!
- ¿A no? ¿Entonces quién es ese tipo con el que hablabas?
- ¿De qué hablas? Mejor respóndeme algo ¿Aun sigues pensando que tener hijos conmigo sería una maldición? - porque ese tema. - ¿Tendrías miedo de que fuera defectuosa como yo?
- No use las palabras correctas ese día, pero sabes que no puedes tener hijos y no cambies el tema.
- Si lo hubiéramos tenido ¿aún la verías como un defecto?
- ¡No estas defectuosa Lucia, no supe expresar lo que sentía en ese momento, y estuvo mal; todo ese día estuvo mal!, ¡pero para que hablar de algo que no sucedió ni sucederá!
- ¡Pero si hubiéramos tenido un hijo!
- ¡Estarías muerta!¡¿Por qué no lo puedes entender?!
- ¿No puedes responder una simple pregunta? ¿Crees que sería un defecto? ¿La odiarías? - ¿cómo odiaría un hijo de nosotros si es mi mayor sueño?
- Creo que no tuvimos hijos y eso fue lo mejor. – se queda en silencio y se queda pensando.
- Después de todo, ya tienes un hijo que no está enfermo y una mujer que no te asfixia.
- Me sentía impotente Lucia, me asfixiaba la situación de sentir que te podía perder y tu no veías el peligro, tu mala costumbre de no medir peligro. Insistías en quedar embarazada cuando eso era tu muerte segura, así que ese día exploté; no quise decir nada de lo que dije.
- Para no querer decir nada sonó muy sincero, tú querías que me fuera, querías tu vida y yo te la devolví, nuestras prioridades cambiaron.
- Yo no quería que te fueras, tú no tienes idea de lo que yo sentí y he vivido desde… regresé a casa y tú no estabas.
- Se nota lo mucho que sufriste.
- Puedes preguntarles a tus amigos, a quien quieras yo…
- ¡Fuiste con Emilia a la boda de mi mejor amiga!, ¿eso es lo que vivías? ¿paseando por restaurantes y ciudades con tu noviecita? Ni vergüenza tuviste - ¿Qué rayos?
- ¿Quién te dijo eso? ¿qué tiene que ver con esto?
- Nadie me lo dijo yo lo vi con mis ojos cuando llegaste con ella, hay que ser muy cínico y descarado.
- Yo no… demonios, esto es un enredo. ¿Espera estuviste en la boda?
- Tienes razón, ya para que hablamos de esto, al final tu madre tenía razón.
- ¿Mi madre? ¿Qué tiene que ver ella? – la escucho respirar profundo.
- Tu no eras hombre para estar con una mujer incompleta como yo, por lo menos para ti, este matrimonio era un error, lo dijo Sabrina, Marcelo, tu madre y en el fondo yo sabía que no estabas listo para tener una vida con alguien como yo, te lo dije, pero tú te empeñaste que nos casáramos, que tuviéramos una vida.
- Y fue la mejor decisión que tomé.
- ¿En serio? Porque la última vez que me viste pensabas totalmente diferente.
- Igual te fuiste, en vez de pelear conmigo arreglar las cosas. ¿Te pusiste en mi lugar Lucia? ¿solo una vez? Te vi morir, casi te pierdo y estábamos bien hasta que se te metió la insistencia del embarazo…yo – ¿para qué decirle cómo me sentía, lo que…no importa, ella está con otro. – ¿Ese hombre sabe que estas enfermas, que puedes morir?
- ¿Hombre? ¿Otra vez con eso?
- Si, ese hombre que amas y que extrañas tanto, que te hace reír y por el cual quieres regresar. – me mira confundida – no lo niegues que te escuche.
- ¿Me escuchaste? Mi llamada, ¿me estabas espiando?
- No, fui a buscar algo y te escuché. ¿Él sabe el riesgo que corres?
- Todos podemos morir en cualquier momento, mi enfermedad es un mundo de probabilidades, y entiendo muy bien el riesgo de tener un hijo, pero no justifica lo que me dijiste y me hiciste sentir ese día y mucho menos que me engañaras.
- ¡Lo sé! Se que no debí ocultarte lo del niño y que no debí decir las cosas que dije y si merecía que me ahogaras en la piscina ese día, tomé una pésima decisión ese día, pero...
- Yo puedo entender lo del niño, pero no que me hayas sido infiel, que tuvieras el descaro de mentirme en mi cara y mucho menos que me trataras como lo hiciste ese día.
- Sirena…
- ¡No!, faltaste a tu palabra, a nuestro acuerdo. Tomaste una mala decisión y estas son las consecuencias y no es justo que digas que es mi culpa y digas mentiras para divorciarte de mí. Firma los papeles Gabriel, así acabamos con este error de una vez.
- Tienes razón no me importa, ¿solo quiero saber si es por eso por él que te fuiste?
- No pienso responder a esa idiotez, buenas noches Ziegermman, que descanses.
Se levanta y se va, me contengo para no ir detrás de ella, decirle que me perdone, que fui un idiota en decirle todas esas estupideces, que la extrañe y que la extraño; que si hubiera una pequeña posibilidad de que este bien tendría no uno sino mil hijos con ella. Razono sus palabras ¿infidelidad? ¿mentiras para divorciarme? ¿de qué habla? Definitivamente hay algo que no sé y tengo que averiguarlo, pero tú de mí no te divorcias Meller.
-*-
Al amanecer Anna está muy callada, sirve el desayuno sin mirarme, todos parecen distantes.
- ¿Lucia ya comió?
- No la he visto señor.
- Se durmió muy tarde, ¿no te ha mencionado donde ha estado?
- No señor.
- Está bien – en eso aparecen José y Nicandro, vestidos con ropa de trabajo informal pero no como ayer tan libres.
- Estamos a sus órdenes señor – dice Nicandro.
- ¿Ahora si quieren obedecer mis órdenes? – veo como se miran entre ellos.
- Con respecto a lo de anoche, fue irrespetuoso señor, no volverá a pasar – menciona José.
- Hoy vamos a estar en tierra, buscaremos algo que necesito y los quiero atentos con sus ojos donde deben estar, no en encima de mi mu… quiero obedeciendo mis ordenes no las de Lucia.
- Sí señor – dice José.
- Preparen todos para cuando anclemos- cuando se van a retirar los vuelvo a ver. – ¡Nicandro! Con esa ropa llamaran la atención, estamos en una isla así que póngase más cómodos y procura que sea antes de que los vea.
- Sí señor – puedo ver como se refleja una sonrisa en su cara, aunque la disimula -no te atrevas a pensar lo que no es.
- No me atrevería- se lleva a José y cuando ve a Anna también está con la sonrisa.
- No veo la gracia.
- No la hay señor, pero es bueno saber que aún se preocupa por no molestar a la señora.
- No es por ella.
- Si usted lo dice, con permiso- los odio, ya nos conocen bien, para saber que los mande a cambiar porque si Lucia los ve quien aguanta el repertorio que me va a dar, aunque no me molesta escucharla.
Dios estoy mal, la quiero lejos de mí, pero también la quiero cerca, esto es enfermizo. Termino de desayunar, vuelvo a revisar otros asuntos de la demanda, hasta que veo que estamos cerca de la isla.
Veo a Lucia en la piscina - ¿dormiste bien?
- Lo que se puede hacer estando aquí.
- No tenías problemas en dormir antes aquí.
- El problema no es el lugar sino las circunstancias.
- Entiendo lo que dices.
- No se siente igual, amábamos estar aquí.
Se acerca José, y lo veo con la ropa de trabajo, veo a Lucia y me mira enojada.
- Señor bajamos en unos minutos.
- Gracias, ¿no había dado una orden?
- Así es, estaba ocupado.
- Ve antes de que bajemos – se retira, Lucia aun me ve molesta. – ¿Bajaras conmigo a dar una vuelta por la isla?
- Buena táctica, les llamaste la atención por lo de anoche – me pega en el hombro – eres… lo peor.
- Sí, ya sé que soy una porquería de hombre para ti, pero resulta que son mis empleados.
- Y debes tratarlos como personas, no como esclavos; por Dios te dejo un año y te vuelves un tirano, así tienes a todos en la empresa; tu secretaria casi colapsa de los nervios.
- Fue más de un año ¿Viste a mi secretaria? ¿Cuándo fuiste a la oficina?
- Te fui a buscar, pero ya te habías ido por eso terminé aquí – cierto, que no sé cómo sabía que estaba aquí.
- ¿Cómo supiste que venía para acá? Nadie excepto Sebastián lo sabía.
- Por Dios, Gabriel después de tantos años solo necesito que digas ciertas palabras para saber a dónde vas al igual que tu secretaria.
- ¿Tienes comprado a todo mi personal?
- Pues no sería mala idea y te los quito, no creo que duren ni un minuto en dejarte por mí con ese carácter – me dice con soberbia y burla.
- Tu eres la culpable de ese carácter así que no te quejes, nadie te mando a irte.
- Claro que me quejo, deberías decirle a tu noviecita que te quite el mal genio, pareces todos menos un hombre feliz que se quiere divorciar.
- ¿Quién dice que yo me quiero divorciar? – me mira sorprendida y me doy cuenta de que hable en voz alta.
- Señor ya estamos en el puerto. - nos interrumpe Nicandro.
- Ya me di cuenta, ¿vas a bajar o no?
- ¿Quieres que me baje de tu yate?
- Haz lo que…- mejor dejo de decir eso – tengo cosas que hacer. Nos vemos…
Agarro mis cosas y bajamos al puerto.
- ¡Nicandro! – viene a donde estoy.
- Dígame.
- Vamos a buscar el regalo que mande hacer y regresamos inmediatamente al barco.
- ¿Al barco? – lo miro y luego el barco – ¿este barco?
- ¿Cuál más? Dios que les pasa.
- Señor desea algo – dice José. - ¿Qué hacemos con la señora?
- Nada, has de cuenta que no está. – obstinada. – ignórala.
- Cuando vamos escucho a Nicandro decirle a José que haga lo que le pidió, ¿Qué será?
- ¡Vamos!
Voy a la tienda donde solicite el regalo, no había manera de que llegara a la ciudad y este lugar es maravilloso con los adornos.
- Señor Ziegermman que placer tenerlo en Helgoland.
- Gracias, espero que todo esté bien.
- Eso parece, vine a reclamar el regalo que pidió.
- Por favor – mientras que busca lo que pedí veo los objetos hasta que encuentro un collar de corazón, pero de su forma anatómica, es muy raro que alguien los haga así, es rojo Vinotinto rodeada de piedras de diamante.
- ¿Le gusta? – me dice la joven de la tienda.
- Está bonito.
- Es un juego de tres collares. - me los muestra.
- ¿Por qué tres? – toma uno en su mano y lo abre. - es un relicario.
- Así es, según su creador es de colección limitada solo hizo tres juegos, uno es para su familia, el otro para sus padres y este, lo quiere para su familia- ¿mi familia? - Se que a su esposa le gustaría.
- Si, se enamoraría de él, ¿Cuánto sale cada uno?
- Vienen los tres señores y salen mil euros, es diamante incluso la perla roja.
- Está bien, me los llevo.
Después de pagar salgo de la tienda y veo a Nicandro discutiendo con José, cuando me ven se quedan en silencio
- ¿Hay algo que yo deba saber?
- No señor – dice José – un desacuerdo eso es todo.
- Los problemas lo dejan para después que regresemos al barco.
Camino por la isla un rato, entro a una cafetería y soy tan idiota que al salir pido una malteada de oreo y chocolate blanco para la terca y obstinada que tengo invadiendo mi barco, sé que le encanta este lugar. Al regresar al barco doy la orden al capitán que nos pongamos en movimiento.
- ¿Ahora? – me responde.
- Si, ahora tenemos el tiempo justo para regresar a la ciudad. – el capitán ve a Nicandro y luego se va a la cabina.
- Después de unos minutos cuando estamos listo para salir, llamo a Valery o a Anna.
- ¿Señor? - le entrego la caja con los chocolates y la malteada.
- Dáselo a la señora, no le digas que es de mi parte- me mira nerviosa- bueno pero qué demonios. - ¿Qué te sucede Valery?
- Es que…- mira a todos lados – no se enoje.
- ¿Por qué me voy a enojar?
- Es que la señora no está en el barco.
- ¡¿Cómo?!
- Ella bajó después de usted y aún no ha subido – maldita sea Lucia.
- ¡Nicandro! – llega el y José, miran a Valery
- Señor…
- ¿En dónde está? – él sabe de lo que hablo - ¡¿dónde demonios está? Tu eres el encargado de su seguridad. – José lo mira sin entender.
- Lo sé, señor, ya hice un par de llamadas para localizarla.
- ¡Si algo le pasa va a ser su tu responsabilidad, la dejaste ir una vez ahora la encuentras! ¡No puedo creer tu ineptitud, la conoces!
- Señor le puse seguridad, en cualquier momento se comunicarán y nos dirán dónde está la señora.
- ¿Qué seguridad tienes si tú y José están aquí?
- Señor le aseguro…
- No me aseguras nada Nicandro encuentra a Lu…a la señora. – tiró la mesa que estaba ahí. - ¡Avísale al capitán que no zarparemos hasta no traer a Lucía! ¡Como un demonio, ¿en qué momento se convirtieron en unos imbéciles?!
No puedo perderla, no te me vas a escapar otra vez.