Ese sábado estamos los dos de buen humor, felices como cuando éramos novios. Que no digo que no lo fuéramos ahora, pero que con el tiempo es una felicidad un poquito más apagada y hoy hemos recuperado la chispa. Paseamos por la ciudad, visitamos un museo, almorzamos en un mesón que pone unos callos exquisitos y unos revueltos de habitas con jamón que a mí me gustan mucho. A pesar de que la costumbre dice que no repetimos hasta por la noche, nos vamos a echar la siesta al hotel y volvemos a fornicar. Y esa noche otra vez y el domingo por la mañana también, hasta que dejamos la habitación. Y también hubiéramos fornicado antes de que cogiera el tren si la casa de mi tía hubiera estado vacía. He tirado de todo el repertorio de mis fantasías para hacerlas coincidir con los coitos que hemos pra