Después de una hora de arduo viaje, divisaron finalmente su destino. Ante ellos se alzaba una torre de piedra gris, majestuosa en su austeridad, que se elevaba unos cuatro pisos hacia el cielo. El camino que habían recorrido serpenteaba entre dos montañas, tan intrincado y escarpado que Nora no pudo evitar pensar que el lugar había sido construido con la intención de permanecer oculto a ojos indiscretos. —Tu tío vive bastante apartado —comentó Nora, con sus ojos verdes escudriñando el paisaje rústico que los rodeaba. El viento frío de la montaña jugaba con mechones sueltos de su cabello castaño, dándole un aspecto algo desarreglado que a Declan en el fondo, le encantaba. Sin embargo, el lobo de mar con su característica actitud hostil, respondió mientras guiaba al caballo por el último t