Cuando Declan expresó su deseo de mantener en secreto lo que estaban a punto de hacer, el destino pareció burlarse de sus intenciones. De repente, como si hubieran estado esperando el momento preciso para hacer su aparición, dos pequeñas figuras emergieron de la imponente torre de piedra que se alzaba frente a ellos. Eran un niño y una niña, ambos con cabellos pelirrojos tan alborotados que parecían haber sido sacudidos por el viento más salvaje. Sus risas se escucharon en el aire mientras corrían alrededor de Declan y Nora, con sus pequeños pies apenas tocando el suelo en su júbilo infantil. Con voces cantarinas y llenas de picardía, los niños exclamaron al unísono: —¡Ya lo sabemos nosotros, ya lo sabemos nosotros! ¡El tío cangrejo de mar tiene un secreto que sabemos! Sus sonrisas, am