Sin darse cuenta, Nora llevó una mano a su boca, con la incredulidad inundando su ser al ver la transformación que ahora sucedía ante sus ojos. La mezcla de horror y fascinación la mantenía inmóvil, incapaz de despegar su vista de ninguno de los tres. Los sonidos de huesos crujientes y la piel estirándose llenaban el aire, creando una sinfonía inquietante que retumbaba en su interior. Fue entonces que la magia de la transformación se llevó a cabo. Ante ella, surgieron tres lobos. Uno de pelaje dorado, brillante e inusual; otro, de pelaje oscuro, profundo y tan enigmático como la noche; y, por último, un lobo de pelaje cobrizo, cuya energía parecía emanar una fuerza que no parecía de este mundo. Eran enormes, colosales, tanto que Nora sintió que podían rivalizar con el tamaño de los caball