El bullicio del centro comercial envolvió a Nora y su peculiar séquito de hombres lobo en cuanto cruzaron las puertas automáticas. El aire acondicionado golpeó sus rostros, trayendo consigo el aroma a comida rápida y perfume barato. Nora, con el corazón latiendo acelerado, no podía evitar sentir un atisbo de ansiedad y fascinación. Sus ojos recorrían constantemente el lugar, vigilantes, buscando cualquier señal de peligro. No eran solo los cazadores infiltrados los que le preocupaban; su mayor inquietud provenía de los tres hombres que caminaban delante de ella. Declan, Lugh y Aidan avanzaban con pasos inseguros pero que intentaban lucir “confiados” mientras tenían sus ojos abiertos de par en par ante el espectáculo de luces, colores y tecnología que los rodeaba. Sus expresiones oscilaban