Nora se encontraba en un mar de emociones, su corazón latía con fuerza mientras observaba a Declan explorar cada rincón de la habitación con una curiosidad casi infantil. Sus ojos azules, intensos como el océano en calma, se detenían en cada objeto, examinándolo con una mezcla de asombro y desconfianza. La joven no podía evitar sentirse fascinada por la forma en que él percibía su mundo, tan familiar para ella, pero completamente ajeno para él. La mirada de Declan se clavó en el techo, donde la luz emanaba de una manera que para él resultaba inexplicable. Nora, notando su perplejidad, se acercó con pasos suaves, como si temiera romper el hechizo de asombro que envolvía al hombre lobo. —Es una bombilla —explicó con voz suave, casi susurrante—. Esta casa tiene pocas restauraciones, pero el