Para ese momento, cuando Aidan se marchó dejando a Declan sumido en un torbellino de emociones incontrolables, el joven lobo sentía cómo la furia se apoderaba de cada fibra de su ser, una rabia inexplicable que lo hacía temblar desde lo más profundo de sus entrañas. Sus músculos se tensaban involuntariamente, mientras su respiración se volvía errática y entrecortada. Incapaz de contener la tormenta que rugía en su interior, Declan comenzó a despojarse de su ropa con desesperación, como si las prendas fueran cadenas que lo aprisionaban. Una vez desnudo, con su piel expuesta al frío nocturno, se lanzó hacia la espesura del bosque en una carrera frenética. Mientras corría, la metamorfosis comenzó a apoderarse de su cuerpo. Sus extremidades se alargaron y se cubrieron de un pelaje oscuro com