Sin embargo, el destino tenía otros planes. Angela, la chica loba inexperta, completamente absorta en su cacería, había perdido la noción de su entorno. Con una precisión letal, se lanzó sobre el conejo desprevenido, atrapándolo hábilmente entre sus fauces. La emoción de la victoria nubló su juicio por un instante crucial. —¡Atrapé un conejo! —exclamó Angela con orgullo, con su voz haciendo eco en el claro. Declan se cubrió el rostro con una mano, maldiciendo internamente la imprudencia de la chica de la mañana O´Neill. Sin perder un segundo, comenzó a despojarse de su ropa con movimientos frenéticos, preparándose para la transformación que sabía que era inevitable. La comitiva de Harrington, alertada por el grito, giró al unísono hacia la parte baja del sendero. Sin dificultad, lograro