Con un gesto de frustración por toda la situación que estaban viviendo, el rubio se quitó los lentes, los rompió y se los devolvió al atónito joven lobo. —¡¿Por qué hiciste eso?! —exclamó el muchacho, sosteniendo los restos de sus gafas con incredulidad. Ronan, percibiendo que la situación estaba al borde del caos, decidió intervenir con una propuesta que esperaba calmara los ánimos: —Escuchen, los llevaré a donde está Nora Sullivan. Es lo único que desean, ¿no? Así nos dejan en paz. ¿De acuerdo? Aidan se acercó a Ronan, quien instintivamente levantó las manos en señal de paz. El pelirrojo, con una mirada que podría haber derretido acero, advirtió: —Si nos estás mintiendo —comenzó a decir señalándolo mientras le tocaba el pecho con su dedo índice —, juro por todos mis antepasados que