La tensión en el ambiente se intensificó cuando Declan, abrumado por la desconfianza y la frustración, empujó a Nora con brusquedad lejos de él. La joven, tomada por sorpresa, trastabilló hacia atrás, luchando por mantener el equilibrio. Sus ojos, antes llenos de preocupación, ahora ardían con indignación, había olvidado lo hostil que era ese hombre con ella. —Yo no soy una Sullivan, ya se los dije... ¡Ya dejen de atacarme! —exclamó Nora, con su voz quebrada por la agitación. El cansancio de la reciente persecución y la confusión de su situación actual se mezclaban en su mente, creando un torbellino de emociones. La presión acumulada finalmente encontró una válvula de escape, y Nora sintió cómo las lágrimas brotaban de sus ojos, incontrolables. Su voz, entrecortada por el llanto, resonó