—No lo hice por ti —respondió Declan con brusquedad, con su voz sonando tan cortante como el filo de una espada. Sin esperar respuesta, giró sobre sus talones y se encaminó hacia las caballerizas. A lo lejos, se podían ver las siluetas de Aidan y Lugh alejándose a toda velocidad sobre sus monturas, cumpliendo diligentemente las órdenes de su padre. Nora, sintiendo que la frustración bullía en su interior, aceleró el paso para alcanzar al hombre lobo. Sus zapatos resonaban contra el suelo empedrado, un eco que parecía unirse con su determinación. —¿No fue por mí? —insistió, con incredulidad y desafío—. ¿Entonces para qué te culpaste? ¡Ahora tu padre no quiere verte ni en pintura! Declan, que hasta ese momento había mantenido su mirada fija en el camino frente a él, se detuvo abruptamente