XV. Bonita bienvenida

1500 Words
Kagome Una sonrisa se dibuja en mis labios mientras Sesshomaru me mira con cautela y con suficiencia, aunque odie admitirlo, justo ahora él tiene el control del lugar. De reojo miro todos, buscando la manera más efectiva en la que puedo escapar de los ojos de este hombre. Mirándolo de cerca el parecido con Inuyasha es mucho, esos mismos ojos, solo que los de su hermano menor son más cálidos. La mirada de Sesshomaru se parece mucho a la mía, ambos tenemos una mirada calculadora, bueno, es atractivo encontrar un parecido entre ambos, así él no puede decir que no nos parecemos en nada y no se podrá sentir del todo superior. —¿Qué buscas de él? —Pregunta rompiendo el silencio que su última pregunta había establecido. Me cruzo de brazos alzando con algo de picardía la mirada. —No te vayas a escandalizar con la respuesta — respondo con una sonrisa maliciosa, él me mira con fastisio y un atisbo de molestia. —Te lo advertiré una vez más, aléjate de mi hermano — murmura mirándome con odio — él no tiene nada que ver con tu mundo de mierda, sabes muy bien que todo lo que te rodea son muertes, déjalo en paz — da un paso más cerca sin bajar o titubear con el arma — aunque yo mismo me voy a encargar de que te mantengas alejada de él — me río — levanta las manos a la altura de tu cabeza — de manera lenta quito mis manos y el paso por el arma que llevo al desdoblarlas. Hago un movimiento con mi pierna derecha para que su vista caiga por esos segundos ahí y saco la pistola apuntándolo como él a mi. —El escenario cambia — comento apuntándolo. No me importaría disparar, pero si lo hago Inuyasha me odiaria, no estoy para los dramas de un juguete. —¿Eso crees?—pregunta elevando una ceja. —Lo creo—murmuro sacando otra y elevando una ceja y sonreír de manera siniestra—al parecer tu trabajo es dejarme escapar—él ríe sin una pisca de humor. —No te dejaré escapar, mi hermano no estará al asecho de una loca como tú—lamo mis labios y él hace una mueca—puedes conseguir a otro, pero no lo tendrás a él—culmina moviéndose un poco, me muevo también. —Puedo tener a quien quiera, ¿pero sabes lo curioso? Quiero al pequeño Taisho, no te imaginas lo sexy que es cuando yo lo toco en... —¡Basta!—grita mirándome mal—no dejaré que mi hermano eche a perder su vida por ti, eso ni en juegos—me encojo de hombros. —Aunque no lo busque, él me buscará, eso ambos lo sabemos bastante bien—veo de reojo un movimiento y una de mis pistolas queda en esa dirección. Retrocedo varios pasos sin perder de vista mis objetivos, ahora dos. Rin parece sorprendida, pero aún así tiene una pistola en mano. Puedo decir que aunque la conversación con Sesshomaru parece interesante, nunca perdí de vista nada de lo que me rodea, porque usaba la conversación como una distracción para escapar, al parecer Sesshomaru la usaba para que su novia acabe conmigo. Bien pensando, claro, eso si yo no hubiese sido la falla en todo su plan. La cárcel todavía no me invita a entrar, así que estaré un tiempo en este mundo dando un poco de mi amor a el. —Muy perspicaz—murmura ella con una mueca en los labios. Ninguno aparta la mirada de mi a la vez que con el arma hago que se acerquen un poco. —¿Listos para dejarme escapar una vez más?—pregunto con una sonrisa en los labios. —Eso no pasará—asegura Rin quitándole el seguro a su pistola. Caigo al suelo cuando el primer Gas lacrimógeno es lanzado. Cierro los ojos a la vez que alguien me ayuda a levantarme y tiran otras 3 más. Escucho a Sesshomaru y a Rin toser y quejarse de la irritación en sus ojos. No abro los ojos porque aún cerrados me arden, toso y cuando me sacan me suben a una camioneta. Inmediatamente la ponen en marcha. Toso un buen rato hasta que con lágrimas en los ojos, los abro. —En buena hora llegaste—le hago saber a Sango quién conduce. —Es una suerte que haya mandado a Kikyo que te siga, j***r, esto se hubiese puesto feo si ellos te hubiesen logrado cojer—me mira por el retrovisor—ponte el cinturón, es seguro que ya nos están buscando. Conduciré hasta la carretera. Allá hay un coche, abandonaremos este porque seguro ya tienen la matrícula—le doy una sonrisa. —Me encantas cuando piensas en todo, es como verme en otro cuerpo—ella bufa molesta. —Yo jamás haría la estupidez que tú haces por un simple juego—le sonrío cerrando los ojos. —Debo reconocer que subestimé a Sesshomaru, el maldito es muy inteligente. Y pensar que ya me tenía en sus manos desde el principio—ella me mira y niega—tiene pruebas de que yo comencé la guerra—Sango gira el bolante con fuerza. Me mira rápido. —Abajo, ahí está el coche—hago lo que me pide y ella le asiente a un hombre y entiendo lo que hará. En menos de 5 minutos vemos como la camioneta arde en fuego fuera de la carretera. —Eso los va a distraer—digo con una sonrisa. —Aprendo de la mejor, ahora vamos—ambas subimos a la parte trasera—Kikyo y Ayame nos siguen en los autos que ves más alejados. No podemos darnos el lujo de que andes por ahí sin protección y con Naraku haciendo y deshaciendo—ignoro lo que me dice y ella me da un golpe para que la mire—Kagome, sabes que estamos en peligro, todos, es un caos lo que está por venir y tu misma lo sabes—suspiro. —Lo sé—sus ojos buscan algo en los mios, cuando parece encontrarlo niega. —Necesito que saques de tu mente a Inuyasha Taisho, ahora mismo estamos todos en peligro. Dejé un equipo para cuide de él, además, ya viste. Su hermano te logró descubrir a ti que eres la mejor en el disfraz. Por eso te necesito concentrada aquí—le asiento y ella se gira para sacar un maletín. —Te necesito armada, elije—sonrío viendo. Tomo una CZ-75B en mano y me encargo de equiparme bien. El auto se detiene de momento y miro al conductor buscando una rápida explicación.  Pero no hay nada que explicar cuando veo salir a Naraku. Mi rostro se pone serio a la vez que salgo yo también. Ambos mantenemos distancia. Hay alrededor de 10 camionetas, maldición, nos superan en número. Miro el coche donde debe estar Ayame y hago una señal. Vuelvo mi atención a Naraku quien está al lado de la perra esa. Maldita zorra de mierda. —Mira lo que me trae el sol, o mejor dicho la familia Taisho, como que tengo que agradecerles, últimamente te dejas ver más seguido hermanita—mis labios se vuelven una fina línea. —No me llames así nuevamente—él sonríe dejando ver sus dientes blancos. —¿Por qué no?—Sango se ubica a mi lado y Kikyo también. Por unos segundos los ojos de Naraku no dejan a Kikyo y eso me hace mirarlo más detenidamente—la perra traidora—saluda a Kikyo y ella rueda los ojos. —Ya que me diste tan bonita bienvenida, debo preguntar a qué se debe—miro a Sango y ella retrocede al igual que Kikyo. Ambas se colocan en una posición favorable para poder atacar. Suspiro, hoy ha sido un día agotador, pero por lo menos probé un rato los labios de Inuyasha, eso me hace sonreír. —Bueno, supongo que ya sabes, quiero mandarte a darles saludos a nuestro padre Satanás—se ríe de su chiste malo y lo miro con fastidio—eres buena dando recados, ¿no me digas que ya olvidaste cuando te enviaba a los mandados? Eras muy buena en ello—lo miro molesta. —Fue un gusto saludarte—le digo y hago una señal. El primer disparo llega y luego siendo uno rozar mi brazo. Me lanzo al suelo y me oculto detrás del auto a la vez que una lluvia de disparos ocupa todo el lugar. Saco la pistola y apunto en dirección a la perra esa, Naraku está fuera de mi radar. Mi brazo arde un poco, pero eso no me impide acabar con todo el que pueda. Sango dispara con presición. Acierto dándole un dispario a uno de los que protegen la camioneta de Naraku. Me muevo un poco y retrocedo cuando los disparos casí me dan. Gimo al golpearme donde la bala rozó. Maldición, este escenario no es muy favorecedor para nosotras. Logro darle a otros cinco. Las balas se acaban y cargo la pistola. —¡Kagome!—grita Ayame y me diro a vez que recibo un golpe en la mandíbula. La pistola cae y yo estoy desorientada por unos minutos. —Ahora si puedo disfrutar de acabar contigo, zorra miserable—veo a Tsubaky mirarme con odio y con mis pies hago que caiga al suelo. Tomo una navaja de mi pierna y antes de que pueda reaccionar acabo con su vida. Veo su cuello ensangrentado y miro la navaja en mi mano. Sonrío, por fin una peste menos. —Hay que salir de aquí—grita Sango y asiento. Levanto la mirada y abro los ojos como platos. Miro a todos los lugares. —¡Todos al suelo es una bomba!—grito y luego todo estalla, todo arde y el sonido de las sirenas de la policía se escucha más cerca mientras cierro de a poco de los ojos. 
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