Narra Vicent
Escucho atentamente la propuesta que me hace mi hermano mayor Marcelo y se me ocurre que podría ser la distracción que necesito. Quiere que me haga cargo de la dirección de la sucursal del negocio de vinos que tenemos aquí en los Estados Unidos. Por supuesto, el viñedo y la finca originales de Ross están ubicados en el sur de Sicilia y nuestros padres todavía viven allí. El suelo es extremadamente fértil y mi padre supervisa el cultivo de Nero d'Avola, la uva de vino tinto más importante de Sicilia. Nuestros vinos son de la más alta calidad y tienen una gran demanda en todo el mundo. Asumir el papel de presidente de Ross Vineyard es enorme y me mantendría ocupado. Demasiado ocupado para pensar en por qué no he sido feliz últimamente. Diablos, ¿últimamente? ¿A quién engaño? No he sido verdaderamente feliz en años.Porque me falta algo. No puedo explicar qué o por qué me he sentido así, pero hay un vacío y, haga lo que haga, no logro llenarlo. Tal vez el hecho de haberme visto envuelto en el negocio de las bodegas me ayude, dándome algo en lo que centrarme. Con suerte, este dolor de vacío e inquietud finalmente desaparecerá.
Mientras Marcelo empieza a hablar del último informe de beneficios de la empresa, yo asiento y pretendo que estoy todo oídos. Pero, en realidad, mi mente empieza a divagar. La verdad es que nunca fui un hombre de números. Ese es Enzo, sin más. Mi hermano menor podía explicar los márgenes de beneficio, las pérdidas, las ganancias y todo lo demás sin pestañear ni detenerse a respirar: lleva en la sangre absolutamente todo lo que tiene que ver con el mercado de valores. Además, es un genio a la hora de elegir acciones. Todos tenemos carteras con él y me hace ganar más dinero en un año que lo que ganan algunas personas después de trabajar diez años. Y yo no tengo que mover un dedo.Entonces, ¿técnicamente necesito dirigir una empresa y sumar todo ese estrés a mi vida? No. Enzo hace que esta familia gane dinero mientras duerme y tenemos suficiente para varias vidas. Pero necesito algo que me ayude a solucionar este sentimiento extraño y abrumador que siento dentro de mí. Esta necesidad de… algo.
Es casi como si faltara algo. Aunque no sé exactamente qué, puedo estar seguro de que no es una relación seria. No necesito una mujer en mi vida. Eso es una certeza absoluta. Bien, déjame reformularlo. Tal vez mi cuerpo quisiera una cálida y acogedora compañera femenina para satisfacer los impulsos de mi muy solitario pene. Porque no se puede negar: soy un hombre de treinta y dos años con necesidades y deseos sexuales. Pero lo que no quiero es que me vuelvan a quemar. Todavía tengo las cicatrices y no soy lo suficientemente ingenuo como para volver a recorrer ese camino.El amor es el paraíso de los tontos. La verdad es que la atracción instantánea no es más que lujuria. Deseo s****l puro y sin adulterar. La reacción inmediata de un cuerpo al simple deseo de aparearse con otro cuerpo. Esas sustancias químicas estúpidas que se liberan en el cerebro ayudan a engañar a una persona para que piense que está "enamorada". Pero la verdad es que el anhelo es simplemente un deseo de liberación física. Nada más.
Aprendí eso de la peor manera. Fue una lección muy dolorosa que me llevó mucho tiempo aceptar y procesar. Pero ahora sé que el amor no es para mí. Es simplemente… demasiado doloroso.Inhalando profundamente, asiento y finjo que me interesan las diapositivas que mi hermano está pasando en la pantalla blanca con un pequeño control remoto. Marcelo siempre es muy organizado, decidido y es el líder más astuto que he conocido en lo que se refiere a gobernar un imperio. No solo es inteligente en los libros, sino también en la calle. Y es despiadado en ambos ámbitos. Si alguien se le cruza en el camino, o a cualquier m*****o de nuestra familia, Marcelo acabará con ellos.
—Tierra a Vincet.
Levanto la vista, sorprendido soñando despierto, y le dedico a Marcelo una sonrisa torcida.
—Estoy escuchando.
—¿En serio? —Marcelo pone los ojos en blanco— ¿Entonces qué acabo de decir?
—Dijiste que era hora de terminar esta reunión, hermano mayor.
—No, no lo hice —afirma secamente—. Pero buen intento.
A mi lado, Angelo mi otro hermano se ríe y sé que está más dispuesto que yo a largarse de aquí. Angelo tiene la capacidad de atención de un mosquito y preferiría estar viajando por el mundo o intentando seducir a alguna pobre mujer desprevenida. Es un jugador consumado y, lo juro, tiene una nueva novia cada semana. Probablemente porque se aburre con facilidad y nadie ha conseguido mantener su interés más allá de unas pocas semanas. Al mirarlo de reojo, no puedo evitar sentir un poco de envidia. Es tan despreocupado, vive su vida al máximo y nada parece molestarle nunca.Yo, en cambio, soy el tipo melancólico, malhumorado y sensible al que le rompieron el corazón porque fue lo bastante estúpido como para dárselo a la mujer equivocada. Y, cinco años después, todavía no puedo superarlo. No importa cuánto lo intente. Incluso en mi propia cabeza, suena patético.
De verdad pensé que iba a pasar el resto de mi vida con Cindy
y luego la pillé follándose a otro hombre. Perra. Mi corazón se rompió en el acto y juré no volver a dejar que una mujer se acercara tanto a mí.
Desde mi desafortunada relación amorosa con Cindy, he ideado una serie de reglas para mí que evitarán que vuelva a suceder algo similar. El celibato no es una opción, así que ahora tengo cuidado de mantener mis muros altos y mi corazón protegido. Cerrado por completo. Follar está bien; enamorarse no. En cuanto termina el sexo, me voy. No hay abrazos ni palabras susurradas, no intercambiamos dulces mentiras. Y nunca llevo a una mujer a mi casa ni la dejo en mi cama. En cambio, siempre alquilo una habitación de hotel o volvemos a su casa. Cuanto menos personal sea, mejor.Con todas mis reglas, en realidad ha pasado un tiempo desde que tuve una noche de desenfreno y disfruté de una mujer durante una hora o más. Nunca me entretengo y lo dejo en claro desde el principio porque no juego ni quiero engañar a nadie. No soy un mentiroso como Cindy y dejo en claro mis verdaderas intenciones de inmediato: no busco nada serio. Ni ahora, ni mañana, ni nunca. Todo lo que puedo ofrecer es un poco de libertinaje nocturno. Luego, me voy.
Ah, y nunca repito nada. Soy de los que solo hace una cosa y ya está. Así es más fácil y evitamos cualquier tipo de enredo emocional para cualquiera de los dos.
—Entonces, ¿cuál es el veredicto? —pregunta Enzo, cruzando los brazos sobre su amplio pecho—. ¿Vas a dar un paso al frente, Vicent?
Asiento.
—Sí, ¿por qué no? Realmente disfruto trabajar con el lado de Ross Vineyard. Gracias, Marcelo por creer en mí.
—Todos creemos en ti, hermano. —Marcelo me da una palmada entre los omóplatos—. Pero vas a tener que ir a la oficina todos los días. Te das cuenta, ¿verdad?
Mi boca se curva hacia arriba, al igual que mi dedo medio.
—Me lo imaginé—digo secamente.
Angelo se estremece visiblemente. A veces, creo que mi hermano es alérgico a las oficinas.
—Mira el lado positivo, Vicent. Ahora puedes contratar a una asistente sexy.
—Vas a necesitar un asistente ejecutivo—afirma Enzo.
—¿Mi consejo? —Marcelo lanza una mirada seria—. Elige a un hombre o a una mujer casada de más de sesenta años.
Pongo los ojos en blanco.
—No me acuesto con empleados.
—Siempre existe la tentación —comenta Enzo y todos lo miramos. Prácticamente vive en su oficina en el centro.
—¿Por qué me miran así? Yo nunca comería donde cago. Sólo digo que se sabe que pasa... con otras personas.
—Sí, dejémoslo así—Marcelo deja caer el control sobre la mesa.
–Supongo que no todos podemos tener tanta suerte como tú, Marcelo —dice Angelo en tono de broma
—. Una esposa hermosa y un hijo adorable.
Pero mi hermano mayor solo sonríe, con corazones y flores en los ojos.
—Pero estamos felices por ti, hermano—Enzo se levanta de su asiento y mira el reloj ridículamente caro que lleva en la muñeca—. Tengo que volver a la oficina y hacer que esta familia gane más dinero.
—Está bien, nos vemos luego.Pero solo ustedes dos, Angelo se queda.
Obedecemos a mi hermano y salimos de la oficina de Marcelo y pasamos por un pasillo, atravesamos el vestíbulo y salimos por unas puertas de vidrio.
—Entonces, ¿qué vas a hacer esta noche? ¿Algún plan?–miro a mi elegante hermano Enzo vestido con un traje de alta costura, y sacudo la cabeza.
—No. Estaba pensando en pedir comida y tal vez terminar ese nuevo programa que empecé a ver en exceso.
—Esta noche se celebrará un evento muy privado y sumamente discreto. Sería el lugar perfecto para ligar con una mujer para pasar la noche. Sin compromisos.
—¿Qué evento?—pregunto.
—Una especie de fiesta privada —responde, poniéndose repentinamente cauteloso.
Inclino la cabeza, con una curiosidad terrible.
—Está bien. ¿Por qué no vas a esa fiesta si es tan genial?
—Tengo más trabajo que hacer y probablemente no saldré de la oficina hasta tarde.
Maldita sea, Enzo era un adicto al trabajo en extremo. Si alguien por aquí necesitaba unas vacaciones, ese era él.
—Pero si te interesa, te puedo dar mi invitación, porque sin ella no puedes entrar.
Ese último comentario realmente me llama la atención: —¿Es esto algún tipo de actividad ilegal, clandestina?
—No, nada de eso —interrumpe, y la puerta del ascensor se abre. Salimos y se detiene en seco—. Bueno, quiero decir, no todo es exactamente legal. Pero todo es solo para fines de entretenimiento, ¿no? —se encoge de hombros y comienza a caminar de nuevo.
—¿Qué quieres decir?
Empezamos a caminar por el vestíbulo y ahora estoy completamente perplejo. ¿Qué es este misterioso suceso?
—¿De verdad? Me han invitado a esta misma fiesta durante los últimos tres años y nunca he ido. Mi tiempo es precioso y rara vez asisto a fiestas que no impliquen charlas sobre negocios. Pero he oído rumores.
—¿Qué clase de rumores?
—Lo de siempre —responde evasivamente y me hace un gesto para que pase primero por la puerta giratoria. Me abro paso y espero a que salga por el otro lado. Cuando lo hace, mete la mano en el bolsillo interior de la chaqueta y saca un sencillo sobre blanco—. Toma–tomo el sobre formal y le doy la vuelta, comprobando el sello lacrado con la imagen de un cordero. ¿Qué demonios?
—¿Nunca has ido?
—No, pero espero que sí. Ve a tomar unas copas, disfruta y relájate un poco. Elige a una mujer guapa y fóllatela sin piedad. Así, cuando llegue el lunes por la mañana, tendrás la cabeza despejada y concentrada, y no estarás deprimido por no haber tenido sexo en el último año.
—¡Eso no es verdad! —frunzo el ceño al darme cuenta de que Enzo tiene razón. ¡Joder! Ha pasado un año entero. En realidad, más bien un año y tres meses.
—Vamos, Vicent, todos sabemos que rara vez dejas que el pequeño salga a jugar —miro fijamente a Enzo y él echa la cabeza hacia atrás y se ríe. Su mirada se dirige a mi entrepierna—. Se está asfixiando ahí dentro.
—Que te jodan—Enzo me da una palmada en el hombro—.Ve a la fiesta esta noche y diviértete. El pequeño y yo te lo rogamos.
Apartando su mano, miro la tentadora invitación en mi mano y digo: —Es más grande que el tuyo, hermano.
Y Enzo se ríe aún más fuerte: —Sí, claro.
Me quedo mirando la extraña imagen.
—¿Qué le pasa al cordero? Es un poco raro, ¿no crees?
Pero Enzo se encoge de hombros y dice: —Ni idea.
Sé que los corderos representan la inocencia y la pureza. Parece un poco extraño que estamparan sus invitaciones con este animal.
—Aunque he oído a algunas personas referirse a ella como la Subasta Blanca. Sea lo que sea lo que eso signifique— comenta.
De nuevo, otro símbolo de pureza—.Está bien, me tengo que ir. ¡Y quiero que me cuentes todos los detalles sobre la chica sexy que te has juntado!
—Sí, claro —respondo y pongo los ojos en blanco.
Veo a mi hermano saludarme (todos lo hacemos por alguna razón) y me dirijo hacia su costoso auto deportivo estacionado frente a la puerta. Dios, ese tipo se sale con la suya en tantas cosas. ¿Cómo no se lo llevaron la grúa?, me pregunto mientras guardo la invitación en el bolsillo de mi chaqueta.Mientras camino por la cuadra, en dirección a mi departamento, que está a poca distancia caminando, siento que la invitación me quema el bolsillo. Aunque las fiestas exclusivas y de alto perfil no suelen ser lo mío, me siento muy tentado a ir. Y, cuanto más me acerco a casa, más me inclino a asistir. Tal vez sea exactamente lo que necesito: una noche sin compromisos. Y, diablos, poner fin a mi sequía. Porque, no puedo negarlo, a mi pobre pene le gustaría divertirse un poco esta noche.