2. UNA INTRUSA

3156 Words
56 años atrás – Nueva York, E.E.U.U. Travis (15 años) Estimados pasajeros, les informamos que estamos próximos a aterrizar en el aeropuerto… Finalmente el piloto dio aviso del aterrizaje después de tantas horas de vuelo. Si bien es cierto que llevo desde los doce años viajando entre Londres y Nueva York, sigo sin poder acostumbrarme, me alegra demasiado ver a mi madre cada que vengo o ella va a visitarme, pero no quiere decir que las cosas hayan sido fáciles para mí. Todavía recuerdo cuando mis padres me llevaron al internado Royal College, tenía once años, ellos vivieron una temporada en Londres visitándome cada cierto tiempo durante el primer trimestre y aunque en principio no comprendí por qué debía quedarme en ese lugar, la peor noticia vino cuando me dijeron que se irían a Nueva York y yo quedaría solo entre las enormes paredes medievales que se convirtieron, hasta casi mis trece años, en una horrible prisión, no solo porque ya no tenía a nadie de mi familia conmigo o siquiera a unos minutos de distancia, sino porque en ese lugar recibí fuertes abusos por parte de otros estudiantes, burlas, golpes, destrucción de mis artículos escolares y el día que se adentraron en mi dormitorio fue cuando quise acabar ese calvario y me fui contra ellos, pero terminé en el suelo más golpeado que antes hasta que su líder me hizo tocar fondo. Jamás olvidaré cuando llamaron a mis padres para darles la noticia de que había sido expulsado, que los padres de esos imbéciles querían demandarlos por “los daños físicos y emocionales” que les ocasioné, además de tener que pagar al internado por daños a la infraestructura. Al final no sé cómo resolvieron eso, jamás me lo quisieron decir, pero mamá dijo que todo estaría bien y nunca más volvería a ese lugar, sin embargo, fue la cara de mi padre antes de hablar con el director lo que me hizo sentir algo horrible en el pecho, era una mezcla de odio y decepción que terminó con aquel niño que guardó una última esperanza en él, así que en cuanto me dio la espalda le grité algo que hasta el día de hoy me sigo arrepintiendo y quizás por eso nuestra relación sea imposible, entre otras cosas. Fue así que desde hace dos años continué mis estudios en otro internado en Londres, el Harrow School, lugar donde pude adaptarme aun cuando al comienzo desconfiaba de todos, creí que también me lastimarían y aunque sí encontré algunas manzanas podridas, también encontré buenas amistades que he mantenido hasta el día de hoy y por las cuales he logrado sobrellevar mi situación familiar, en especial con mi padre, quien está en la sala de espera viéndome caminar a la distancia. Él es quien suele recogerme en el aeropuerto sin importar el día, la hora o su agenda, es muy extraño que llegue a faltar, pero en el fondo no quiero que lo haga… aun cuando no se lo diga. Es raro y confuso tener sentimientos contradictorios hacia él, cada que detallo su figura en nuestros reencuentros busco los cambios que ha tenido, mas son sus manos y el rostro los que me dicen cómo está, si ha dormido bien, si ha bebido más de la cuenta o si ha trabajado durante días y noches sin descanso, entonces aquellos ojos azules iguales a los míos envueltos en un manto de misterio, su particular sonrisa demencial, la nariz puntiaguda que de niño me hacía verlo como un cuervo que aun en la oscuridad estaba conmigo y su cabello que por lo general llevaba un poco revuelto, acompañado de las enormes manos que acunan siempre mi rostro en cuanto quedo a dos pasos de él, me hacen sentir igual que a un perro que está a punto de ser abandonado por el dueño que lo amó durante una década, toda una vida para el animal… —Me alegra verte de nuevo, te ves muy bien —sus brazos me envolvieron, pero los míos como casi siempre no respondieron su gesto. —Gracias, tú también te ves bien —contesté taciturno al separarnos—. Creí que no vendrías. —Dije que lo haría, ahora vamos a casa, ahí nos recogerá Marcus para ir a la suya. Típico, no cruzamos mucho esta línea al saludarnos y la mayoría de las veces usa al tío Marc, a mamá o los chicos para librarse de mí lo antes posible, aunque tampoco tiene sentido reclamarle nada cuando sé que él y yo no mejoraremos nuestra relación. —Travis, tengo programadas algunas cirugías esta semana así que no podré estar contigo, la idea es que te quedes en casa de Marc con Livi y el fin de semana la pasemos juntos —empuñé mi mano con fuerza intentando controlarme. No me extraña viniendo de él, su trabajo siempre fue lo más importante en su vida, por algo no estaba en casa conmigo, el abuelo y mamá. —Está bien, antes me sorprende que dejaras libre el fin de semana. —Hay algo más que debes saber y necesito que me prestes mucha atención —que extraño, él no suele decir eso aun si es importante. —¿Qué pasa? —En casa de Marc y Livi está viviendo una pequeña niña, ella tiene unas circunstancias especiales y necesito que te mantengas a cierta distancia de ella, mínimo tres metros y escúchame bien, por nada del mundo te atrevas a disminuir ese límite, ¿entendido? —¿De qué hablas? ¿Qué pasa si lo hago? —Lo mismo que pasó hace unos meses, morirás a manos de ella como pasó con otros cuatro hombres. Es definitivo, creo que mi padre sobrepasó el límite de la poca cordura que tenía para decir algo tan descabellado. —¿¡Qué!? Sabía que estabas loco, pero eso que dices es… —Es la verdad y si quieres puedes hablar con Livi —contestó a secas provocándome un escalofrío—. Ella estuvo conmigo la noche que Marc nos llamó para ayudarlo. Esa pequeña no es mala ni se meterá contigo, pero sí es necesario que respetes el espacio entre ustedes. —¿Y qué hace con ellos si es tan peligrosa? —Es mejor que esté con nosotros en vez de la calle y tampoco la dejaría ir a ningún sitio. ¿Tampoco la dejaría ir a ningún sitio? ¿Acaso él…? —¿Es importante para ti? —pregunté esperando que… no sé ni qué esperaba, pero la respuesta fue el silencio. Era evidente que no diría nada más y menos contestaría mi pregunta, pero tampoco necesitaba hacerlo cuando su silencio y aquella frase fueron la afirmativa, ella es importante para él… mucho más que yo. Irónicamente al llegar a casa de mi padre nos encontramos al tío Marc junto a su hijo Liam y Rob (quien es un amigo de la familia el cual cuida mi tío tras la muerte de sus padres), los tres nos conocemos desde que éramos niños y aunque no vivimos juntos ni nos veíamos demasiado, siempre fuimos muy unidos, solo que esta vez no tenía la cabeza en su lugar al tener que escuchar las dichosas recomendaciones de mi padre y mi tío sobre esa niña y era peor cuando Liam hablaba tan feliz de ella, pero gracias a eso supe que él fue quien la encontró un día hurgando en la basura y a partir de ahí se hicieron amigos… Vaya amistad ridícula la que vino a hacer… Ya en casa del tío Marc mi malestar pareció mejorar al aparecer mi madre resplandeciendo la sala con su dulce sonrisa, una que siempre me hacía feliz sin importar el mal día que tuviese. —¡Mi niño! ¡Qué alegría verte de nuevo! —gritó ella apresurándose en llegar con nosotros quedando en un fuerte abrazo que necesité con urgencia. —Te ves hermosa como siempre —su achocolatada faz se ruborizó y besé su mejilla llenándome de su calidez—. Te extrañé mucho. A veces ella recurría a las palabras, pero en esta familia una de las cosas que más nos caracteriza es que solemos hablar con la mirada, ahí están las palabras del corazón, como suele decirme ella desde que era un niño. No obstante, en lo que ella saludaba a los demás, las palabras de mi padre fueron un grito en su mirada al quedar clavada en las escaleras y fue al seguirlo que la vi bajando cual ama y señora del lugar, era ella, la pequeña intrusa del basurero que había entrado a nuestras vidas clavando su oscura mirada en mi padre en lo que a mí me recorría una helada corriente en el cuerpo. Quizás eran sus ojos tan negros como el carbón al igual que su corta cabellera que resaltaban en su escuálido cuerpo aporcelanado, mas fue su rostro, la gélida mirada para ser más exacto, lo que me hizo recordar a mi padre en sus peores días, solo que ella estaba serena y en silencio. Mi padre, así como ella, se mantuvo fijo en su figura apreciándola como lo más sagrado de su vida, jamás vio a nadie de esa manera, ni siquiera a mí, pero no importa, soy un joven de quince años, en menos de nada seré un adulto y este tipo de cosas no deberían afectarme, mucho menos una recolectora de basura que solo quiere aprovecharse de mi familia… ¿O sí? Durante el almuerzo las cosas no parecieron mejorar, ella no decía nada aun cuando la conversación fluía entre casi todos, solo se limitó a comer y de vez en cuando lanzaba fugaces miradas a los presentes, al levantarnos cada uno llevó su plato a la cocina aun cuando ella no lo hizo, pero sí pude percibir cuando me escondí tras una pared que mi padre le llevó su postre y tuvieron un extraño… “juego”, si es que se le puede llamar así, donde ellos caminaron en lados opuestos del comedor hasta llegar a la otra punta del mismo, entonces ella se quedó con el postre y él con sus platos. Esa escena fue como ver a dos dementes en su propio mundo, en principio era descabellado, pero también era como si ella comprendiera a la perfección lo que pasaba por la mente de él, lo que yo nunca pude hacer en mi vida. Después pasamos al patio a divertirnos con el tío Marc, Liam era quien mejor la pasaba a comparación de Robert y yo quienes estábamos desconcertados por esa intrusa. —¿Qué te produjo al verla? —preguntó Rob al alejamos para beber agua. —Un escalofrío y una mala vibra ¿A ti? —Lo mismo. No sé qué tiene, pero no creo que sea de fiar y menos considerando que ella asesinó a cuatro hombres. —Mi padre dijo lo mismo, pero no me dio detalles. ¿Sabes qué ocurrió? Rob me explicó que Liam junto a su padre fueron testigos de cómo ella los asesinó de una forma despiadada que parecía sacada de una película de acción o terror, al comienzo no podía creerlo, él dijo haber quedado igual que yo cuando Liam lo llamó esa noche contándole desesperado lo ocurrido y ahora que la había visto menos confiaba en ella. —Quizás deberíamos estar al pendiente por si algo pasa, entretanto, lo mejor es seguir las instrucciones que nos dieron. —Tienes razón, aunque no logro comprender por qué ellos decidieron dejarla aquí en vez de un psiquiátrico o un reclusorio para menores si es una asesina. —Trav, recuerda en qué familia estamos y tanto tu padre como Marcus tienen secretos perturbadores que nunca han querido revelarnos, pero cada teoría que hemos sacado es más probable que la anterior. —Supongo que tienes razón. Pese a tener trece años, Robert siempre fue muy maduro e inteligente para su edad, así como su forma de comprender el mundo iba varios pasos por delante al promedio, quizás por eso me gustaba hablar con él. —¡Travis! —Vigílala, no tardaré —pedí a Rob (ya que ella estaba distanciada de nosotros en el patio) en lo que yo fui con mi padre hasta la sala—. ¿Qué pasa? —Debo irme, me llamaron por una emergencia en el hospital —vaya novedad… Doctor Oz a la orden, padre Oz ausente… —Está bien —respondí indiferente. —Hijo… —silenció un instante y palmó gentil mi mejilla—. No olvides lo que te dije y no importa lo que pase, cuida de ella. —¿Cuidar de ella? Somos nosotros quienes debemos cuidarnos de ella —bramé entre dientes. —Eres el mayor y debes protegerla igual que lo hiciste con tus hermanos. ¿O ya olvidaste cómo los salvaguardaste en el peor momento aun cuando Liam y Robert no llevan tu sangre? Incluso a Livi, aun cuando ella es tu madre de crianza y no biológica. —Eso es diferente y jamás atentaron contra la vida de nadie, ella en cambio asesinó a cuatro personas, es una criminal y debería estar tras las rejas de una prisión o un psiquiátrico. No comprendía por qué insistía, pero su sonrisa de “eres un tonto adolescente ingenuo que no sabe del mundo” comenzaba a retorcerme las entrañas. —Todos somos criminales, Travis, así como somos los villanos o los héroes dependiendo de quien cuente la historia. —¡Estás demente si crees que la protegeré, ella no merece estar aquí! —Entonces yo tampoco lo merezco —atacó mordaz silenciándome—. Cuídate y cuida a la familia, ella incluida —ordenó tajante (o quizás furioso) y se fue. Después de eso no quise salir de mi habitación, fingí estar agotado por el viaje aun cuando mi cabeza rondó hasta altas horas de la noche pensando en esa niñita y la actitud de mi padre al final, en especial sus palabras al compararse con ella como si fuese también un criminal, es decir, sé que no es un santo, pero de ahí a asesinar a alguien es algo muy diferente, además, ¡él es doctor, jamás mataría a alguien y menos a sangre fría! No, él no es como ella. Por otra parte, tampoco podía comprender a mi madre, es cierto que Livi no me había dado la vida, pero sí fue la única madre que conocí y hasta el día de mi muerte lo seguirá siendo, por ella soy quien soy y le debo demasiado al igual que a mi abuelo Samuel (quien es su abuelo de sangre), puesto que ellos dos me criaron en ausencia de mi padre. Recuerdo que en una ocasión mi abuelo me preguntó si estaba feliz de tener a Livi como mi madre aun cuando éramos diferentes y no fue sino hasta muchos años después que comprendí que se refería a nuestra piel, pero eso nunca me importó ni me importa, ni siquiera recuerdo haber gastado un minuto de mi vida pensando en mi madre biológica y menos al tener una familia que siempre estuvo para mí, eso, hasta que mi padre me dejó en el internado de Londres casi al año de fallecer mi abuelo. (…) A la mañana siguiente me levanté temprano para correr, hice ejercicio y regresé a casa, quería practicar un poco de judo en el patio aprovechando que era temprano y a esta hora nadie molestaría, o eso creía de no ser porque esa niñita apareció sin que me diera cuenta. Ella estaba con su pijama siendo esta una camiseta sin mangas y un short, normal considerando que estamos en verano, pero fue como si el helado viento invernal se hubiese colado hasta mi sangre a medida que la recorría con la mirada notando las cicatrices en sus extremidades y lo poco que se podía ver en hombros y espalda… ¿Será que mi padre las habrá visto? Lo más seguro es que sí. Pese a esto, no le di importancia para no subirle el orgullo y nos saludamos sin mucho interés y aunque habría sido más fácil ignorarla, me resultó imposible puesto que ella no dejaba de mirarme, no sabía cómo sentirme al tener toda su atención, además que la forma en cómo dijo mi nombre al saludarme fue rara; aunque, traté de borrar todo pensamiento para ser tan frío e indiferente como ella. —¿Necesitas algo? —¿De ti? Nada —contestó engreída la mocosa insolente. —Ve a dormir, está muy temprano y a esta hora los niños deberían estar en la cama —fui más duro esta vez, pero no pareció importarle. —No tengo sueño y no sé lo que deberían hacer los niños —Como quieras, solo no me molestes, necesito concentrarme —no dijo nada, tan solo se sentó mirando el cielo en silencio. Traté de no prestarle atención y seguí con lo mío como si nada y aunque juro que traté de concentrarme, no pude hacerlo, no sé por qué me sentía irritado ante su presencia, no la conozco de nada y me exaspera en demasía, así que debía sacarla cuanto antes. —Será mejor que te marches, niña, no me gusta que me vean entrenar. —Ocúpate de lo tuyo, así como yo estoy ocupada en lo mío —respondió altiva incrementando mi frustración. ¿¡Quién diablos se cree que es la mugrosa insolente!? Que ahora esté bañada, alimentada y con ropa limpia no la convierte en una princesa, ella sigue siendo la misma basura recogida por mi familia. —¿¡Acaso no escuchaste!? ¡Vete de aquí! —Tu problema no es mi presencia, tu problema es contigo mismo, Travis, así que deja de culparme por tus actos —eso no lo vi venir… Quedé más irritado que antes ante su menguante actitud, pero tenía razón, la rabia que sentía era conmigo y no con ella… o tal vez sí, sí era un poco con ella. —Tú no me conoces así que no hables de lo que no sabes y respeta a tus mayores. —¿Por qué respetar a alguien que no me respeta? —se levantó sacando pecho sin atisbo alguno de temor aun cuando yo era más alto y fuerte que ella—. Tienes tanta rabia que no sabes qué hacer con ella y lo peor es que culpas a todos en vez de solucionar tus problemas. En ese momento me olvidé de todo, es como si ella hubiese llegado a lo más profundo de mi ser tocando una fibra delicada. La ira me ganó y un fuerte impulso por golpearla me inundó sin importarme nada ni nadie, así que me fui a zancadas hasta ella, su mirada se tornó completamente oscura y retrocedió unos pasos, pero tarde me di cuenta que no lo hacía por huir, sino para atacarme… Grave error de mi parte…
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