Finales de noviembre
—Oz, quiero ir a casa.
—Vamos al hospital a que te atiendan, vas a estar bien, mi pequeña —su desesperación iba en aumento al igual que la mía con cada minuto que su condición empeoraba.
—No me lleves allá, quiero ir a casa —suplicó Rag cada vez más débil.
—¿Por qué no me dijiste que estabas mal?
—Creí que se me pasaría pronto. Por favor, vamos a casa, no quiero ir al hospital.
Sus murmurantes palabras se desvanecieron al caer inconsciente, por lo que pedí al taxista acelerar en tanto veía cómo mi padre se aferraba desesperado a ella sin saber qué hacer.
No sé qué está pasando, pero ahora desearía volver en el tiempo para pasar de nuevo por el ridículo teatro que me hicieron en la universidad frente a todo el dormitorio, también me encantaría comer feliz otro postre con ella y contarles sobre mi relación con Tiff, quizás esta vez les confesaría lo vacío que me sentía con ella, pues creía que si me repetía que la quería, pronto nacería el sentimiento. Asimismo, me habría decidido a contarles del tatuaje que me hice y que antes fue una suerte que no se dieran cuenta cuando me sorprendieron al tirarse desnudos sobre mí mientras dormía.
Por desgracia las cosas no hicieron más que empeorar para mi padre cuando el doctor Rees (quien también es mi profesor) le ordenó quedarse en la sala de espera con las manos atadas, comprendía que era difícil para él al ser doctor y más porque se trataba de Rag, pero al menos me dio un voto de confianza cuando le aseguré quedarme al frente de la situación pasando dos terribles horas intentando averiguar qué le ocurría, pues su condición empeoraba y los medicamentos convencionales no le hacían efecto.
Me encantaría decir que los resultados de los exámenes nos dieron las respuestas, pero fue una pesadilla cuando descubrí que la habían violado y envenenado con una serie de sustancias que recorrían amenazantes sus venas queriendo arrebatárnosla, pese a esto, me negaba a creer que mi padre haría algo así y menos a ella.
—Dame la lista de lo que han encontrado —ordenó fríamente y le entregué el documento, pero yo seguía sin comprender la situación.
—¿Cuándo pasó eso y quién se lo hizo?
—Un maldito que estará muerto dentro de poco —era el odio de una bestia en su más puro estado—. ¿Cuánto tiempo tengo antes de que Rees llame a la policía?
—Una hora.
—Eso será suficiente. Y, Travis, no importa lo que pase no quiero que le digas nada a Livi o a Marcus de esto, es mi responsabilidad y yo debo decirles, pero solo cuando sepa cómo ayudarla, por ahora no vayan a darle más medicación, solo el suero.
—¿Qué harás?
—Lo que mejor se me da, mi trabajo. Ahora retírate que debo hacer una llamada en privado.
Pese a su orden, no pude alejarme de la habitación y opté por quedarme afuera escuchando las desesperantes llamadas que hizo, en una ordenó que buscaran al responsable, en la segunda contactó a un hombre que al parecer sabía quién había hecho el dichoso elixir y en la tercera habló con esta persona advirtiéndole venir de inmediato con el antídoto o asesinaría a su hermano, quien fue el creador de esta pesadilla.
—Trav, quédate con ella y avísame si hay algún cambio, estaré afuera.
—Papá, el doctor Rees llamó a la policía, está en camino.
—Está bien, déjalo hacer su trabajo —se fue con móvil en mano sin darle importancia al asunto.
Volví a la habitación sentándome junto a Rag quien estaba más pálida, era como si la arena de su reloj fuese a terminar en cualquier minuto.
—Resiste, chiquita, no puedes morirte ahora, te necesitamos —mi corazón se fracturó al tomar su manito que no tenía el frío habitual, este era mortal—. ¿No entiendes que estos dos tontos Oz no somos nada sin ti? Tienes que aguantar.
—O-Oz… —susurró dolorida entre sueños aniquilándome.
—Sí, mi papá está haciendo todo lo posible por salvarte, yo por desgracia no puedo hacer tanto, pero juro que me esforzaré y daré todo de mí para ayudarlo, solo aguanta un poco más.
—¿Travis? —limpié mi rostro como pude al ingresar el doctor Rees—. ¿Cómo sigue?
—Igual… Profesor, sé que no debería, pero quería pedirle ayuda para seguir con ellos.
—¿Permiso en la universidad? —asentí cabizbajo—. Descuida, les diré que me ayudas en un caso especial, pero deberás responder por tus deberes.
—Haré lo que sea, pero no me aleje todavía de ellos, tengo que ayudar a mi padre a salvarla.
—¿Ya sabe lo que tiene?
—Sigue investigando, pero pronto dará con la cura, es un hombre muy inteligente y la salvará.
—Lo sé, estuve en varias conferencias suyas y garantizo la calidad como profesional, por eso no quiero que existan malos entendidos al haber llamado a la policía.
—Descuide, sé que es nuestro deber salvaguardar la vida de nuestros pacientes, pero él es inocente y por algo sigue aquí dando la cara —asintió comprensivo dándome una palmada en la espalda.
—Me alegra que escogieras otra especialidad, pero por experiencia te diré que no es fácil ser pediatra.
—Medicina no es para cualquiera, pero tengo mis prioridades claras, maestro Rees.
—Lo sé. Avísame si hay algún cambio, ella por ahora es prioridad.
Al quedar a solas, uní sus manitos intentando darles mi calor, quería llegar a ella de alguna forma para que me sintiera cerca.
—Ojalá pudieras despertar unos minutos, no imaginas cuánto quiero escucharte… Anhelo que me digas otra vez: tonto petirrojo —mis lágrimas salieron de nuevo con una bruma de preguntas sobre ella y mi padre.
Desde esta mañana había notado algo diferente en ambos, más allá de esta situación, era la interacción el uno con el otro que me inquietó demasiado, como si algo en este viaje los hubiese cambiado en gran medida, sé que una violación no se toma a la ligera, pero esto era más fuerte, era solo sobre ellos.
De pronto los monitores sonaron al caer sus signos vitales, alerté al personal en lo que intenté mantenerla con vida, mas esta se esfumaba entre mis manos mientras yo intentaba tener la cabeza en su lugar y el corazón lejos de aquí, pues no permitiría que la muerte me ganase la partida, entonces mi padre ingresó logrando estabilizarla en poco tiempo teniendo que entubarla al empeorar su respiración.
(…)
Días después
No recuerdo haber visto a mi padre trabajar tan duro como lo ha hecho en estos días, la desesperación y sus voces lo consumieron al punto en que a veces hablaba solo, aunque esta vez era como si hablase consigo mismo y no con ellas, lo que resultaba preocupante, pero sus esfuerzos dieron frutos cuando al fin Rag despertó con una significativa mejoría, no sé qué tanto mezcló de la caja que le trajeron, pero hoy para mí era un increíble mago haciendo uso de su conocimiento y vislumbrar a nuestro manojo de alegría devorando los tres postres que le había traído, era lo que más importaba para nosotros.
—No imaginas cuánto te extrañé, quise creer en ti cada minuto, pero el miedo que tenía… —Rag posó su mano sobre la mía en un cálido semblante.
—Ya no pienses en eso, Trav, estoy viva y es todo lo que importa, aunque ahora soy yo la preocupada al verlos tan mal, es evidente que no han podido descansar en este tiempo.
—Si tú estás bien, nosotros estamos bien, mi pequeña —consoló afectuoso mi padre.
Si bien él siempre se preocupó por ella, esta también fue la primera vez que lo vi tan apegado a alguien, ni siquiera le importó demostrar cariño o excesiva preocupación frente a otros, ella conseguía que nos olvidásemos del mundo y de nosotros mismos con tal de mantenerla viva.
—Trav, ve a descansar, mañana me trasladarán y hablaremos con más calma, pero no pases una noche más aquí.
—Estoy bien, chiquita.
—No lo estás, pero yo sí, así que haz lo que digo o me enojaré contigo —pobre, estaba frustrada al estar todavía en el hospital, los detesta, y aun así piensa en nosotros como dijo mi padre.
—De acuerdo, igual dejaré que ustedes también descansen mañana e iré después a visitarlos —besé su frente intentando buscar su perfume—. Te quiero.
—Descansa, Trav.
Por muy cansado que estuviese, debí dedicarme esa noche y al día siguiente a terminar y entregar los pendientes, esperaba ir en la tarde a visitarlos, pero cuando al fin me desocupé regresando a mi habitación, Tiff ya estaba esperándome, parecía molesta, pero no discutió, quizás me veía tan mal que se apiadó de mí.
—Deberías dormir.
—No, debo ir con mi padre, quedé en visitarlos.
—Estás fatal, ellos en cambio están bien, dijiste que le habían dado el alta a tu prima.
—Sí, pero igual necesito asegurarme…
—¡No! Duerme esta noche y mañana los visitas en la mañana que en la tarde quiero estar con mi novio, no con una calavera.
—No tengo cabeza para salidas.
—Lo necesitas con urgencia, Benji, así que no me discutas y acuéstate.
Por desgracia ella tenía razón y bastó con tocar la almohada para perderme del mundo, levantándome en horas de la madrugada ansiando ir con ellos y aunque sabía que estaba mal, igual envié un mensaje a Rag e increíblemente me respondió a los minutos diciendo que fuese a las seis, así que salí a correr un par de horas y volví alistándome rápidamente.
Solo espero que en verdad esté bien y terminé al fin esta pesadilla con ella.