33. TE CUIDARÉ

1845 Words
Poco o nada me importó mi propia vida e integridad en cuanto ella cayó frente a mí, su desnudo cuerpo ardiendo en la más peligrosa fiebre entre mis brazos era lo único que me preocupaba y con ese mismo afán la llevé hasta su habitación duchándola con agua tibia. Sabía que odiaba la caliente y le encantaba la fría, pero esta última la descompensaría empeorando su salud. Después la vestí con un abrigo mío y la cubrí bien con su cobija, también traje medicamento, pero por ahora quise enfocarme en bajar la fiebre con una toalla y agua fría. De alguna forma me alegraba al poder tocarla por primera vez, incluso podía sentir todavía el calor de su carita en mi pecho, pero solo de recordar que esa no era su temperatura más preocupaba y aun así verla tan inofensiva resultaba relajante. Al cabo de veinte minutos ella comenzó a despertar, aproveché para cerciorarme de su temperatura una vez más y me aparté con una profunda tristeza al no poder seguir junto a ella para cuidarla como se merece. —Eres un pervertido, Trav, te aprovechaste de mí para bañarme y tocarme —sonreí triste al saber que no era una queja, sino una especie de broma a su manera. —No me gustan menores, pero tienes un encanto particular. —Tenías que ser un Oz —volteó sus ojos con fingido fastidio, aunque era evidente que el malestar seguía latente en ella incrementando mi impotencia—… ¿Quieres tocarme otra vez? —Lo hice por tu fiebre, no por abusivo, igual traje medicamento por si deseas tomarlo —sabía que no debía hablarle a secas, pero esta impotencia me mataba. —Lo intentaré —la miré confundido sin comprender—… Dejaré que me atiendas igual que hacen Oz y Marcus en los entrenamientos, pero deberás traer algo para que pueda destruir con mis manos. —P-Pero… —No puedo asesinarte, Trav, estoy muy débil para tanto, pero todavía puedo herirte de gravedad aun cuando no quiera. —¿Estás segura? —asintió—. ¿Qué te traigo? —Una toalla y una cuerda, están en la última gaveta —sabía que era una locura, pero nadie mejor que ella para guiarme. Seguí su instrucción extendiéndole la cuerda, ella enredó un extremo en una mano pasando el otro a la izquierda donde sujetaba la toalla que había enrollado previamente, dio algunas vueltas sujetándose bien y en cuanto suspiró la ayudé a beber el medicamento, aunque la peor parte vino al ponerle la toalla húmeda en el rostro ya que tensaba la cuerda cortando la circulación a la vez que se aferraba de la tela en su mano obligándose a mantenerlas lejos de mí. —¿Quieres que me aleje unos minutos? —Sigue… P-Puedo soportar… Esto parecía más una tortura para ella, ni siquiera se atrevía a verme y las venas de su cuello estaban a punto de reventar, mas fue al levantarme para darle un respiro, que me di cuenta de que la toalla en su mano comenzaba a mancharse de sangre. —S-Sigue, puedo hacerlo. No sé por qué, pero verla en ese estado me recordó a un hecho que viví con mi padre años atrás cuando creí que moriría en mis brazos, así que en un intento por captar su atención, me sumergí en un buen recuerdo que tenía con él, uno de esos momentos íntimos donde solo éramos el silencio, él y yo siendo su voz el mayor atractivo y el medio para llevarme a sus fantasías. —¿Sabías que existe un mundo lejos de aquí? —¿De qué hablas? —Mi padre me contó hace mucho tiempo de un lugar en donde las noches son extensas, hay más de una luna en el cielo y millones de estrellas crean caminos maravillosos a lo largo y ancho del firmamento —me senté a su lado humedeciendo la toalla, pero no la coloqué enseguida—. Hay pocas formas de llegar a ese lugar desde aquí, pero una de ellas es por medio del océano, en un punto donde existen criaturas que no son tan fáciles de ver, un lugar en donde las sirenas emergen navegando uno a uno los mares en búsqueda de piratas que sacien su apetito voraz. —Es mentira. —¿Crees que mi padre mentiría? —esa cuestión la dejó pensativa y más porque le di la típica sonrisa capciosa de él, entonces continué…—. En ese lugar habitan enormes criaturas, muchas pueden brillar en la oscuridad, pero recuerdo que había una en especial que podía estar en todos los ambientes sin salir lastimada. Agua, aire, fuego, tierra, ácidos, hasta es inmune al metal fundido, es la criatura más poderosa jamás creada, mucho más que sus hermanos e hijos, pero también es muy gentil. —¿Es peligrosa? —Mucho —esta vez repasé la toalla sin apartar la vista de sus ojos—, puede ser aterradora si así lo quiere y más por el enorme tamaño que tiene acompañado de unas especies de escamas hechas con un material jamás conocido o igualado por el hombre, pero no solo eso, sino que puede devorar galaxias enteras y estas serían solo un bocadillo para la criatura, ¿y sabes lo más curioso? —negó sin apartar sus brillantes ojitos de mí sumiéndose en cada palabra—, también puede hacerse tan pequeña como una serpiente con el pelaje más brillante y sedoso de todos. —Las serpientes no tiene pelo, tiene escamas. —Lo sé, pero esta criatura no es una serpiente, es algo de otro mundo, uno en el que puede vivir libre junto a sus creadores a quienes ama y juega gran parte del día con ellos… Es posible que el sonido de la lluvia me ayudase un poco a calmarla, eso, en combinación con el carisma y el enigma que ponía a cada palabra igual que hacía mi padre conmigo cuando me contaba estas historias, resultando bastante atractivo para ella a tal punto que se olvidó por completo de tirar de la cuerda. Fue en ese momento cuando descubrí dos cosas indiscutibles, la primera, ella podía permitirnos tocarla sin problema, pero aun cuando fuese egoísta de mi parte, no divulgaría a nadie este momento ya que ella solo me permitió atenderla con una mentira que la atrapó por completo y no es justo tener que mentirle, al contrario, ella debe ser consciente de su progreso, debe hacerlo a su ritmo y bajo el método que considere. Por otra parte, lo segundo que descubrí es que ella siente algo especial por mi padre de la misma forma en que yo comenzaba a sentir algo especial por ella con cada interacción que teníamos, solo que no sabía si ella me permitía esto porque quizás sentía algún afecto con mi nombre o todo era por él y así como pude disfrutar de este momento mintiéndole para tocarla, también me mentí al querer creer que ella me veía a mí y no a mi padre a través de este cuerpo, de esta voz… de estos ojos tan azules como los suyos. Casi una hora después me olvidé de la historia para enfocarme en tomar su temperatura la cual había bajado, pero no lo suficiente, así que por ahora me quedé en una silla siendo solo un metro lo que nos distanciaba y el silencio tras el diluvio nuestra música de fondo. —Trav, ¿qué quieres ser cuando crezcas? —¿Por qué? —Liam me lo preguntó hace unos días y no supe responderle, también me dio algunas ideas, pero no sonaban interesante —sus palabras parecían arrastrarse más, quizás efecto de la medicación al causar somnolencia—. ¿Tú sabes qué quieres ser cuando crezcas? —Desde hace algunos años ha sido solo un pensamiento, pero la carrera que más llama mi atención es medicina. —¿Por qué? —Sería interesante salvar muchas vidas como mi padre, pero quisiera ser pediatra en honor a mi madre, así podría darles la oportunidad a muchos niños de tener una mejor calidad de vida, igual a la que tú tuviste cuando llegaste a esta familia —esa tierna mordida en su labio me sacó una cálida sonrisa. —Entonces deberás empezar desde ya si quieres ser un gran doctor como Oz, aunque reconozco que tienes una mano cálida para tus pacientes. —¿Ah sí? —pregunté avergonzado, aunque ella no cambió su adusto semblante. —Sí, lo que no me extraña al ser el petirrojo del cuervo… Aun cuando sus ojitos no soportaron más cayendo en un profundo letargo, mi corazón palpitó conmovido por sus palabras y más al llamarme así. Con mucho cuidado la liberé de la cuerda y aparté la toalla revisando la herida en su mano, por suerte no era profunda, pero sí alcanzó a lastimarse bastante. No tardé en atenderla y después repasé una vez más la toalla en su cara, cuello y brazos, siendo en estos últimos donde me detuve un instante acunando su lastimada manito entre las mías. —Te prometo que te cuidaré siempre y más cuando mi padre abandone este mundo, ahí yo seré quien vele por ti hasta que mi corazón deje de latir —besé su dorso sintiendo la frialdad en sus falanges. Impulsado por este sentimiento, me acosté junto a ella besando su mejilla, uní nuestras frentes queriendo acogerme un poco a esta extraña mezcla térmica de su cuerpo que era tan frío como cálido mismo que despertó algo en mi interior que fue imposible de describir, solo sé que es intenso, profundo y me genera una sensación sublime. —Te quiero, chiquita —susurré en su oído abrazándola con cuidado y dejé su manito en mi mejilla la cual seguí besando con delicadeza—, no me preguntes por qué, pero te quiero y pasaré el resto de mi vida averiguándolo, por eso te suplico que no me apartes de tu lado. —N-Nuestro petirrojo… —abrí pasmado mis ojos sin creer lo que había susurrado entre sueños con un cariño que no había demostrado hasta ahora. Me sentí como si fuese de nuevo un niño muy pequeño en brazos de mi padre, pero no el demente o el que me había abandonado, sino el que alguna vez me refugió en sus brazos, el que me amó y el que también le habló a ella de ese petirrojo que significó tanto en su vida, así como ella en definitiva significaba tanto para mí al despertar algo tan extraño en mi corazón y en mi alma con solo dos palabras que crearon una particular visión en mi cabeza, generándome la felicidad más abrumadora y maravillosa posible en medio de mi demencia, porque sí, esa visión solo podía ser producto de un demente y yo que era el vivo hijo de la locura no podía ser cuerdo, no si la imaginaba siendo una mujer, la mujer de mi padre, un padre que me había dado la vida… junto a ella…
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