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Pasearon tomados de la mano cerca de una hora. Cuando las piernas ya pesaban de tanto caminar, se sentaron en un banco cerca del estanque donde estaba el puesto callejero de hotdogs, lugar al que Sarah quería ir. —Voy a comprar los perritos —dijo Enzo poniéndose en pie. Sarah sujetó su mano y negó con la cabeza: —Tú pagas las cenas costosas, así que deja que sea yo quien pague estas cosas baratas. Por si no lo sabías, tengo veinte dólares en el bolsillo —resopló orgullosa y se dirigió al carrito bajo la mirada de Enzo. Se sentó nuevamente esperando a que llegara con la comida, observando a los patos sobre el agua del estanque. En las afueras del parque, una furgoneta negra se detenía. En su interior, un hombre alto, musculoso y totalmente rapado observaba el interior desde su asien

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