El sol comenzaba a ponerse cuando Sarah salió del enorme edificio donde trabajaba. Estaba agotada, con la vista tan cansada que temía quedarse dormida en el momento que subiera al coche. Aún con eso, disfrutó de su primer día. Sus compañeros eran trabajadores, sabían lo que hacían y eso le quitaba trabajo a ella, y la acogieron sin ningún impedimento así que se sintió relajada en ese aspecto.
Llegó hasta su coche, pero antes de abrir la puerta escuchó a alguien llamándola, al girarse era Enzo, caminando hacia ella.
—¿Qué tal fue el primer día? —Le preguntó una vez llegó ante ella, casi sin aire como si hubiera llegado corriendo.
—Todo muy bien, son muy agradables y me hicieron sentir cómoda.
—Me alegro mucho, sabía que ese equipo sería perfecto para tí. Por cierto, ¿estás libre ahora? —preguntó aparentemente apurado.
—Pues realmente no es que tenga algo que hacer…
—¡Genial! —dijo Enzo interrumpiendo a Sarah—. Tengamos una cita ahora mismo, para empezar a conocernos, o no sería creíble una boda sin siquiera salir juntos a ninguna parte.
La joven se quedó de piedra, y tras unos segundos de bloqueo mental suspiró llevando su mano a la cara:
—Enzo, aunque sea solo un teatro, no puedes aparecer y pedir una cita así de repente… No tienes nada de sentido común ni de romanticismo.
—Lo siento, no pensé que te lo querías tomar tan en serio…
—No te hagas ideas equivocadas —cuestionó a su jefe—. Sólo digo que le pongas un poco de sentimiento para hacerlo más creíble.
Enzo se quedó pensativo, y sonrió con una mirada juguetona que preocupó a Sarah. “ ¿Qué estará pensando mirándome así?" Se preguntó a sí misma.
—Entonces quiere que lo tome en serio, tienes razón. No sabemos quién puede estar escuchando —Sin previo aviso, tomó la mano de Sarah y la abrazó con sus propias manos—. Señorita Williams, ¿tendría a bien pasar la tarde conmigo?
Sarah se puso extrañamente nerviosa, era la primera vez que la tomaban de la mano de esa manera. “Solo es teatro" tenía que repetirse mentalmente para no apartar la mano y salir corriendo.
—E… está bien, si insistes no puedo negarme.
—¿Estás nerviosa? —preguntó Enzo divirtiéndose con el rostro rojizo de Sarah.
—¡Claro que no! No es como si me ponga nerviosa que un hombre me tome de la mano, no soy una niña…
Enzo rió y soltó su mano. “Sígueme" le pidió a la joven y ambos caminaron hasta la plaza de parking reservada al CEO. El auto era un Lamborghini n***o de dos plazas. Sarah no pudo evitar quedarse boquiabierta.
—¿Te gusta? —preguntó Enzo.
—No voy a negar que es la primera vez que veo un coche de lujo. Me da envidia.
Entre risas, Enzo sacó las llaves de su bolsillo y se la lanzó a la joven, que sin entender, las miró.
—¿Quieres conducirlo? No tiene nada de especial, se maneja igual que el tuyo.
—¿Bromeas? No puedo manejar un coche tan caro. Si lo araño o lo golpeo en alguna esquina me será imposible pagar los arreglos.
Enzo se acercó a Sarah y puso su mano en el hombro de la joven:
—No tienes que preocuparte por eso. Es algo que solo se puede hacer una vez en la vida, ¿no crees? Déjate llevar y disfruta de la conducción. Si le pasa algo al coche yo soy responsable.
Sin estar muy segura, aceptó y se subió en el asiento del conductor. Ante ella, cada parte del salpicadero del coche parecía más caro que su propio auto; volante cortado de cuero rojo, cuadro de mandos encubierto en una madera costosa que la joven desconocida su procedencia, y los asientos del mismo material que el volante, eran tan cómodos que podía quedarse dormida toda la noche sin siquiera sentirse incómoda.
Metió la llave en el contacto, quitó el freno de mano y pisó el embrague mientras metía la primera marcha. El sonido que hacía esa bestia de cuatro ruedas era adictivo. Respiró profundamente esperando no accidentarse, y sin pisar mucho el acelerador salieron del estacionamiento.
Enzo ponía una dirección en el GPS, y encendió la radio, dejándose llevar por la música, cerró los ojos y golpeaba con sus dedos al ritmo de la música su pierna.
—¿Enserio vas a cerrar los ojos mientras yo intento no matarnos? —protestó Sarah frenando el coche.
—Solo tienes que seguir el camino que marca el GPS, y conducir te dije que es igual que con tu coche. No te preocupes Sarah, verás que no tiene ninguna complicación.
Sin mucha confianza, siguió el camino marcado en la pantalla mientras se calmaba ligeramente escuchando la música. No conocía al artista que cantaba, ni el género, pero le gustaba el ritmo.
—¿Qué canción es? —preguntó la joven sin aguantar la curiosidad.
—No tengo la menor idea, pero ya lo averiguaré. ¿Será nuestra canción? Es la primera que oímos juntos.
—¿¡De qué estás hablando!? —protestó molesta al ver que Enzo parecía divertirse con eso—. Para que fuera nuestra canción, contaría la que suene en nuestro primer baile, nuestro primer beso o cosas así…
No pudo terminar de hablar porque una obvia verdad entró a su mente. “Si nos casamos tendré que besarlo" pensó para sí misma poniéndose más nerviosa.
—¿Estás bien? No te preocupes por la canción, no lo decía en serio —Se disculpó sintiendo que la había molestado.
—Enzo, ¿No tenemos que firmar un contrato que avale este trato? Todo debería estar en papel y firmado por un abogado.
—Sí, una parte de esta cita era para eso… ¿Hay alguna cláusula que quieras añadir?
—Ya lo hablaremos llegado el momento, pero por el momento… ¿No podemos olvidarnos del beso el día de la boda?
El hombre se quedó pensativo, y durante unos minutos estuvo en silencio, mientras Sarah continuaba manejando, hasta que se detuvieron ante un semáforo en rojo.
—Podemos hacerlo falso, no se darán cuenta si somos rápidos. No se me ocurre otra cosa. Aunque de aquí a dos meses quizás no te importe.
—No lo tomes a mal, jefe, pero no soy de las que se besan solo porque sí. Sólo acepté para ayudarte, aunque no sepa nada de ti, de tu hermano o sobre los problemas de la empresa. Si alguna vez beso a un hombre, será porque realmente estoy enamorada de esa persona, y a menos que consigas eso en dos meses, no cambiaré de opinión.
Enzo rió nuevamente, y acomodándose la corbata miró a Sarah, la cuál no quitaba los ojos de la carretera.
—Será afortunado el hombre que por amor comparta tu vida. Yo desearía saber qué se siente al estar enamorado, pero me paso los días en la empresa, y no tengo tiempo de conocer a nadie. Sumándole el problema ahora de mi hermano, lo hacía más difícil. No te agradecí la ayuda, Sarah. Si no fuera por ti, no hubiera podido tener esperanzas.
Le regaló una cálida sonrisa a la joven, la cuál vio de reojo.
—Cuando quieres dices cosas muy maduras. Me sorprende viniendo de tí.
—¿Qué insinúas con eso? —protestó Enzo riendo, y aquella risa fue contagiada a Sarah.
—No sé cómo lo haces, pero eres el único que llega a sacarme sonrisas.
—Me gustaría sacarte más, cuando sonríes eres demasiado hermosa.
Esas palabras enrojecieron sus mejillas y sintió vergüenza pero a la vez una extraña calidez en su pecho.
—Enzo, ¿Intentas enamorarme de verdad o qué? —dijo falsamente molesta—. O no eres nada romántico, o te pasas.
—Tú me lo pediste, ahora acepta tu castigo, que será oír halagos hasta que te rindas y me pidas ser más serio.
—¿Crees que me vas a ganar y hacer que retire mi petición? Sigue soñando, nene. Más bien serás tú quien se rinda cuando no tengas ningún efecto en mí.
Aquello se estaba convirtiendo en una especie de competición de aguante y sangre fría. Pero Sarah estaba extrañamente cómoda con Enzo, y en el fondo, si deseaba ver hasta dónde era capaz de llegar en esos dos meses. “¿Me enamorará de verdad? ¿Podré fingir si no hay un sentimiento real?" Es lo que pensaba mientras detenía el coche en su destino; un enorme restaurante que casi parecía más un hotel.
El aparcacoches se llevó el auto una vez se bajaron, y Enzo ofreció su brazo para que gentilmente Sarah lo tomara.
—¿Entramos? —preguntó sonriente.
—¿De verdad quieres que entre en un lugar así con estas ropas de oficinista?
—Oh… qué fallo. Bueno, se arregla rápido —tomó la mano de la joven y estiró de ella calle abajo—. Vamos a posponer la cena una media hora, así que ahora toca comprarte un lindo vestido.
—¿¡Por qué tengo que hacer eso!? Puedo ir a casa y cambiarme.
Enzo se detuvo tan rápido que la joven chocó contra su espalda.
—Dije que no te faltaría de nada hasta que estuviéramos separados. Deja que cuide de tí, como haría con una verdadera futura esposa. Míralo como el regalo de un amigo si así te es más fácil.
Sin darle tiempo a responder, continuó caminando de la mano de Sarah, la cuál se resignó a negarse, al menos por el momento.